Por más que se quiere mantener el optimismo y registrar solo situaciones que alimenten el alma desde lo positivo, en algunas ocasiones es necesario también reflexionar sobre lo que atrapa a la humanidad.
Seguramente nos hemos encontrado con información que nos recuerda, a cada momento, que somos los arquitectos de nuestro propio destino. Que construimos con nuestros pensamientos el mundo material en el que vivimos, que se manifiesta y materializa lo que pensamos. No deja de sorprendernos el resultado.
Pareciera que no entendemos nada o no queremos aceptar lo que esto significa.
¿Será miedo a la responsabilidad?
Porque ya no tendremos a quien señalar o decirle culpable de lo que pasa y destruye cada día nuestro mundo.
Esto significa asumir la responsabilidad y el compromiso que implican todos nuestros actos y que entre otros aspectos nos llevan a donde nos encontramos hoy.
Porque si cada uno ha construido lo que está viviendo, algunos aún tenemos promedio muy bajo e incluso estamos reprobados como SER humano.
Así que, solo por un instante, hagamos una reflexión evaluando lo que hacemos: construye o destruye.
Sin engaños y muy objetivos, para que verdaderamente se pueda emprender una reconstrucción de nuestros actos, de nuestros hechos.
Pero además nos conectamos unos con otros: somos seres que vivimos en manadas y vamos compartiendo con los demás lo que va en cada uno.
Aquí lo interesante es preguntarnos qué compartimos o qué queremos compartir, incluso ¿qué traemos para compartir?: tristezas, miedos, frustraciones, insatisfacciones, resentimientos.
O por el contrario: ser la paz, proyectar el amor donde quiera que estemos al inspirar y despertar gusto por la vida, motivación, pasión y entrega en lo que hacemos.
Dignifiquemos la condición humana, reconociendo tu divinidad en mí…