Desde 1956, todos los años, el 16 de junio, se celebra en Dublín el Bloomsday, un evento nacional que reconoce el legado literario del escritor irlandés más destacado de las vanguardias y del modernismo anglosajón, James Joyce. La fecha de esta conmemoración literaria se toma de la novela icónica de Joyce, “Ulises”, que narra la historia y aventuras en un solo día en Dublín de Leopoldo Bloom en un 16 de junio de 1904. Actualmente, en esta fecha toda la capital irlandesa gira en torno a la novela de Joyce con un programa repleto de actividades culturales que involucra disciplinas como el cine, las artes visuales, la música y, obviamente, la literatura, atrayendo público y turistas de todo el mundo.
El Bloomsday es un ejemplo de cómo la literatura puede ser, además de un motivo de orgullo y de identidad, un detonante de desarrollo y activar sectores económicos como el de turismo y servicios. En el Bloomsday, la literatura activa restaurantes, pubs, agencias de turismo, hoteles, librerías, entre otros muchos otros establecimientos y comercios.
Esto es un ejemplo de cómo la inversión de un gobierno en la literatura y la cultura tiene impactos a mediano y largo plazo para el desarrollo de una ciudad y una población. Invertir en cultura no debe verse como un gasto superfluo, sino como plantar la semilla que en un futuro se convertirá en un árbol que albergue la vida de muchas especies, así como también dará oxígeno, sombra y nutrientes para todos los que se acerquen a él.
El Bloomsday es un evento que atrae a miles de visitantes de todo el mundo a Dublín. Estos visitantes gastan dinero en alojamiento, comida, transporte y actividades culturales. Esto genera ingresos para la ciudad y crea empleos en el sector turístico.
El Bloomsday también ayuda a promover la cultura irlandesa a nivel internacional. La novela “Ulises” es una obra maestra de la literatura mundial y el Bloomsday es una celebración de su legado. Este evento ayuda a que Irlanda sea vista como un país con una rica historia y cultura.
La inversión en cultura es una inversión en el futuro. Las ciudades y las poblaciones que invierten en cultura son más prósperas y más atractivas para los visitantes. La cultura es un activo valioso que puede generar beneficios económicos, sociales y culturales.
En Sonora tenemos condiciones favorables para que la cultura despunte y se convierta en el detonante de varios sectores económicos, como ya sucede en los centros urbanos de los países desarrollados. Y si no me creen, déjenme hablarles de una semilla que se plantó en el sexenio de Manlio Fabio Beltrones y que ya ha crecido a un punto en el que solo necesita un poquito más de agua para convertirse en un frondoso árbol.
En 1976, el historiador y arqueólogo chileno Julio César Montané llega a Hermosillo como exiliado de la dictadura de Pinochet. Fue recibido para organizar el centro INAH en Sonora y, posteriormente, fundar el Museo Arqueológico en 1982.
Desde su llegada al desierto, Montané se percató de que por donde miraba había algo nuevo que investigar y cartografiar. Fue así que vio la necesidad de hacer el “Atlas de Sonora”, un proyecto que sintió que era una deuda con la tierra que lo había acogido.
En 1993, gracias al mecenazgo del gobernador de Sonora, en ese entonces Manlio Fabio Beltrones, quien vio el valor científico y cultural, así como la gran dimensión de la aportación intelectual de Julio Montané, se publicó el “Atlas de Sonora” con un tiraje de 2,300 ejemplares. En ese entonces, pocos estados de la república podían presumir un libro de mapas que cartografiara la vastedad de su territorio desde la geografía, la biología, la historia y la cultura.
Muchos años después de su publicación, el gran escritor chileno Roberto Bolaño se topa con el “Atlas de Sonora” en la casa de Barcelona del hijo de Julio Montané, Bruno Montané Krebs. En ese entonces, Bolaño apenas estaba escribiendo “Los detectives salvajes”, la novela que lo consagraría como el narrador latinoamericano más influyente de la actualidad. Quedó fascinado con los mapas del atlas de Montané, así como con ese territorio desconocido y lejano que ponía a su disposición para imaginar todo un universo.
Roberto le pide prestado el “Atlas de Sonora” a Bruno. Había decidido que Arturo Belano, Ulises Lima y sus amigos real visceralistas viajarían por Sonora buscando a la poeta Cesárea Tinajero.
Bolaño nunca visitó nuestro estado, pero haber explorado el “Atlas de Sonora” le permitió crear ese Sonora imaginario que sus personajes recorrieron y que con ellos un mundo de lectores por todo el planeta también. Ahora nuestro paisaje y territorio está presente en la imaginación de millones de personas en una gran cantidad de países gracias al escritor chileno y la novela de “Los detectives salvajes”.
El “Atlas de Sonora” es la semilla de un árbol que ahora está creciendo. Gracias a Bolaño y su literatura, se ha convertido en todo un universo literario de trascendencia mundial y atrae a un mundo de lectores que, al igual que quienes celebran cada año el Bloomsday en Dublín, seguramente les gustaría recorrer Sonora como Arturo Belano, Ulises Lima y los real visceralistas.
La inversión que en su momento realizó el gobernador Beltrones en el atlas de Montané, con el tiempo, la buena fortuna y la imaginación de Bolaño, ha puesto a Sonora en la mente de millones de personas. Esto se ha convertido en un campo perfecto para que, con un poco de agua, puedan florecer empresas culturales que visibilicen y muestren las aportaciones de Sonora en el imaginario de los lectores de Latinoamérica y todo el planeta.
Ahora solo hace falta que quienes gobiernan aprovechen estas condiciones, detonando las empresas y proyectos culturales que puedan aprovechar el mundo que Bolaño imaginó cuando se encontró con el “Atlas de Sonora” de Julio Montané.