En 2017 se conoció la historia de un schnauzer adoptado por un grupo de monjes franciscanos y se volvió famoso por utilizar un peculiar atuendo a la medida como el de sus dueños religiosos.
Pero fue casi cinco años después que el Hermano Bigotes se viralizó en redes sociales, pues usuarios se sorprendieron al ver las fotos del perro y su vida en un convento de Bolivia.
Todo comenzó en Twitter, donde el usuario Tomás @CorVi_0070 retomó la historia del perro y rápidamente tuvo mucho alcance.
“Después de ser abandonado por su familia, este cachorro fue adoptado por estos monjes franciscanos y vive con ellos en su comunidad, se convirtió en ‘Fray Bigotes”, dijo en colocó en el tuit.
En las imágenes compartidas se observa al Hermano Bigotes con un hábito café y acompañado de sus rescatistas.
“Y yo pensando que era un Jedi”. “El verdadero movimiento franciscano”. “Venga mijo, vamos, entregarle su corazón al Señor Todopoderoso”. “Quiero ser ese perro”, fueron algunas de las reacciones en redes sociales
Aunque el schnauzer es conocido como Fray o Hermano Bigotes, su nombre real es Fray Carmelo y previo a vivir con los religiosos, pasaba sus días en un refugio en Bolivia después de encontrarlo en las calles, vagando sin rumbo.
Fue así que un grupo de frailes del convento de San Francisco, en Cochabamba, buscaban a un cachorro que alegraran el lugar y se encontraron con Carmelo.
Los franciscanos tienen una unión especial con los animales.
San Francisco de Asís fue nombrado patrón de los animales, veterinarios y ecologistas.
En torno a su figura, se cuentan cientas de anécdotas que grafican su empatía.
Una leyenda, por ejemplo, dice que las golondrinas lo seguían con devoción y formaban una cruz sobre su cabeza.
Ante este contexto fue que los monjes bolivianos siguieron el mensaje de San Francisco y, por ende, adoptaron a Carmelo.
A los pocos días, decidieron bautizarlo como Fray Bigotes. La sotana marrón con la que lo vistieron lo convirtió en una celebridad de las redes sociales.
“El perro tiene todo el espacio para que pueda desear jugar y correr libremente. Además dispone de una fuente para beber y refrescarse cuando quiera”, comentó uno de los hermanos.
Jorge Fernández, uno de los padres del monasterio, dijo: “Su vida se resume en jugar y correr. No tiene obligaciones de ningún tipo.
Aquí, todos los hermanos lo queremos mucho. Ahora es una criatura de Dios”.
Más allá de no tener obligaciones, Fray Bigotón sí sirve de ejemplo. El Proyecto Narices Frías de Bolivia fue el encargado de su rescate cuando aún se llamaba Carmelo.
Con información de Infobae