La noche del sábado, la Comisión de Quejas del Instituto Nacional Electoral resolvió una queja presentada por Morena en contra de la revista Siempre y su directora editorial, Beatriz Pagés Llergo, por la difusión, en su número 3678, año LXX, de la silueta de Claudia Sheinbaum Pardo con una cinta roja rodeada de la esvástica Nazi, y la leyenda ¡NO PERMITAMOS QUE GANE!
Aunque la exdiputada federal priista retiró la portada de sus redes y del sitio de Siempre, ante la indignación que provocó dentro y fuera de la campaña de Sheinbaum y Morena, la Comisión de Quejas del INE ordenó a la revista que, en un plazo que no podrá exceder de 24 horas, realice las acciones, trámites y gestiones necesarias para suspender la reproducción, circulación, distribución, venta y promoción del ejemplar número 3678, así como eliminar la nota editorial de su portal de Internet o de cualquier otra ubicación en que se haya difundido dicho contenido.
“El colegiado consideró procedente la adopción de medidas cautelares por atribuirse a una opción política símbolos que fomentan el discurso de odio, incitan a la discriminación o a la violencia, lo que no está amparado bajo la libertad periodística y pudieran transgredir los derechos político-electorales del partido Morena y su precandidata única, Claudia Sheinbaum”, explicó el INE en un comunicado.
La resolución es quizás inoportuna, pero no por ello menos importante. El odio, el rencor y la descalificación no deberían ser los ejes del discurso público y menos en un momento en el que México se apresta a renovar casi la totalidad de sus poderes públicos.
Es penoso que la campaña de Xóchitl Gálvez, los partidos del extinto Frente Amplio por México y los llamados “xochilovers” se base en el recurso del miedo para tratar de bajarle a Sheinbaum los puntos que ellos no pueden conquistar con su oferta política.
Casi al mismo tiempo en el que la directora de Siempre subía esa portada a sus redes sociales, circulaba en canales de WhatsApp un video titulado “La Verdad de Xóchitl”, en el que se muestran imágenes de personas tiradas en campos de tierra, sufriendo dentro de casuchas a medio construir, niños jóvenes desnutridos languideciendo frente a una mesa sin alimentos y tazas vacías, mientras una Xóchitl Gálvez de rostro adusto va diciendo “¿quieres saber la verdad?, la verdad es que no valoran tu esfuerzo, ni te miran ni te escuchan, la verdad es que te han abandonado”. Luego se reproducen escenas de una calle con coches destruidos, hospitales en ruinas, un éxodo de gente caminando en el desierto, escenas de guerra y devastación con mujeres abandonadas, campesinos abandonados, deportistas abandonados, científicos abandonados… Y luego vuelve a aparecer Gálvez a cuadro, diciendo “somos millones de abandonados, millones que sí queremos salir adelante”. El video cierra con la frase que resume la única oferta clara que ha hecho la precandidata opositora: “esos millones soñamos con un México chingón”.
Ésa es la oferta de la oposición, de cara a unas elecciones cruciales para México. Un México chingón que, por lo dicho por la senadora panista, consiste en dar la espalda al pasado 2018-2024, para abrazar el pasado 1982-2018.
La campaña de odio de la candidata opositora no se hace cargo de los saldos de los gobiernos priistas y panistas de los últimos 40 años, ni de los efectos sociales de una política económica que benefició a unos cuantos empresarios y políticos corruptos, y que empobreció a millones.
“La verdad de Xóchitl” no explica las razones profundas de la desigualdad, la injusticia, la violencia y la migración. Al contrario, propone como solución regresar a las políticas que se aplicaron en el país desde Carlos Salinas hasta Enrique Peña Nieto. Quizás por ello, en el equipo que elabora su plan de gobierno destacan miembros de todos esos gabinetes: desde José Ángel Gurría hasta Enrique de la Madrid e Idelfonso Guajardo; desde el foxista Santiago Creel hasta el calderonista Fernando Gómez Mont.
La verdad es que la campaña de Xóchitl Gálvez tiene a sus más potentes voceros en Beatriz Pagés, Brozo (quien se hizo viral esta semana por un programa transmitido en Latinus en el que habla, precisamente de “la verdad”), y en Atypical TV, donde personajes como Carlos Alazraki, Roberto Madrazo, Javier Lozano y Mariana Gómez del Campo tienen más alcance que cualquiera de los dirigentes, estrategas y portavoces formales de la campaña opositora.
La verdad es que nada de esto parece funcionarle a la oposición, pues su candidata aparece estancada en las encuestas, con los mismos 20 o 25 puntos porcentuales que tenía en septiembre, cuando fue electa coordinadora del frente PAN-PRI-PRD.
La verdad es que el prometido relanzamiento de su campaña no se ha visto, más que en esos spots que propagan miedo.
En octubre, cuando su campaña hizo crisis por la revelación de los plagios en su informe profesional para graduarse como ingeniera de la UNAM, Gálvez pidió tiempo para reordenar su campaña, replegarse y preparar una estrategia “chingona”, con un equipo “chingón”.
Después dijo que ella era poco conocida, porque su rival llevaba años en campaña. Acusó al gobierno de preparar una elección de Estado (en eso lleva algo de razón), y finalmente recurrió al expediente lopezobradorista de denunciar el fraude anticipadamente, mostrando su desconfianza en las autoridades electorales.
La verdad es que los meses transcurren y a Xóchitl se le acaban los pretextos y se le agota el tiempo. Se acaba el 2023 y su campaña no levanta, y sus aliados no le ayudan.
Los dirigentes de los partidos parecen tener prioridades distintas a la campaña presidencial. Quizás por ello la coalición “Fuerza y Corazón por México” decidió destinarle más de recursos a las campañas por el Congreso que a la presidencial. Mientras enfrente destinan el 80 por ciento de las prerrogativas a Claudia Sheinbaum.
Los datos apuntan a un abandono de Xóchitl por parte de quienes la convencieron de ser su candidata: Alejandro Moreno prefiere usar las precampañas para promoverse a sí mismo y aparecer en una cuarta parte de los spots de radio y TV a los que tiene acceso el PRI, para decirnos a todos que “los priistas no son perfectos, pero dan resultados y saben gobernar”.
“Alito” prefiere colocar una foto enorme de su cara en el edificio de Insurgentes Norte, que promover a su precandidata.
Mientras que el dirigente de Acción Nacional, Marko Cortés, busca desde ahora una tabla de salvación, “solo por si acaso”. A quienes conocen las entrañas del panismo no les extraña que el dirigente nacional haya operado para que los órganos directivos lo colocaran en el número 1 de la Lista Nacional de candidatos plurinominales al Senado. Todos saben que su verdadera prioridad en 2024 es ganar la Ciudad de México con Santiago Taboada, pues es la apuesta de un grupo de poder que lo ha mantenido en la dirigencia del partido, el grupo de Jorge Romero, ligado con la trama del “cártel inmobiliario”.
Y en el PRD no se ve alegría ni entusiasmo. Su dirigente, Jesús Zambrano, aparece cada vez más serio en los eventos de Xóchitl Gálvez, haciendo campaña de brazos caídos, enojado porque a su partido le tocaron las candidaturas a gobernador en los estados menos competitivos: Tabasco y Chiapas, donde se ve imposible derrotar al lopezobradorismo y donde ni siquiera ha habido acuerdo para formalizar la alianza y postular candidaturas.
La verdad es que Xóchitl Gálvez luce atrapada en la maraña de intereses que defienden los partidos, confundida en las evidentes contradicciones de tres fuerzas que se empeñan en demostrar que uno más uno más uno no siempre es igual a tres.
La verdad es que se le ve incómoda y maniatada, en una campaña en la que comienzan a sobresalir las estrategias de guerra sucia, el discurso del odio y el miedo como último recurso.
Los tristes no ganan elecciones
El politólogo español Antoni Gutiérrez Rubí -quien por cierto asesoró a Claudia Sheinbaum- escribió en 2009 un elocuente ensayo titulado “Los tristes no ganan elecciones (ni lideran, ni seducen ni convencen)”, en el que analiza el éxito de personajes como Barack Obama, que convencieron a millones desde la alegría, la emotividad, la inteligencia y la ilusión en un mejor futuro.
Dice Gutiérrez-Rubí: “los que creen que es posible un proyecto político transformador y progresista desde la cultura de lo pésimo, de lo trágico, de lo feo (de lo serio, de lo adusto, de lo severo) no se dan cuenta de que el concepto “cuanto peor, mejor” es el núcleo psicológico y cultural de los pensamientos autoritarios”.
La verdad es que a Claudia Sheinbaum y a López Obrador se les ve cada vez más sonrientes. Y la verdad es que a Xóchitl Gálvez se le comienza a borrar la sonrisa.