Al cierre de este 2023 subyace una crisis grave en el sector alimentario mexican, sobre todo por el impacto provocado por el abandono y desatención que ha tenido el campo en esta administración.
Los números hablan por sí solos, actualmente 56 % de los alimentos agropecuarios que se consumen en el país son importados, lo que contraviene los criterios internacionales, en el sentido de que una nación debe producir cuando menos el 75 % de sus alimentos.
Otro dato impactante es el referido a la producción de maíz en México, la cual se desplomó 40 % en 2023, por lo que se acudio al recurso de las importaciones, imponiendo, con ese rezago, importaciones récord de casi 40,000 millones de dólares.
Estas circunstancias nos colocan en una situación de desventaja en el sector productivo, pero sobre todo impacta a los precios pagados por el consumidor final.
No solo el desmantelamiento del sistema de apoyos e incentivos para el sector productivo por parte del gobierno federal es la causa, hay elementos externos que agravan esta circunstancia pero, sin duda, esta administración, tiene un alto nivel de responsabilidad, por omisión o comisión, del ambiente de incertidumbre que se respira entre los productores agropecuarios del país.
Los recortes presupuestarios aplicados y la consecuente eliminación de apoyos a la producción, modernización y mejora tecnológica, así como la desaparición de los incentivos a diferentes esferas de investigación y comercialización de productos agropecuarios han impactado al sector.
De manera paralela, hay factores externos que han agravado la crisis en el campo, como la escasez de fertilizantes, provocada por la guerra entre Rusia y Ucrania y el consecuente incremento de sus precios, así como la inaccesible adquisición de insumos a precios competitivos, por el aumento sostenido de los costos de producción agrícola.
Un dato adicional, con base al Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural es que entre enero y septiembre de este año suman un total de 502,550.14 hectáreas (ha) siniestradas en el campo mexicano.
Está superficie que fue sembrada pero que por diversos motivos los cultivos no germinaron afecta casi 75% del país, por lo que se consideraron como perdidas.
Un elemento crítico de estas perdidas lo representa la sequía, indicándonos que el cambio climático ha llegado para quedarse, por lo que seremos testigos de temperaturas más altas con menos agua en el país.
Esto ha provocado, conjuntamente con la falta de apoyos en la reducción de las superficies y volúmenes de producción como es el caso del estado de Sinaloa, que ha reducido la superficie de siembra de maíz en 60 por ciento, mientras que en la zona de la huasteca la producción de azúcar ha bajado en casi 50%.
La situación que vive el sector agropecuario es muy preocupante, no solo por el desmatelamiento de incentivos a la producción, que nos pudieran hacer competitivos con nuestros socios comerciales, que también son nuestros competidores, sino por que este año ha sido el más seco desde 1957 y el de mayores temperaturas.
Finalmente, como apunte terminal debemos señalar que otro elemento que ha incrementado los precios finales al consumidor y establecido incertidumbre, inestabilidad y miedo por parte de los productores es la presencia del crimen organizado en algunas zonas del país.
La capacidad para comercializar sus productos, como el caso de limoneros o aguacateros de Michoacán o los productores de pollo en diferentes regiones del país, impacta no solo el desarrollo de la actividad productiva, sino incluso su subsistencia.
Twitter: @gomezreyna