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viernes, mayo 3, 2024

Literatura y films autobiográficos

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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Vistudes y justificación

I.- El paisano actor Jorge Celaya se quejó en su FB: “Leímos, entre otros comentarios negativos sobre el cine autobiográfico, de un compatriota para variar, que los cineastas mexicanos son los únicos que se hacen este tipo de películas a mitad de su carrera, refiriéndose a Iñárritu y Cuarón. ¿Quién determina cuál es el momento de hacerlo?, sobre todo si se cuenta con la sensibilidad, talento, dedicación, disciplina, arrojo, experiencia y resultados valiosos de sus films a nivel mundial, con que cuentan. Hay que mostrar poco de respeto por los logros de los demás. Aun cuando sus películas autobiográficas (más logros que errores) valieran un “cacahuate” (no es así), por el sólo hecho de haberlas escrito, dirigido y producido ellos. Sólo el intento sería un logro inmenso para su experiencia, sin mencionar premios que Cuarón ha logrado con ROMA e Iñárritu seguramente irá acumulando con BARDO. Yo sólo digo”.

Raúl Farías Higareda, uno de sus contactos, opinó: “LA ENVIDIA, sobre todo, es una rémora que se nutre con los logros del tiburón y, ni modo, condenada a seguirlo. Aquel 7 de febrero de 1987 abordé un taxi en la terminal de la Greyhound en Houston, Tx. y el conductor, muy amable y como que no quiere la cosa me dijo: ´Mire, amigo, mi agüelo fue mexicano. Mi padre y yo ya nacimos aquí, pero queriéndolos a ustedes, porque de ahí venimos; pero le voy a decir una cosa: aquí hay muchos pozos prietos que se creen bolillos [gringos] y escupen pa´méxico. Cuídese mucho de los negros, de los chicanos y mire que yo soy de ésos, pero se lo digo en serio, cuídese más de uno que otro mexicano´. —¿Por qué? —le pregunté. —Usté lo va a ver…” ¿Qué tal? Abrazo, hermano Jorge.

II.- Toda proporción guardada, padezco del mismo síndrome EIT con motivo de mi libro EL HERMOSILLO QUE SE NOS FUE. POSTALES DE UNA FAMILIA DEL BARRIO 5 DE MAYO. Al decidir publicarlo, inconscientemente mi sexto sentido me hizo un guiño y quise anticiparme con las líneas siguientes que comparto. Sean ustedes los que juzguen, lectores:

III.- “ADVERTENCIA DEL AUTOR. UN VIEJO SUEÑO

Sin hacer metafísica ni fetichismo de los recuerdos, todo empezó una mañana del 2 de noviembre de 1995, al pie de la tumba familiar, del Panteón Yáñez, que guardaba los restos de mi padre Odón Rodríguez Reynoso (17/nov./1894-14/abr./1958) y de mis hermanos Luis (30/ago./1942-16/jun./1972) y Albertina Rodríguez Espinoza (7/ago./1953-30/ago./1953). Invité para visitarla -y fatal destino físico del resto de nuestra estirpe- a mis sobrinos Silvia del Carmen, Odoncito, Luisito y Verónica, huérfanos de mi hermano mayor.

Siempre he procurado recrear con ellos las remembranzas de nuestra familiar relación con su papá y las de ellos con su ascendiente desaparecido. Es producto de un natural instinto de recuperar una identidad que se trae en la sangre, pero que suele perderse en las neuronas; platicarles más de nuestras raíces genealógicas, de nuestra vida en familia, del barrio 5 de mayo, de nuestros años de escuela y de la Banda de Música en la Universidad de Sonora, y cuya carrera de Administración de Empresas le truncó el destino aquel malhadado 15 de junio de 1972, cuando Luis perdió la vida, trágico accidente en la curva de la carretera a Ures, su pueblo natal.

Les prometí regalarles mi relato con los detalles significativos, mientras clavaba mi mirada en las inscripciones de nuestros tres seres queridos y ausentes y en lo más recóndito de mi memoria y de mi alma …

Me permitió realizar un viejo sueño, acariciado durante los últimos años: relatar mis más relevantes recuerdos. No porque mi existencia sea excepcional o escape al común de los millones de vidas humanas de quienes han habitado, habitan y seguirán habitando nuestro planeta. Nada de eso. Es sólo que me da cabida a referirme a remembranzas válidas que le han dado sentido al devenir de mis pasos, vistos desde la perspectiva de una etapa de plena madurez biológica y de rememoración no tan deteriorada pero que, aun cuando no corresponda a otra -emocional,  intelectual, ¿qué se yo?-, me impulsan a volcar un torrente de pasado, de demasías que esperaban un vertedor para no agrietar ni desbordar un contenedor espiritual, de gran capacidad, pero que me claman su erupción.

Podrá servir -además de conocerme más y mejor a mí mismo, el más difícil de los conocimientos decía Sócrates y retomó Cervantes-, para un saludable auto exorcismo de fantasmas y demonios interiores y recrear las experiencias de más de una época de mi realidad más próxima, desde una óptica personal, pero que tienen mucho en común con varias otras vidas de mi familia y de mi generación, paralelas en tiempos, en espacios y en modos distintos y -¿por qué no?- hasta contrarios, de percibir el mismo género de fenómenos agridulces, cinceladores de un carácter y forjadores de una personalidad. Es un documento que la mayoría deberíamos escribir y compartir.

Dice un filósofo que la vida es sólo una gota de rocío en una brizna de hierba. Pero que para cada hombre, su gota es lo más importante de este mundo; uno que es, para él, solamente el reflejo del mundo en esa gota.

III.- CARLOS FUENTES, con motivo de su novela “Los años con Laura Díaz”, en entrevista expresó: “Un escritor debe adquirir muy pronto la disciplina, desde luego, o no produce. Vivimos en un país de promesas que se quedan en eso; de seres platónicos que le tienen horror a la página escrita, que creen desarrollar su inteligencia por medio de la charla, de los encuentros de café o las desveladas o la conversación a veces inteligentísima. Recuerdo un caso maravilloso, uno de los hombres más inteligentes que he conocido en México, Jorge Portilla, un joven filósofo del grupo Hyperión, que murió cuando tenía apenas poco más de 40 años. No he conocido una mente filosófica más brillante que la de él. Pero Jorge era incapaz de sentarse a escribir una cuartilla, le provocaba un trauma espantoso, era de la escuela platónica, era un peripatético aristotélico, fue un platonista convencido de que cederle el verbo a la letra escrita era una especie de traición al diálogo. Y hay mucha gente del mejor de los niveles que piensa, y hay muchos tarambanas, muchos desordenados que no alcanzan esos estratos. El caso es que Portilla sí creía que el diálogo se daba peripatéticamente. En cambio, creo que un escritor no tiene más remedio que sacrificar un poco del logo centrismo platónico que anida en todos nosotros, pues nos gusta conversar, y sentarse en la soledad soberana y al mismo tiempo esclavizante para hacer sus libros. La obra escrita se hace en la soledad más grande, por eso el escritor necesita ciertas compensaciones, porque la literatura es un acto de soledad terrible. Hay que entender ese estado de soledad y convertirlo en una virtud y en un goce. Cuando uno alcanza el placer de escribir, solo y su alma, es cuando ha ganado la batalla de la literatura”.

IV.- LORENA CRENIER, al comentar el libro “Mi memoria es…”, expresa que la infancia es el territorio recurrente del devenir humano. Con los recuerdos más lejanos iniciamos y terminamos nuestra vida. Las reminiscencias cobran la forma de los lugares cotidianos por donde transitamos de niños, y de todo aquello que desde entonces marcó indeleblemente nuestros sentidos. Así, el parque, la iglesia y el mercado; la música del radio, los olores de pan recién horneado, los arrullos y el color encendido del sprin planchado y de la bugambilia, los guamúchiles y las pitahayas definen una historia personal y, a la vez, la de muchos barrios, comunidades y una sola nación.

V.- GARCÍA MÁRQUEZ bien dice que la vida de uno no es lo que sucedió, sino lo que uno recuerda y cómo lo cuenta. En la memoria de cada uno de los mexicanos yace guardada una serie de instantáneas que se pueden rescatar para compartirse, mediante los recuerdos los cuales, al invocarse, cobran vida nuevamente y de esa manera permanecen para siempre.

VI.- LUIS GONZÁLEZ Y GONZÁLEZ —su “Pueblo en Vilo”, el más representativo de la microhistoria en México— rememora que las personas y hechos del terruño es algo que todo el mundo hace todos los días. Si lo pequeño es cifra de lo grande, la microhistoria, la historia del lugar donde viven, resulta absolutamente significativa para los niños. Practicarla les permite acceder y comprender cabalmente la historia de su país.

Solos o a través de la lectura compartida con sus padres, los pequeños lectores pueden conocer, reconocer y disfrutar los múltiples aspectos de lo que constituye el patrimonio cultural y natural de México. Encontramos, por ejemplo, un taste, una plaza, una presa, un paseo, una fotografía, una fiesta o un templo.

Estas microhistorias debieran estar al alcance de los maestros, para ayudarlos a reavivar su propia memoria, que puedan ejercitarla junto con sus alumnos. Para el resto de los lectores, un libro como éste nos ayuda a no dejar caer en el olvido lo que nos pertenece. Apropiarnos de lo nuestro pareciera en sí reiterativo. Pero cuando nos percatamos de lo poco que conocemos nuestro patrimonio —si acaso sabemos en qué consiste— resulta obligatorio preguntarnos: ¿Qué hacemos, en cada barrio, pueblo y ciudad, por cuidar aquello que representa nuestras raíces y que, por lo mismo, necesitamos tener presente?

Es un llamado al barrio, a la ciudad, al Estado, a la región y a México de quienes nos antecedieron y el que cada uno de nosotros conoció. Sus páginas fortalecen la imagen del país real donde nos gustaría vivir a los mexicanos.

VI.- JUAN JOSÉ MILLÁS -escritor español y prestigioso columnista del diario El País, de Madrid- afirma que una biografía personal es el mejor regalo que se les puede hacer a los hijos o a los nietos. Cuando los padres desaparecen, uno revisa el álbum familiar, porque al hacerlo se incluye. Uno tiene la impresión de que los padres se han ido sin contarnos lo más importante, con algún secreto. Por eso la idea de una biografía es tan atractiva. Hoy toda la gente quiere contar su vida. Me dicen: “Mi vida sí que es una novela. Si se la contara, usted escribiría un libro”. Todo el mundo lleva una novela adentro. Y cuanto más gris es una vida, más apasionante es contarla. Kafka llevó una vida de oficinista y fíjate lo que había dentro de su cabeza.

“Me interesa mucho la soledad, porque en ella ocurren cosas muy contradictorias. Vivimos en aglomeraciones urbanas, pero cuanto más juntos, más solos estamos. Hay una soledad impuesta que empieza a ser terrible, porque los datos lo son. En Madrid, este año han muerto cerca de 30 ancianos solos en sus casas y se ha tardado días o semanas en encontrar sus cuerpos, pues nadie los había echado de menos. Pero hay otra soledad buena, el espacio moral en el que nos encontramos con nosotros, crecemos y sabemos quiénes somos”, escribe Millás.

VII.- MARCELA GUIJOSA, autora del libro “Escribir nuestra vida. Ideas para la creación de textos autobiográficos”, Paidós, expresa que el ejercicio de relatar por escrito la vida propia puede sumir en los mares maravillosos -y tormentosos- de la creación literaria, pero tiene un efecto extra, sanador, casi auto terapéutico: el de la reconciliación del autor consigo mismo a partir de la revisión de su existencia. Por ello, desde hace algunos años ha explorado esos caminos y se ha convertido en una mezcla de tallerista literaria y psicóloga de la praxis que guía a sus alumnos hacia el amplio mundo de la autobiografía, del ”placer de recordar y contar nuestra vida”.

De ahí surgió su libro, porque muchas personas tienen ganas de contar su vida, pero no se atreven, al sentirlo como algo exclusivo de los narradores profesionales. Contrario a lo pensado, comenta, desde hace años existe un auge creciente en la autobiografía y a sus talleres han llegado todo tipo de ciudadanos, sobre todo profesionistas diversos y, menos, amas de casa. La mayoría son mujeres y ronda los 40 años.

”Hoy se están viendo muchos frutos de una serie de rupturas culturales que sucedieron a partir de los años 60 y 70, como los movimientos feministas y de derechos civiles en Estados Unidos. Hay mucho interés por recapitular, reflexionar, analizar nuestras vidas.”

Pero este auge de la autobiografía también tiene que ver con una nueva manera de hacer la historia.

”Es como una rebelión contra un modo de hacer la historia desde arriba, la historia oficial. Y mucha gente quiere decir su visión desde acá, personal. Muchos sectores sociales que no tenían voz, ahora quieren tenerla.”

Autora también de la obra autobiográfica “Altar de muertos. Memorias de un mestizaje” y coautora, con Berta Hiriart, de “Taller de escritura creativa”, considera que el auge tiene que ver con los avances de la psicología, ”con las ganas de analizarnos, de sanarnos”.

Marcela Guijosa, en “La ‘nueva biografía”, recuerda que antes predominaba la autobiografía de los personajes célebres y se pensaba que era un género de la historia, muchos textos eran “aburridos y áridos”, por poner el primer lugar una presunta búsqueda de la verdad.

”Y lo que propongo, en concordancia con varios autores, sobre todo estadunidenses, es que ahora se está escribiendo una ‘nueva autobiografía’ de los hombres y mujeres comunes y corrientes.”

Es, dice, una especie de ”democratización de la autobiografía”, donde cualquiera puede escribir su vida porque todas contienen elementos dramáticos y profundos. ”Siempre suceden cosas especiales en cualquier vida, trágicas o cómicas; la cosa es saberlas buscar”.

Y es que la nueva autobiografía es, además, algo parecido al surgimiento del llamado ”nuevo periodismo”, que recurre a los recursos literarios del cuento, la novela y hasta la poesía y el ensayo en pos de lograr textos más interesantes.

”La nueva autobiografía busca ser una lectura amena, bien escrita. Está en un lugar privilegiado donde se entrecruzan lo histórico y lo literario. Sí puede ser un género literario si la sabemos escribir con esa intención.”

En “La colcha de parches”, Guijosa señala que existen muchas maneras de escribir autobiografía, abarcando toda la vida o parte, como las Memorias, pero también por temas o capítulos, con estructuras complejas o sencillas, con saltos hacia atrás y adelante en el tiempo o en orden cronológico lineal, aunque esto último casi ya no se utiliza.

”Hoy se usa mucho una autobiografía más fragmentada, estructura parecida a un mosaico o colcha de parches, con textos independientes bien amarrados y escritos, que hasta podrían leerse de modo independiente”, dice.

”Lo importante en el libro y en los talleres es la lectura de autobiografías y narrativa, para que los talleristas puedan acercarse a ejemplos concretos, como la creación de personajes, que sirven para hacer el retrato de alguien que aparecerá en el relato de la historia de su vida que están creando.”

En gran parte de estos relatos no hubo mucha investigación, no fue necesaria, porque ya tenía un equipaje en la memoria muy grande para escribirlos. Casi no tuve que consultar libros, salvo casos muy excepcionales.

VIII.- Es, mi “Postales de una familia del barrio 5 de mayo”, la segunda parte de uno de esos libros autobiográficos que, por su propia naturaleza, únicamente yo –mal que bien- lo pude haber escrito.

Preservemos la historia. En Washington D. C., uno de los edificios del Federal Triangle, concluido en 1935, es el que ocupan los archivos nacionales (National Archives y Record Administration, nombre oficial). Su concepción arquitectónica es la de un templo griego, dedicado a la musa de la historia, con estatuas clásicas en su entorno. En el basamento de una de ellas, esculpida por Robert Aitken y denominada Futuro, fue grabada la frase de Shakespeare, tan gustada en Estados Unidos: “El pasado es prólogo”.

Finalmente, mucho de nuestras vidas -si no todo- depende de los primeros años, porque después nunca más se podrá cambiar.

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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