La comunidad agrícola de Ímuris está preocupada por el futuro de sus cultivos y su economía, y cómo no estarlo si el tramo del Tren Ímuris-Aribabi, que el gobierno federal ésta construyendo sin transparencia y sin una clara exposición de impactos ante la sociedad, tendrá graves afectaciones a la producción agrícola y ganadera de la región, lo cual impactará la economía de las familias de la región y la seguridad alimenticia de la misma. Y aquí algunos datos relevantes.
La principal fuente de agua de la zona agrícola de Ímuris, con un área de cultivo de más de 800 hectáreas, es la presa El Comaquito, la cual se nutre de agua de la cuenca del Rio Cocóspera. En esta zona 240 productores producen principalmente hortalizas y forraje para el ganado. La producción de hortalizas abastece a más del 70% del consumo local, por ser más económica y fresca. Y la ganadería incluye tanto producción de engorda como de leche. La subsistencia de este sistema agrícola, que provee sustento económico y seguridad alimentaria para los pobladores de Ímuris y comunidades aledañas, depende del suministro del agua de la subcuenca del Río Cocóspera y de la presa El Comaquito.
Adicionalmente, en mi nota anterior expuse los daños que este tramo de tren tendrá en el suministro de agua para las comunidades de Ímuris, La Mesa, Terrenate, San Ignacio, y en buena medida hasta Magdalena y Santa Ana, que también parte de su suministro de agua viene del subsuelo que se alimenta de la subcuenca del Río Cocóspera.
Esta parte del Río Cocóspera (Fig 1) se ha visto beneficiada por actividades de conservación y restablecimiento de ecosistema que se han llevado a cabo por más de 20 años en el Área de Conservación El Aribabi (13 mil hectáreas) que han permitido que el ecosistema conserve las características adecuadas para generar y almacenar agua, agua que corre por el río durante todo el año (Fig 1), algo poco visto en nuestro estado.
La Fig 2 muestra la ruta del tren que iría desde El Aribabi hasta Ímuris. La línea roja representa la vía de tren y las líneas amarillas marcan el derecho de vía. Buena parte del tramo pasa por el lecho del río. El impacto en el ecosistema empieza desde la etapa de construcción, en algunos casos por dinamitar, en otros por deforestar y en otros hacer terraplenes de gran altura.
Además, las autoridades han mencionado que más de 30 trenes al día pasarán por esta ruta. La ruta propuesta causaría grandes daños ecológicos al hábitat ribereño y perjudicaría a especies en peligro de extinción. La destrucción seria constante y gradual, al ir destruyendo y eliminando elementos naturales importantes para que el sistema funcione en equilibrio y generando agua. Generaría un deterioro a la calidad de agua y aire, afectación a la cobertura vegetal, pérdida y desplazamiento de vida animal, contaminación acústica, etc. Me permito hacer un comparativo: es como si a una máquina le fuéramos quitando los tornillos y las piezas, eventualmente dejaría de funcionar. La reducción en la generación y captación de agua se harían evidentes y cuantificables en un corto plazo, de entre uno a tres años. Que quede claro: no habría ni remediación, ni mitigación efectiva que pudiera detener el deterioro y eliminación de esta importante fuente de agua.
Este escenario atenta contra el suministro de agua de más de 50 mil personas, la actividad agrícola, la seguridad alimentaria y la economía de esta región se exponen a una situación de alto riesgo, además de afectar a más de 465 especies de animales que viven en la zona. Dicho por agricultores de Ímuris: “La verdad, esta situación es nuestra mayor preocupación porque sin agua no hay vida, y de ahí dependemos, es el corazón de Ímuris”.
Hay otras rutas alternativas para evitar este tramo que pudieran ser viables y con un costo-beneficio más alto. Pero escudados con argumentos ambiguos sobre tiempo y costo, y al modo autoritario del gobierno federal y con la anuencia de servidores públicos del gobierno estatal, se están ignorando los graves impactos ambientales con tremendas repercusiones en lo social y económico.
Ante la situación de sequía en la que se encuentra Sonora, lo cual ya está generando graves estragos en la agricultura y ganadería del estado, que a su vez puede desenlazar una situación de inestabilidad en la seguridad alimentaria, no es justificable y es altamente irresponsable que no se atiendan estas consecuencias. La petición es que se reubique este tramo del proyecto para que no pase por el Rio Cocóspera. La protección de este ecosistema generador de agua en Sonora es de mayor relevancia y prioritaria. Juntos como sociedad consciente e informados debemos evitar este desastre ambiental con tremendas repercusiones en lo social y económico.
Karina López Ivich
Ing. Bioquímica en Recursos Acuáticos, ITESM; con M.Sc. en Ingeniería Ambiental de la Universidad de Guelph (Canadá) y M.A. en Economía y Políticas Públicas del ITESM. Actualmente realiza el doctorado en Sustentabilidad Ambiental en la Universidad de Ottawa y es Directora de IAMM A.C.