Por Aarón Ibarra / Línea Directa
Culiacán, Sinaloa.- Un pequeño cangrejo violinista se abre paso entre la arena. Se dirige a un manglar. Junto a él otro puño de pequeños crustáceos. A simple vista se aprecia cómo rodean un hueso. El olor es fuerte. Después de prestar más atención no es un hueso, son varios. Es una carcasa de lo que en vida fuera una tortuga.
El sitio fue descubierto después de que un usuario en redes sociales liberara a una tortuga. Estaba cautiva entre los mangles. Un alambre acerado la tenía aprisionada a través de un agujero en su caparazón. En el video se aprecia que después de forcejear un momento logra remover el fierro.
“Aquí nos encontramos una tortuga atorada en los mangles, allá en el fondo se puede ver otra que ya está muerta. Se están atorando aquí, se están muriendo”.
Ello ocurrió durante la tarde del domingo 17 de septiembre. Para la tarde del lunes 18, ya con la marea baja, Línea Directa realizó un recorrido en la zona. El manglar se podía apreciar a simple vista, pero no había rastro de nada más. Una vez adentro, los primeros huesos comenzaron a asomarse. Es un cementerio de tortugas.
Restos de una concha, más bien un caparazón. También de una mandíbula. Entre los mangles había por lo menos tres fierros oxidados con una cuerda atada a un extremo y enredados de forma ovalada, como emulando un candado. De ese extremo amarraban a las tortugas en el lugar.
Es al interior de un conjunto de casas en la vieja zona residencial de Altata, en Navolato. El destino de playa preferido por muchos culichis. Es un estero que funciona entre embarcadero y desembocadura de aguas negras.
Aprovechaban el espesor de los mangles. Los vecinos no lo notaron hasta antes de ese domingo. Un pescador regresaba de su segundo día de pesca de camarón. Advierte que no le fue tan bien como hubiera querido pero la zafra no fue mala. Sobre la tortuga, lamenta lo sucedido.
“Por uno la llevamos todos y a mi no se me hace justo”.
Se refiere a la captura de tortugas. Explica que en la zona no es algo común, al contrario.
“No es muy normal pero pasa, sí pasa”.
El pescador reanuda sus labores. Explica que estas actividades los golpea más a ellos que a nadie, ya que la veda recién se levantó y la captura no ha ido de la mejor manera. Ha sido difícil. Sin embargo, es su trabajo y les ayuda a solventar los gastos.
Terminan de cargar el camión con los camarones. Dice que capturaron alrededor de 150 kilos. Esperaban unos 300, dijo, pero no están mal los que lograron sacar. Emprenden la marcha, la jornada terminó.
Y entre los mangles quedaron apenas las carcasas. Unos rastros del cuerpo de al menos dos tortugas y una especie de sepultura de un tercer animal. También los tres candados hechizos que utilizaron los captores para evitar que las presas escaparan.
Después del recorrido por los mangles el equipo de Línea Directa se trasladó a la capitanía de puerto, pero esta se encontraba cerrada. Eran alrededor de las 17:00 horas cuando se hizo el arribo al sitio. Cerrado.
En peligro de extinción
La captura furtiva de estos ejemplares no es algo nuevo. En 2019, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) tomó evidencia de al menos 40 caparazones de tortugas en la Isla de la Piedra, en Mazatlán.
El hecho fue denunciado en un principio por la sociedad civil Son Playas.
La similitud con el hallazgo en Altata es muy notoria, este se realizó entre un manglar en una zona que no es de fácil acceso, frente al muelle pesquero que resguarda la flota camaronera.
Según el Código Penal Federal, “la captura, daño, muerte o colecta de cualquiera de los productos o subproductos de tortuga marina es considerado un delito contra la biodiversidad cuya sanción va de uno a nueve años de prisión”.