Columna Contracanto
Un libro hecho con amor. Ergonómico, eficaz al tacto, desgarrador y lúdico en su contenido, presto y listo para una aventura maravillosa a los ojos del lector.
Desde su título: El barrio y otras consideraciones, (Rayuela diseño editorial 2022) la sugerencia de que en esa casa cohabitan los de a pie, ustedes y nosotros, compañeros del mismo dolor y la infinita felicidad.
José Luis Valencia muestra ya el colmillo, como antes en su novela La poeta gorda, o en su cuentario Los tiempos de Dios (premio Juan José Arriola 2020), y nos desplaza por esos acontecimientos que se suscitan en la calle, o en el interior de la cocina, en la urbe incesante donde el bastión de los días es el ulular permanente de una sirena.
Historias que se plantean con personajes de vitalidad férrea, que respiran y aspiran intensidad: la desgracia y los principios fundamentales, la ética que se desvanece ante la revelación que nos propone en esa vuelta de tuerca al final de un cuento y luego otro y los demás que se acuerpan en noventaidós páginas que no tienen desperdicio.
Dice la sinopsis de la contra que El barrio se respeta es una colección de historias que bien podrían aparecer mañana en el noticiero: asesinatos por despecho, amistades que riman con la deslealtad, vidas que traiciona el destino en eventos insospechados, las dos caras de la moneda que nos muestran a criminales que paradójicamente, se erigen como padres ejemplares: la ironía aguzada en la pluma del autor.
Valencia desenvaina el filo de la sensibilidad y diagnostica un país en el que habitan no buenos ni malos, quizá solo peores. Y aun así existe un punto donde los sucesos pudieron tomar un punto diferente.
Los cuentos aquí reunidos exploran ese momento en el cual las vidas se tuercen, y los destinos se rompen.
Atendiendo la premisa anterior, por demás acertada, las preguntas son inevitables, y surgen al paso de la lectura: ¿por qué el planteamiento y la exploración de los temas que José Luis propone? ¿Desde dónde se avizora el desarrollo de su capacidad de análisis para con los peatones, esos seres de buenos huesos y dignidad incólume que tan bien retrata?
Las respuestas indudablemente se antojan desde la voz del escritor, en una barra de cantina, con una cerveza de intermediaria. Y escucharlo argumentar sus obsesiones, la selección de temas donde destacan los días de los paupérrimos, esos que también ejercen la doble moral. ¿Y qué hacer con la inexorable inocencia en la vida de los niños que son también fundamentales en la existencia de los temas que acuerpan El barrio se respeta…?
Acudir al interior de este libro, es sentir la desesperación de los personajes, ejercer la empatía ante la verosimilitud de la lista de seres que hilvanan y desenvuelven sus historias personales, a veces desde sus muy particulares voces y en ocasiones desde el atino del narrador omnisciente que elige con visturía cada una de las oraciones, cada uno de los párrafos, los adobes certeros y precisos con que se edifica la narrativa cuasi urbana y de contundente entraña.
L. Carlos Sánchez