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viernes, abril 26, 2024

Regresar a Sonora

Pablo Aldaco
Pablo Aldaco es un cantautor y poeta mexicano nacido en Hermosillo, Sonora, Mexico. A lo largo de su carrera ha dado conciertos y recitales poéticos en países como México, Chile, Perú, Argentina, Cuba y España. Ha grabado 5 discos como solista y ha publicado tres libros de poesía: “Las aguas del regreso”, “La noche que se expande” y “Corazón, punto cero”. Tiene estudios en Artes Escénicas por Casazul Argos, así como de Creación Literaria por la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y Casa Refugio Citlaltépetl (Ciudad de México). Ha incursionado en la conducción en radio y televisión. A los 13 años comienza a publicar sus primeros poemas en los principales diarios de su estado. Su música está disponible en las principales plataformas digitales.

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Se ha dicho que quien vive en el desierto está acostumbrado a las adversidades del sol y a todo lo que física y anímicamente represente por añadidura. Las altas temperaturas de la ciudad que me vio nacer, Hermosillo, que van desde los 35 hasta los 48 grados centígrados en verano, aproximadamente, no son fáciles de lidiar, ya ni siquiera para el lugareño, menos para el que viene de otras latitudes.

El sonorense es de carácter recio; cálido si la ocasión lo amerita, pero directo. A veces “se pasan de francos”, diría un amigo del sur. Sin duda, tanto mujeres como hombres tienen fama de ser de los más “agraciados” en su físico, entre los cinco estados que más resaltan en ello en el país con respecto al parámetro occidental de la belleza, que ya debería estar rebasado. En ese sentido Sonora es un desfile de bellas figuras.

De niño, recuerdo, era de esos pocos que, a la hora plena de la canícula, salía a la calle a buscar a mis amigos en sus casas, con el fin de salir a jugar, ya sea al básquet, al beisbol o al fut; pero a esa hora ellos se negaban a hacerlo porque “hacía mucho calor”. Era, por así decirlo, “la hora cero”, donde el astro rey es el enemigo por excelencia.

Respecto al clima, también recuerdo que, en mi escuela primaria, cuando al cielo se le ocurría llover después de largos períodos de sequía, los maestros no dudaban en suspender las clases para, desde las aulas, ver por los ventanales cómo esa lluvia bendita lograba por fin caer en el suelo árido del norte, ante el rostro impávido del alumnado. De manera que, a diferencia del centro del país, donde hay temporadas en que la lluvia es el pan de cada día, ver llover se convertía en un espectáculo mágico para los niños.

Uno de los peros que se le puede poner a Sonora, sobre todo por la gente que viene de fuera, es el factor del clima extremo; aunque opino que, con unas buenas heladas en playas y mares paradisíacos como Bahía de Kino, Puerto Peñasco y San Carlos, en compañía de buenos amigos, es más que suficiente para superar esa adversidad.

El reto de volver

Hace aproximadamente un año regresé a Hermosillo procedente de la Ciudad de México. Será por un lapso tras 13 años de estancia en esa capital. Por mucho tiempo sólo vine de vacaciones, que es una experiencia distinta. La verdad, no ha sido fácil. Uno se “topa con pared”, sobre todo los primeros meses. Dicen que, por lo regular, es hasta el año cumplido que se logra una relativa adaptación. Lo primero que quieres es que las cosas funcionen con las reglas y formas de la ciudad donde vivías. Llegas con otro ritmo. Pero no, el que se fue resulta que fuiste tú, así que no queda más remedio que resignarse a una paulatino acoplamiento.

La ausencia tiene sus costos, algunas amistades te cobran la factura de “haber abandonado tu tierra”. No todos los amigos duran para toda la vida, pero algunos se convierten en auténticas joyas; es una alegría y un orgullo conservarlos a pesar de las décadas de ausencia y de la evolución de nuestras vidas. Unos te ven como un “triunfador” por los logros que cosechaste al permanecer fuera; y otros, en su extremismo, piensan ya de plano que te convertiste en otra cosa y que traicionaste a tu esencia, por el solo hecho de haber probado suerte en una tierra sumamente diferente en cuanto a costumbres y culturas.

Aunque nunca negaré ni he negado mis orígenes, tampoco me gusta identificarme de manera fanática, fundamentalista, con ninguna región del mundo. Es por eso que cuando me hacen preguntas relativas al tema, contesto con la hermosa frase del poeta Facundo Cabral, con la que me identifico: “No soy de aquí, ni soy de allá; no tengo edad ni porvenir”.

Si bien no he perdido mis atributos norteños, como la franqueza, la calidez, la manera directa de hablar y de expresarme; la sencillez, la soltura, tampoco ha estado de más en mi vida combinar dichas virtudes con lo aprendido de una ciudad tan inmensa como es la capital México. No me arrepiento en lo más mínimo. Una de las ciudades más grandes del mundo tampoco puede ser minimizada. En ella aprendí mucho acerca de la libertad, la tolerancia y la diversidad, por ejemplo.

Creo con firmeza que un ser humano, mientras más cultura y experiencias adopte de otras regiones, más puede enriquecer su vida.

En mi regreso he aprendido varias cosas. Por ejemplo, que no debo ser tan duro a la hora de juzgar mis propios orígenes, aunque creo firmemente que, a mayor amor hacia algo en la vida, uno se vuelve más crítico, en aras de una intención de “mejorar” lo amado. También, siendo franco, confieso que me cuesta callar lo que opino de ciertos defectos que nos caracterizan como sociedad y hay veces en que me he ganado una que otra polémica, pues a la gente no suele gustarle que se hable de nuestros puntos débiles como sociedad, de nuestros vicios folclóricos.

No obstante, así como en el individuo, un cuerpo social evoluciona en tanto repare en sus propios errores y esos errores se descubren a través de una genuina reflexión. Sin embargo, a final de cuentas, ninguna región del mundo se salva de defectos sociales y humanos. No hay ciudad ni región perfecta. Todas las regiones del mundo son ricas por naturaleza y al final se complementan. 

Pablo Aldaco

@pabloaldaco

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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