Fue mi padre el que me heredó el amor por los periódicos y la información. En aquella época dorada yo era un púber de 13 años que esperaba ansioso cada fin de semana el clásico sonido de la motocicleta de la que, en punto de las cuatro de la mañana, se lanzaba el periódico todavía caliente, enrollado en unas ligas, con olor a tinta nueva, dentro del antiguo buzón del número 259 del boulevard Navarrete de Hermosillo.
Don José de Jesús, ferviente lector, incansable madrugador, se levantaba directo a devorar el periódico de inicio a fin, todos los días, con puntualidad religiosa. Lo extendía sentado en el sillón individual de la sala, a tal punto de taparle el rostro. Un café de olla humeante servido en una gran tazalo acompañaba en su tarea matinal. El sonido del cambio de las hojas, tan característico, podía escucharse hasta las habitaciones vecinas.
En el segundo piso de la casa guardaba una gran colección de cientos o, me atrevo a decir, miles de periódicos, de los que recortaba notas sobre temas específicos. Era una hemeroteca hecha y derecha. La obsesión materializada de un verdadero hombre informado.
En mi caso me gustaba mucho leer, sobre todo, la sección de Deportes, pues desde niño cultivé la pasión por el beisbol a través de los Naranjeros de Hermosillo. El beisbol es, a mi juicio, el deporte más literario, mágico y familiar. Raras veces se ha caracterizado por generar altercados y violencia, como lamentablemente sí ha pasado en otros prácticas deportivas.
El periódico me introdujo también en la afición por el apasionante género de la crónica deportiva, donde la realidad y una especie de ficción, propia del juego, se fusionan. Más tarde me fui interesando por los dimes y diretes de la política, materia que está presente en lamayor partede la prensa.
Más o menos por esas épocas el papel fue cediendo a las pantallas. Difícilmente ahora alguien va y compra el periódico, aunque aún todavía se venda y lo adquieran aficionados, casi coleccionistas, o bien extrañas personas amantes de lo que comienza a ser llamado antiguo. Sin embargo, digital o no, la prensa sigue siendo gran protagonista de sucesos tan cotidianos como extraordinarios de la vida diaria.
Considero importante, para todos sin excepción, la lectura de los diarios. Queda en segundo término la profesión de cada lector. Un ciudadano informado es difícilmente sujeto de engaño. Para cambiar la realidad social primero hay que conocerla. Finalmente, es en ellos donde se va redactando, día a día, la historia presente, la cual pasará a ser considerada como historia a secas. Grandes temas políticos, económicos, culturales y sociales se conocen primero a través de la prensa.
Mi padre, Jose de Jesús Navarrete Aragón, se autodenominaba periodicómano, curioso término que hasta ahora sólo le escuché a él. Muchas cosas faltan por contar acerca del gran personaje que fue. Más adelante, Dios mediante, les contaré de su afición por las aves, los árboles y los libros.