Por Pepe Suárez
En la naturaleza misma de la enfermedad está que los adictos no son capaces de reconocer que necesitan dejar de consumir y buscar ayuda apropiada. Es así que los miembros de la familia que sobrellevan la conducta del adicto “para calmar sus nervios”, “para ayudarlo a soportar la soledad”, “porque trabaja muy duro”, o por cualquier otra razón, se ven a sí mismos fomentando esta conducta. Los miembros de la familia que asumen las responsabilidades de la persona que consume están fomentando esta conducta.
También lo están aquellos adolescentes (o personas más jóvenes) que asumen las responsabilidades en el hogar por encima de su edad o madurez mientras uno de los padres está alcoholizado, drogado o con una cruda. También lo está el esposo que oculta la adicción de su esposa “porque la amo mucho como para avergonzarla”. La esposa que sacrifica su propia vida social o las actividades familiares porque su esposo está alcoholizado o drogado también fomenta esta conducta, en el sentido de que está permitiendo que la adicción controle su vida. En resumen, cualquier miembro de la familia que haga por el adicto lo que éste debería estar haciendo por sí mismo de manera natural constituye un facilitador.
Si una persona se niega a ser un facilitador, las consecuencias para el adicto con certeza pueden acarrear situaciones difíciles para el adicto, como pérdida del empleo, pérdida de su licencia de conducir, una sentencia en la cárcel, alejarse del vínculo familiar indefinidamente, pérdida de contacto con la familia. Sin embargo, no se tiene que llegar a tales extremos.
Si las personas dejan de actuar como facilitadores, es casi seguro que, si bien se van a presentar algunas situaciones difíciles para el adicto en el corto plazo, a largo plazo éste tendrá que enfrentar sus problemas con mayor honestidad. Paradójicamente, a medida que la persona que actúa como facilitador continúa tratando de “ayudar”, la enfermedad avanza y todos sufren, incluidos el adicto y la familia. Si el papel de facilitador es tan dañino, ¿por qué alguien querría tenerlo?
Por lo general, el facilitador piensa que todo lo que se hace representa un esfuerzo sincero para ayudar tanto a la familia como al adicto, o bien como lo mejor que se puede hacer dadas las circunstancias. A menudo tienen miedo de que los problemas del adicto afecten a la familia, por lo que tratan de protegerla de las consecuencias. Al igual que los adictos, los facilitadores se desmoralizan y no encuentran alternativa.