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miércoles, octubre 9, 2024

La persecución de los chinos en Sonora

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Por Ignacio Lagarda

El 14 diciembre de 1899, en la ciudad de Washington, D. C., Estados Unidos, China y México establecieron formalmente relaciones diplomáticas después de firmar el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, conocido como Tratado Sinomexicano, cuyo objetivo era poblar y desarrollar económicamente las costas del norte de México, lo que les permitió su entrada al país sin mayores restricciones, intensificó la presencia de inmigrantes de origen chino en el noroeste del país, la posibilidad de ocuparse en cualquier negocio y garantizó la protección de sus intereses. Esto sucedió durante el porfiriato porque se les consideraba una fuente de mano de obra barata.

En Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Sinaloa y Sonora, la inmigración china estuvo ligada a la minería y la construcción del ferrocarril.
El gobernador de Sonora, Ramón Corral Verdugo, mediante sus contactos con la Sociedad Oriental en San Francisco, California, hizo posible la llegada de los chinos a nuestra entidad. En Sonora trabajaron en el tramo del ferrocarril Guaymas-Mazatlán y las minas de Cananea. Se dedicaron también al comercio de zapatos y ropa, y otros tipos de establecimientos de servicios, como lavanderías, panaderías, planchadurías, boticas, la siembra de pequeños huertos y la venta de productos alimenticios, que fueron prosperando con el tiempo.

El hecho de que los chinos empezaran a desempeñar diversos trabajos no fue del agrado de los grupos de intelectuales y nacionalistas, quienes comenzaron a construir un discurso de odio contra ellos acusándolos de apropiarse del comercio mediano que impedía que los sonorenses accedieran a puestos de trabajo o crearan sus propias tiendas. Entre los argumentos también promovían la creencia de que los chinos tenían enfermedades propias como sífilis, lepra y tracoma.

En un informe del gobernador Corral se precisaba que en Sonora había 2 467 chinos distribuidos en 58 de los 62 municipios, 84% de los cuales estaban entre los 21 y 45 años. En 1910 había 13 mil 203 chinos en todo el país, de los cuales 4 mil 486 residían en Sonora, lo que dio lugar a la formación de una incipiente burguesía china, que empezó a gestar los movimientos antichinos.

Para 1915, los chinos ya se habían afianzado como la burguesía comercial de Sonora y su presencia era particularmente importante en el noroeste del Estado. Dos de éstos prominentes empresarios eran Tung Chung Lung y Siu Fo Chong.

Se calcula que entre 1902 y 1921 llegaron a México unos 40 mil inmigrantes chinos. Para entonces el periódico El Triunfo de Nogales, daba la voz de alarma sobre la supuesta amenaza china en el estado mucho antes de que iniciara la Revolución Mexicana.

Los gérmenes xenofóbicos del movimiento antichino nacieron junto al inicio de la Revolución Mexicana, no solo por la «conciencia mestiza», que revaloró el «nacionalismo», a partir del rechazo a lo «extranjero», sino por su éxito económico.

Sonora sería el centro del odio por lo chino, no obstante que, de sus 221 mil 682 habitantes, solamente 4 mil 523 eran chinos, de los cuales 37 eran mujeres.

Durante los primeros años de la convulsión revolucionaria, el profesor Plutarco Elías Calles se incorporó a un grupo llamado Club Democrático Sonorense cuyo programa destacaba prohibir la migración china a Sonora.
En 1916, José María Arana, profesor, comerciante y presidente municipal de Magdalena, fundó y dirigió la primera Liga Nacionalista Antichinos, dotando así al movimiento de una sólida estructura partidaria para luchar desde la legalidad contra la preponderancia de los chinos.

Dentro de la estructura de ese organismo estaba María de Jesús Valdés, una maestra residente de Magdalena, y Esmeralda Carrillo, quienes empezaron a participar en ese movimiento durante la campaña en 1917 con discursos dirigidos a la mujer sonorense, hasta llegar a presentar la imagen femenina en la esfera pública como guardián de la pureza racial.
El 29 de abril de 1916, en un discurso en Cananea, José María Arana señalaba nueve consecuencias negativas de la presencia china en nuestro país.

En sus argumentos se advertía un contenido ideológico muy relacionado con la creencia que se generalizó a mediados del siglo XIX en países europeos primero y después en América, acerca de que los chinos sufrían enfermedades altamente contagiosas, eran adictos al juego y al opio, y que tenían falta de higiene; a estas razones se agregaron además de que se adueñaban del comercio mediante una competencia deshonesta y que eran enemigos del constitucionalismo.

Los argumentos de José María Arana cobraron fuerza cuando relacionó la existencia de trabajadores extranjeros y su llegada a México con el antiguo régimen. Esto debido a que durante el gobierno de Díaz existieron contratos para traer mano de obra china desde el continente asiático, momento en el que el movimiento de migrantes inició en mayor número.
La Liga Nacionalista Antichinos, se valió de un periódico propio llamado Pro-Patria, para realizar una campaña de concientización de la sociedad sonorense contra los chinos.

La campaña de Arana fue recrudeciéndose durante 1916 y 1917, hasta provocar la respuesta del principal comerciante chino de Sonora, Juan Lung Tain, quien argumentaba que lo único que Arana buscaba era deshacerse de los chinos, sin importarle si en el proceso denigraba más a los mismos sonorenses. Esto sucedía mientras que algunos chinos, o tal vez mexicanos que se aprovecharon de esa situación, apelaron a acusaciones vulgares, a amenazas contra Arana, por lo que el nivel de la polémica decayó.

Frente a ese panorama, Arana se respaldaba mencionando el trabajo de los 17 comités antichinos que había fundado en la entidad con más de 5 000 miembros, cuyo trabajo no era nada despreciable.

En febrero de 1916, ya como gobernador del Estado, Plutarco Elías Calles prohibió la migración china al Estado por considerarla nociva, inconveniente e inadaptable y agregó dos nuevos artículos segregacionistas a la Ley Orgánica del Gobierno y Administración del Estado. Ambos artículos decretaron la creación de los barrios chinos (ghettos) para resguardar a la población local de la exposición a posibles contagios.

Los intentos por atajar el problema chino fueron sistemáticos y prolongados. El programa del antichinismo antichino organizado, se proponía lograr la prohibición de la inmigración china, vigilar su higiene y clausurar los fumaderos de opio y las casas de juego de los chinos.
En 1919, el gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, ratificó la prohibición que su antecesor Plutarco Elías Calles, había promulgado contra la inmigración china.

Por los problemas diplomáticos que la campaña implicaba para el país, Venustiano Carranza ordenó la anulación de las medidas que violaban los derechos de estos inmigrantes, respaldados por el tratado de Amistad y Comercio. De esta manera, el movimiento antichino se debilitó, pero cobraría nuevo auge a partir de 1924, año en que el racismo fue fomentado por el discurso nacionalista oficial en el contexto de la construcción de la nueva identidad mexicana.

De los más de 6 000 chinos que había en Sonora en 1919, para 1921 quedaban 3 600.

En 1920 llegó un periodo en el que se mezcló el factor de la política nacional, cuando el grupo Sonora se apoderó del poder nacional, encabezados cronológicamente por Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles y Adolfo de la Huerta, quienes establecieron entonces las bases institucionales e ideológicas del nuevo Estado, en el que el movimiento antichino funcionó como un importantísimo modelo antecedente de la retórica nacionalista que formó ideológicamente a la nueva nación.
Para 1921 en un bien definido programa político que, enarbolado por los comités antichinos Pro-raza y salud pública, demandaban al gobierno federal la rescisión del el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación, así como la cancelación de las relaciones diplomáticas. De esta manera, se quiso cerrar el acceso de los inmigrantes chinos a México.

El gobierno del presidente Álvaro Obregón (1920-1924), firmó el 21 de septiembre de 1921 un modus vivendi al Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con China de 1899, restringiendo la afluencia de trabajadores chinos para terminar con la ruinosa competencia que representaban para los obreros mexicanos. Este argumento, sin embargo, no satisfizo del todo a los antichinos que demandaban la prohibición absoluta al ingreso de chinos.

En 1922 en Hermosillo había dos casinos que funcionaban como centros de reunión de los dos grupos confrontados donde había prostitutas y se consumía opio: el de la logia masónica Chee Kung Tong, llamados Tong, bajo el mando de delegados y comisarios del gobierno chino, que tenía su sede en la calle Garmendia, y el del Partido Nacionalista Kuo Ming Tang, que luchaba para ganar el poder para su fundador Sun Yat Sen y lo tenían en la calle Elías Calles. Ambos grupos se odiaban y se hacían la guerra no solamente comercial sino con grupos armados.

Entre mayo y junio de 1922, inició una violenta rivalidad entre ambos grupos con el resultado de varios de ellos muertos, lo que provocó que las autoridades expulsaron del Estado a unos 300 chinos involucrados en los hechos.

Los comités nacionalistas antichinos supieron aprovechar los ánimos caldeados por los enfrentamientos entre los grupos para ejercer más presión contra ellos, contando con el apoyo de los comerciantes sonorenses que se veían afectados por el éxito de los negocios chinos.

El anti chinisno en sus demandas logró engarzar los enunciados de higiene racial y sexual con postulados de un nacionalismo económico, que se plasmaron en los siguientes puntos:

1.- Segregar a los chinos en barrios especiales (ghettos), prohibiéndoles el comercio de comestibles, con lo cual se protegería al consumidor nativo de posibles contagios de horribles enfermedades. Los chinos, sus costumbres y su modo de vida podrían convertirse en focos contaminantes de la salud pública y de las buenas costumbres.

2.- Prohibir la inmigración china y expulsar a los chinos del país por ser extranjeros perniciosos. La guerra de los Tongs ocurrida en Baja California y Sonora entre 1922-1923 agravó aún más el encono contra los chinos en México, pues reforzó esa imagen como seres violentos y mafiosos, practicantes del tráfico de drogas y corruptores de diversos funcionarios públicos. Los chinos se denunciaron unos a otros, lo que provocó que el presidente Álvaro Obregón (1921-1924) los percibiera como extranjeros perniciosos para decretar su expulsión del país con la aplicación del artículo 33 constitucional.

3.- Bloquear las uniones sexuales de hombres chinos con mujeres mexicanas para evitar así a la raza mexicana, seguras degeneraciones genéticas y estéticas. Los chinos, se afirmaba, engendrarían hijos con las mujeres mexicanas más humildes, hijos que por sus limitaciones raciales-genéticas, resultarían una población inadecuada para encaminar a México hacia la modernidad. Los chinos, considerados como una raza heterogénea respecto a los pueblos de origen europeo, estarían tan degradados como los indígenas mexicanos debido a lo cual, de reproducirse entre sí, entorpecerían el progreso nacional.

4.- El nacionalismo antichino se expresó también en la consigna de consumir productos nacionales, cuya contracara era boicotear a los comerciantes chinos. Otra vertiente de esta misma acción culpabilizaba a los braceros chinos por ocupar puestos de trabajo por un bajo salario y desplazar a los trabajadores mexicanos, obligándolos a buscar fuentes de empleo en Estados Unidos.

En 1923, tras acusar a los chinos de apoderarse del empleo de los sonorenses, contagiar de enfermedades y degenerar la raza, el Congreso de Sonora aprobó en diciembre dos leyes que hasta la fecha son consideradas las más racistas, discriminatorias y xenófobas de México.
El diputado local José Ángel Espinoza, uno de los acérrimos persecutores de los chinos, detallaba los motivos por los que había que eliminarlos del Estado, diciendo:

“…constituyen una ofensa a nuestras instituciones, un escupitajo a la bandera nacional y si los mexicanos no tuviésemos razones de otra índole en agravio de la colonia china, con éstos frecuentes y groseros insultos a nuestra patria, tendríamos motivos más que suficientes para justificar los excesos que pudiesen cometer las organizaciones anti chinas”.

El 8 de diciembre de 1923, siendo gobernador Alejo Bay, se promulgó la Ley N.º 27, que obligaba la creación de barrios chinos en todos los municipios del Estado con el fin de que las personas originarias de ese país dejaran de convivir con los sonorenses y prohibía el establecimiento de cualquier negocio por individuos de origen o nacionalidad china fuera del barrio de su concentración.

La propuesta de la Ley N.º 27 presentada por el diputado Alejandro C. Villaseñor en su exposición de motivos expresaba:

“Estando diseminados dentro de las poblaciones del estado no es posible evitar la propagación de enfermedades (…) toda vez que la venta de pan, carne y otros artículos de primera necesidad es efectuada por ellos.
Estos pulpos absorbentes no se conforman con arruinar al grande y al pequeño comercio e industria de los hombres, sino que hasta las labores más humildes que antes eran el único patrimonio o recurso para conseguir el sustento de las pobres obreras lo han absorbido. La degeneración de la raza es un problema en la costa occidental, pues hay cientos y quizás miles de niños de ojos atravesados”.

El sábado 22 de diciembre de 1923 se promulgó la Ley N.º 31 que prohibía el matrimonio de mexicanas con individuos chinos, que en solo dos artículos decía:

Artículo primero:

Se prohíbe el matrimonio de mexicanas con individuos de raza china, aunque ostenten carta de naturalización mexicana.

Artículo segundo:

La vida marital o unión ilícita entre chinos será castigada con multa de $100 a $1,000 previa justificación del hecho por los medios que establece el derecho común y será aplicada por las autoridades municipales del lugar donde se cometa la infracción.

La propuesta de Ley N.º 31 entregada por el diputado Jesús G. Lizárraga contaba con la siguiente exposición de motivos:

El cruzamiento de nuestras mujeres con los enfermizos descendientes de Confucio influye notablemente en el decaimiento y degeneración de nuestra especie imponiéndose por tal motivo la necesidad de restringir un mal que de acrecentarse nos acarrearía fatales consecuencias.

La medida más trascendental y a la par más influyente para evitar la degeneración de nuestra especie, o sea la prohibición de matrimonio de mexicanos con individuos de raza china.

El espíritu de ambas leyes era «salvaguardar los intereses de la sociedad, evitar la degeneración de nuestra raza y establecer un valladar moralizador a la mujer mexicana».

La Ley N.º 27 dio pie a que fueran expulsados algunos chinos y además tuvieran afectaciones económicas ya que si no liquidaban sus negocios se los confiscaban.

La Ley N.º 27 fue derogada al año siguiente luego de que el cónsul de China en Sonora y Sinaloa, que vivía en Nogales, solicitara su cancelación y se dictara un acuerdo económico.

La Ley N.º 31 estuvo vigente hasta 1932, año en el que hubo deportaciones masivas. Algunos chinos se fueron, otros se escondieron y a otros los asesinaron, y derivó a que se expulsara de Sonora más de 55 000 chinos, entre ellos 500 familias.

Años más tarde se decretó que se sancionara a aquellas mujeres que registraran a niños descendientes de padres chinos por quedar en evidencia que habían transgredido la ley.

A las mujeres mexicanas casadas con chinos se les llamaba «chineras» y se les retiraría su nacionalidad mexicana. Fueron frecuentes los encarcelamientos de chinos al ser encontrados viviendo con mexicanas.
José Ángel Espinoza describió a las «chineras» de la siguiente manera:
Una mujer desastrada y cochina, cuyos hijos, semejantes a escuálidos ratones, no tendrán un solo rasgo característico de ella, ya que es bien sabido que, de la unión de un chino con una mexicana, nacen chinitos tan legítimos que no niegan al padre ni en la piel amarilla, ni en los ojillos buscadores y tracomatosos, pero ni en las mañas, inclinaciones y vicios.
Los abusos contra los chinos se multiplicaron y sus negocios fueron cerrados arbitrariamente. Se clausuraron carnicerías, dulcerías, panaderías y todos los negocios de víveres propiedad de chinos. Fueron sometidos a las normas de los requisitos del Código Sanitario para el comercio de comestibles. Todo ello se justificó bajo el enunciado de higiene racista que quería proteger a la población nativa de la transmisión, a través del comercio de alimentos, de enfermedades contagiosas.

En el marco de la sexualidad, la prohibición de los matrimonios chinos-mexicanas evitaría la transmisión de la sífilis a sus descendientes. Se estableció un trato diferencial para los chinos, que quedó formalizado en una legislación racista y discriminatoria Muchos de ellos, ya naturalizados, junto con sus esposas e hijos mexicanos, también fueron excluidos de la nación como extranjeros perniciosos.

En la década de 1930, cuando se agudizó la campaña en contra de los chinos, se incorporaron algunas modificaciones al Código Sanitario que regía en el estado de Sonora, prohibiendo a los comerciantes de abarrotes la venta de medicinas y pan en un mismo establecimiento, mientras que los comestibles como carne y verduras solo podrían venderse si estaban enlatados.

Además, se especificaron las condiciones que debían de guardar los establecimientos comerciales, entre las que se pedía que dichos espacios contaran con iluminación y ventilación y que no fueran empleados como vivienda.

Otra de las medidas adoptadas en la administración sonorense, que fue determinante para conseguir los fines perseguidos por el movimiento antichino, fue la Ley del Trabajo en su artículo 106, el cual establecía que en todos los negocios y empresas de extranjeros debían emplearse 80 % de trabajadores mexicanos, bajo el argumento del desempleo que se padecía por la repatriación de los trabajadores migrantes que habían regresado al país después de la crisis de 1929.

En la década de 1930, el movimiento antichino en Sonora tuvo el respaldo del gobierno del Estado, ya que el gobernador Rodolfo Elías Calles (1931-1934), nombró a algunos personajes que se habían distinguido por su participación en las organizaciones nacionalistas en puestos claves como el de Inspección de Trabajo y en la Dirección General de Salud.

La acción más drástica de la campaña tuvo lugar a finales de 1931, cuando se comenzó a expulsar a los chinos del Estado y gran parte de la comunidad china fue disminuida. Algunos chinos se fueron refugiar a otros estados de la República Mexicana, otros eran aventados en trenes en la frontera con Estados Unidos, muchos se quedaron en Arizona, otros viajaron a California.

La campaña contra la migración china continuaría por algún tiempo hasta que fue expulsado del país el expresidente Plutarco Elías Calles y su hijo Rodolfo fuera sacado del Estado por el presidente Lázaro Cárdenas para nombrarlo secretario de Comunicaciones y Obras Públicas en 1934.
Al final de la campaña se deportó a los chinos y las mujeres que habían perdido su nacionalidad mexicana al casarse con ellos, tuvieron que seguir a sus esposos porque social y políticamente ya estaban excluidas.
Algunas las mujeres casadas con chinos interpusieron al menos 30 amparos de 1924 a 1932 para evitar la sanción.

No hay evidencia específica de dónde estuvieron localizados los barrios chinos en Hermosillo, la historia oral los ubica en la actual colonia Las Quintas, que eran las márgenes de la parte urbana.

Después de que terminó la expulsión de los chinos solo unos cuantos se quedaron en Hermosillo como Martín Mar, padre del boxeador Tony Mar, Juan Gay, comerciante mayorista, la familia Cinco que fue dueña de una dulcería y la familia Sau, Luis Lau fabricante de calzado y Luis José Wong dueño de una sastrería.

Hubo cuatro molinos de nixtamal pertenecientes a los chinos, Miguel Fu Min, Manuel Chan y Lung Sang Fock y la fábrica de escobas y pastas alimenticias La Oriental de la que era dueño el señor Benjamín Ungson.
También se establecieron aquí Juan Sing Cuan, Francisco Tan Cion, Io-Ton, Florencio Hau y Alberto Chan, la mayoría abarroteros minoritarios como Chon Qui Hnos, quienes tenían una tienda llamada El Correo de Ultramar.
En los años treinta, residía en Hermosillo José L. Chon, quien practicaba con éxito la herbolaria. Su ultimo consultorio estuvo atrás de la escuela Leona Vicario.

El señor Abelardo Juanz y otros sembradores de legumbres en las huertas aledañas a Hermosillo, así como la familia de José Domingo Fong a quien nunca molestaron las autoridades ni en su casa ni en su joyería.
Algunos de ellos encontraron amparo con familias sonorenses; un caso muy conocido es el de la familia Camou Escalante, que cobijaron al chino Abelardo Juanz en su rancho El Torreón. Con el tiempo, Juanz se convertiría en un famoso restaurantero chino de la colonia Casa Blanca, en Hermosillo, con su famoso restaurante Abelardo. A mediados de los años sesenta nace una nueva generación de chinos en Hermosillo como Antonio Chua, con su Restaurante Tai Pak; después el Fun Lam, y posteriormente, el Pekín; Fernando Chow y Joaquín Lee, con el popular Jo-Wah; la familia Yepson de la ferretería La Rumba; los Fonllem y los Bujanda Wong.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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