El PRI no está para generar riñas internas. El cansancio de la gente ante procedimientos tan cerrados y reformas tan superficiales generan más desconfianza hacia un partido con mala imagen.
La crítica de personajes como Beatriz Paredes, Dulce Sauri y Manlio Fabio Beltrones al liderazgo del actual presidente del partido pueden generar una escisión definitiva y otra desbancada de militantes. La venia conciliar clásica del priismo que supo, a veces tarde, escuchar la sensibilidad popular, es lo que le ha permitido al partido sobrevivir.
La vía intermedia y la humildad colectiva para aceptar la autocrítica a través de personajes con mayor credibilidad son las únicas formas que tiene el PRI para renacer. A Alejandro Moreno se le olvida que en la era de la transición democrática, los partidos deben servir a la ciudadanía. Cerrarse a una militancia poco representativa ante la sociedad, es cavar tu propia tumba. Las similitudes con los errores que cometió Jesús Zambrano frente al PRD son mayúsculas. Pareciera que Alito está dictando la crónica de una muerte anunciada.
Su Asamblea es la viva imagen del declive total de su dirigencia, no hubo consultas a la ciudadanía, no existió un proceso democrático serio, no se trabajó en una renovación ideológica de los estatutos, no se abrió la discusión al debate público, no integraron ni conciliaron con otros líderes y exdirigentes del partido. Alejandro Moreno renunció a los ideales priisitas que motivaron la existencia del partido y le han permitido subsistir por 94 años: la no reelección, las bases populares, la eliminación de los caudillismos y la apertura y construcción democrática.
Ahora más que nunca resuenan las palabras de Calles que le dieron lugar a la existencia de este histórico partido: pasar del México de los caudillos al de las instituciones. Alito Moreno ha enterrado la idea central de los partidos políticos porque acaba de consolidar su caudillismo, olvidando por completo los avances de estatutos e institucionales que conquistó el priismo con sangre y dedicación.
Traicionar los únicos fundamentos que justificaron la existencia del Revolucionario Institucional y que los demás partidos en el sistema político mexicano sí están dispuestos a cumplir es acercar al partido a su desaparición.
La única solución viable es la apertura, apertura a la ciudadanía, a los sectores populares. Los partidos políticos están para servir al pueblo y no para servirse a costa del pueblo. La regeneración de liderazgos con credibilidad, la reforma ideológica seria, la integración de la pluralidad y el estudio detallado de los retos para el México de mañana son fundamentales para la reconstrucción del partido. Alejandro Moreno acaba, a través de un decretazo, de darle muerte a toda posibilidad de que el priismo vuelva a representar al pueblo mexicano.