Si pudiera vivir nuevamente mi vida, en la próxima trataría de cometer más errores (Jorge Luis Borges).
Cuantas cosas dejamos de hacer, porque las consideramos un error, o más aún, los condicionamientos que hemos recibido en el día a día, nos impiden hacerlas, por qué creemos que está mal.
¿Mal para quien, para otros o para nosotros?
Estas creencias son precisamente una gran limitación. Algunas veces por necesidad de reconocimiento, queremos caerle bien a todo mundo.
Y otras, por qué al pensar en uno mismo y actuar para uno mismo, se nos señala como egoístas. Tema que genera confusión y que próximamente abordaremos.
Preferimos buscar ser aceptados por los demás, antes de reconocernos y aceptarnos nosotros mismos.
Así que es necesario estar atentos a los momentos, las experiencias que estos momentos nos generan.
Porque las vivencias están, seamos o no conscientes de ellas, estan. Es decir: existimos, aquí estamos, lo aprovechemos o no.
Hay un cuento de Anthony de Mello donde dice que en una ocasión en una aldea de africa de las más pobres, los niños jugaban con unas piedritas; pasó un señor por ahí asombrado de ver tanta pobreza. Pero al acercarse y ver las piedritas con las que jugaban los niños, se dió cuenta que eran diamantes. El señor les compro todas las que se pudo llevar y se fue a venderlas a otros países y el hombre se hizo millonario.
Señalando con esto, que los seres humanos estamos sentados en una mina de diamantes y no nos damos cuenta porque no sabemos apreciar las experiencias.
Jugamos con nuestra vida como si fueran esas piedritas, sin darnos cuenta que nuestra vida es un diamante.
Por lo que, hay que activar nuevos esquemas de referencia, que nos permitan valorarnos y sacar lo mejor de nuestra condición humana.