Ante los ojos del mundo, el primer día del mes de octubre, México ha dado un paso histórico al inaugurar a Claudia Sheinbaum Pardo como su primera presidenta constitucional.
En su discurso de toma de posesión, no sólo reconoció a las heroínas visibles, sino también a aquellas que han sido invisibles, aquellas que han luchado por sus sueños y por el progreso de las mujeres.
Vestida de impecable blanco y bordados de flores, empeña su palabra a los mexicanos diciendo que la “A” en “presidenta” no es sólo una cuestión de género, sino una declaración de valores y principios que guiarán su gobierno. Se manifestó como una mandataria que busca la prosperidad compartida, la honradez y honestidad, la democracia, la libertad, el cuidado ambiental, la igualdad de género, la soberanía nacional, la política con amor y la condena a la discriminación.
Enfatizó la importancia de nombrar con “A” es reconocer a las mujeres en posiciones de liderazgo, argumentando que “sólo lo que se nombra existe”. Sin embargo, esta afirmación también plantea una crítica importante: ¿qué pasa con lo que No se nombra?
Todos sabemos que los quizá mal llamados partidos de oposición desempeñan un papel crucial en la política, al ofrecer alternativas, cuestionar las políticas del gobierno y asegurar que los intereses de todos los ciudadanos sean representados. Al no mencionar a “los otros”, Sheinbaum podría estar enviando un mensaje de exclusión y centralización del poder, lo que podría socavar la democracia y la gobernanza efectiva, pasando por alto que su principal opositora también fue una mujer.
Si es así, y en el otro extremo, ¿qué valor tiene lo que se sobre menciona?
Es crucial recordar que la política con “A” que no queremos en nuestra presidenta es la del autoritarismo. La mención excesiva de alguien puede entenderse como culto a un líder, que puede tener efectos negativos en el ejercicio democrático moderno, desalentar a la crítica constructiva y fomentar la codependencia.
La “A” es la primera letra del alfabeto, con “A” se escribe también ambición, avaricia, acoso y arrogancia. Las mexicanas y mexicanos también esperamos que, a partir del arranque del gobierno, la presidenta de México se escriba con “A” de austeridad, como dijo, pero también de apertura, autonomía, alcance, aprendizaje, pero sobre todo de aliento.
En resumen, la presidenta Claudia Sheinbaum tiene la oportunidad de ser una presidenta con “A” que no sólo lleva el espíritu de las mujeres al frente de la política, sino que también fortalece los valores y principios que hacen de México un país más justo, igualitario y próspero. Es importante que sea una presidenta que busque la transformación y el empoderamiento de las mujeres, pero también la construcción de un sistema democrático sólido y plural.
Claudia Sheinbaum debe saber que ser una mujer en la presidencia es para todas, una conquista y para ella, un privilegio histórico y en verdad lo celebramos; pero no es de ninguna forma una garantía; sobrevivir a su poder será un gigantesco reto.
Ojalá que las menciones al expresidente solamente hablen de un buen corazón por encima de una cabeza fría. Y en cuanto de los partidos políticos, la verdad es que México los necesita más que nunca y quizás más que llamarse de “oposición”, deban redefinirse como “contención” en el afán de vencer la visible inercia a “no ser escuchados”. Nada es imposible, pero de eso hablaremos en la próxima. Mientras tanto, disfrutemos la noticia: “En México, es tiempo de mujeres”.