Hace días leía una publicación de un ex funcionario público, en el que emitía un discurso que cada vez es más recurrente en redes sociales, sobre la mal llamada generación de cristal.
En particular, esta publicación me hizo reflexionar sobre el cómo desde las diferentes posiciones de privilegio o incluso desde la vulnerabilidad social (desigualdades, pobreza, falta de acceso a la educación, etc.) se acuñan, difunden y ensalzan conceptos que en su uso, pueden llegar a denigran y discriminar, e incluso, interferir de manera directa en el acceso a las garantías en materia de Derechos Humanos para las juventudes y la sociedad en su conjunto.
Si bien, nuestro marco legal vigente indica que todas las instituciones deben asignar sus recursos y acciones conforme a las verdaderas necesidades diferenciadas de la población, pocas veces las decisiones públicas se toman a partir de criterios científicos. Justo ello, implica que, se magnifiquen las diferentes problemáticas sociales, al no tener en claro que todas las personas, todas, desde su conformación, se constituyen en diferentes contextos, tienen diferentes pensamientos y viven distintas necesidades.
El concepto de “generación de cristal” fue acuñado por la filósofa y Dra. en Derecho, Montserrat Nebrera, bajo la idea que, las nuevas generaciones que se han formado bajo los esquemas de la digitalización, tienden a ser personas “más frágiles, inestables o inseguros, pueden llegar a tener poca tolerancia a la crítica, al rechazo y la frustración, en consecuencia de que son criados por personas que vivieron épocas de carencia y han trabajado por darles todo para que no les falte nada como a ellos en su momento”.
Lo cierto, es que todas las personas, de cualquier edad, hoy en día tienen un acceso prácticamente ilimitable a expandir su opinión y hacer uso de información y desinformación, a compartir recursos e incluso, a violentar de manera exponencial a través del uso de redes sociales.
Por ello, es que es pertinente promover debates críticos que promuevan un verdadero cambio generacional, uno que elimine más etiquetas y que permita realmente reconocer las diferentes manifestaciones de la juventud, y por qué suceden, cuáles verdaderamente afectan la conducta, el acceso a la garantía de derechos, y cómo buscar que la sociedad en su conjunto pueda, desde sus diferencias, consagrar su vida con respeto e igualdad.
Recientemente, la misma Dra. Nabrera publicó en un medio de comunicación de España, que tras casi una década de externar su “opinión” sobre lo que refería entonces con el nombre de “generación de cristal, como se ha hecho con tantas otras generaciones, obvian la tremenda complejidad del ser humano, diverso y excepcional.
La fragilidad con la que se etiqueta y resumen contextos fuera de toda proporción sociológica y antropológica, dista mucho de ofrecer alternativas viables para abonar a todo un sistema en el que se crean y conforman ideas, ante lógicas personales que se extienden como parte del conocimiento y la cultura, no siempre para fortalecer una cultura de paz y respeto, ni generar garantías para las personas.
Es importante insistir en valorar los contextos actuales, reales, que hoy en día distan mucho de ofrecer calidad de vida a las actuales generaciones, y que debería ser primordial en el debate público, como los altos índices de inseguridad, de violencias, delincuencia organizada, trata de personas, drogadicción, desigualdad, impunidad, entre muchas otras problemáticas que se extienden y aseveran en este mundo digitalizado como la pornografía infantil, la explotación sexual, el ciberacoso, y mucho más.
Se esperaría que, desde la academia, y las diferentes instituciones de poder, se capte el interés en identificar a las nuevas generaciones para buscar a través de todos los medios, el garantizar los derechos que les están siendo condicionados en una sociedad cada vez más compleja, y ante un nuevo mundo globalizado que los resume en números y conceptos, que discrimina y niega la voz a quienes hoy externan las desigualdades e injusticias que en anteriores generaciones se toleraron.
Alzar la voz no es de personas frágiles, alzar la voz es de personas valientes.