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viernes, noviembre 22, 2024

Una riqueza con buenos dividendos

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Mientras caminaba ayer de madrugada, recordé el fin de semana pasado cuando fuimos al teatro a ver la grandiosidad del Ballet Nacional de España. Fue tal la belleza que, no podría decir qué fue lo que más me impresionó, si la música o la iluminación o las o los solistas bailadores o los grupos danzando en un latido común que me llevó, más bien me trajo, de la memoria la imagen de la Laguna Colorada boliviana abarrotada de flamencos meciéndose en miles de allá para acá y de acá para allá en una sincronización perfecta de acercamiento para fecundar la vida. Y en eso andaba cuando veo a dos caminadores que se cruzan con sus cubrebocas puestos haciendo su rutina mañanera, por cierto, tan usual en la actualidad.

Pareciera que después de dos años de pandemia, llena de incertidumbre y temores continuos, su uso llegó para quedarse y esto me trae las preguntas ¿Acaso estamos ante una masiva y perenne ola de contagiados? o, ¿El usar cubrebocas en los automóviles con las ventanas cerradas o en lugares abiertos como parques con escaso público, su presencia pudiera ser un signo de miedos irracionales de Agorafobia que nos pudieran llevar a la aparición de otras epidemias?

No crea que estoy opuesto a las medidas sanitarias de protección que indican las autoridades de salud. Nada de eso, porque el COVID llegó para quedarse. Ciertamente, estamos viviendo en una pandemia que aún no termina. Sí usted quien me lee, no se ha vacunado, hágalo, para que pronto este mal se quede como uno de tantos catarros estacionales que hemos venido superando a lo largo de nuestra vida.

Permítame comentar a mi manera, el proceso enfermante de las pandemias ocasionadas por estos microbios: Los virus, ya estaban mucho tiempo antes de que nuestra especie diera el brinco desde la orangutaneiada la humanidad australopiteca y lo han venido haciendo, por la elemental razón: necesitan igual que nosotros, seguir viviendo, y para hacerlo invaden a nuestras células para alimentarse y ya satisfechos, copulan “heterosexualmente” en su interior cuando introducen su RNA en nuestro ADN, con la finalidad de procrear nuevas camadas de sus mutantes descendientes.

Le comento algo al margen, estos gérmenes no nomás dan neumonías y más, no, otros de su especie, con su misma técnica “amatoria” provocan una violencia intracelular trágica, en donde estas cito doncellas, enloquecidas por perder su virginal belleza, se transforman en monstruosas y malignas células cancerosas.

Vuelvo a nuestra pandemia. Los virus del Covid, atacan por igual a quien se acerque a ellos, ya sean niños o ancianos, mujeres u hombres, ricos o pobres, flacos u obesos, etc. En este horizonte hay: individuos sanos, quienes, por estarlo, en sus entrañas tienen sus equipos de inteligencia estratégica listos y preparados para la defensa. Inmediatamente toman las medidas exactas del agresor para construir diferentes misiles, unos contienen anticuerpos, otros llevan esquirlas de blancos linfocitos en donde van también las células killer, para limpiar el espacio dañado. En el mismo panorama, se encuentran grandes grupos, quienes están ¿medio sanos? No, están ¡enfermos!, con sus cuerpos dando una batalla a medias, por lo que pudieran quedar con secuelas del tamaño de las lesiones que sufrieron durante la batalla. También, ante nuestra mirada se hallan, entre los sanos y los medios enfermos, un conglomerado de personas, las cuales, por sus luchas anteriores en contra diversas enfermedades, tienen exhaustos sus sistemas de auto defensa.

Entonces, dígame usted cuál podría ser el pronóstico para ellos, ante este formidable agresor.

Ahora recorramos por los alrededores de este horizonte, la epigénesis, me explico: nosotros somos los creadores del mundo en que habitamos, en donde cada uno de nosotros llegamos sin querer, al mundo de nuestros padres que bien pudimos haber nacido, en África o Japón, en Haití o en Alemania, en Boston o en Hermosillo, en una colonia de alto nivel económico o en los cinturones de los miserables. Ahí fuimos recibidos por una familia la cual es parte de una nación con sus usos, costumbres y sus expectativas culturales de vida, la cual habita en un país, con un Estado, que tiene sus maneras de gobernar a sus gobernados, a través de sus sistemas administrativos, económicos -con su particular distribución de la riqueza-, además, cuenta con sus sistemas de salud pública y sus niveles de escolaridad y más. Ante este mapa, fuimos nosotros, como especie, los que trajimos el COVID desde China y lo metimos hasta el interior de nuestras casas, ahí mismo, cada uno de nosotros tenemos una forma muy personal de ser. Y no solo esto. Agreguemos el basurero en que hemos convertido a nuestro planeta y aquí, están las nubes de monóxido de carbono calentando el clima, acompañada de tantos venenos para eficientar la productividad, los cuales, con sus daños “colaterales” contaminan las aguas y las tierras de nuestro planeta y, cómo olvidar la tala del verdor de los bosques que oxigena nuestros pulmones. TODO esto incide en el funcionamiento de nuestro cuerpo.

Cierto, este es en que nos ha tocado vivir. Entonces, que hacer para tener una vida saludable en este tiempo nuestro: creo, cada uno de nosotros deberíamos proponernos, tener un cuerpo saludable a través de un equilibrado vivir. Para con él, acompañar a quienes van con uno, para en grupo, cuidar los espacios hacia donde vamos. Así, paso a pasito, creo, podríamos ir cimentando la portentosa capacidad de sanación que tienen los cuerpos saludables. El estar sano, es la primera arma que ha venido teniendo la humanidad para enfrentar las recurrentes crisis en que nos han venido poniendo las pandemias a través de la historia. Pero, tal vez, por olvido o por ignorancia atávica o por ¿negocio?, le hemos venido apostando a la curación con: emplastos, pócimas, sortilegios, sangrías…, AINES, esteroides, antivirales, transfusiones de anticuerpos específicos y más. Aquí hago una aclaración, utilizo la palabra, cuerpo en su totalidad, porque un cuerpo sin alma es solo un cadáver.

Le comentaba, la semana pasada mi esposa y yo fuimos al teatro, estaba lleno en su totalidad y en por aquel espectáculo gozoso, nuestras pilas inmunológicas salieron robustecidas. Idiotas hubiéramos sido, el no haber llevado un buen cubrebocas y el aseo inmediato de nuestras manos. Pero en cambio, traer cubiertas nariz y boca en lugares abiertos, arbolados, oxigenantes y con escasa gente alrededor de uno, es una agresión directa a nuestro cuerpo porque obstruye la entrada de oxígeno, gas vital para el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y en especial al cerebro, órgano que más resiente su carencia. Pero hay algo peor: impide la eliminación de gases que contienen desechos orgánicos -es como si le tapáramos el escape por donde sale el humo toxico del monóxido de carbono de nuestros vehículos-, entonces, la hipoxia envenenada aumenta, el funcionamiento cerebral se entorpece. Además, la mascarilla se podría convertir en un nido pestilente criadero de microbios y eso, es el aire reciclado que inhalamos. Agreguemos el encierro en el que hemos estado recluidos con escasa ventilación, más los temores a que hemos estado expuestos, la angustia agota al cerebro, la depresión se hace física en la totalidad de nuestro cuerpo.

Tal vez, dentro de muy poco tiempo, lo anterior se reflejará en ¿olas? estadísticas, mostrando el aumento exponencial de más personas en pandemia padeciendo Parkinson, Alzheimer o demencia seniles adelantadas, y otros olvidos que se olvidan, resultado de una degeneración cerebral -corporal- reflejo de nuestra manera de vivir. Apunte, además, las células todas de nuestro cuerpo requieren del oxígeno, entonces el organismo, nuestra vida entera, se desorganiza, se degrada.

Ante esta situación: Uno debe de procurar su propia salud, porque viéndolo bien: Estar sano es la máxima riqueza que uno puede poseer, porque con ella fecundamos la vida y todo lo demás.

Verano del 2022

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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