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viernes, noviembre 22, 2024

El Colegio Sonora y el Desierto cultural del Caribe (1982-2022)

Héctor Rodríguez Espinoza
Doctor en Derecho, catedrático desde 1969 del Departamento de Derecho de la Universidad de Sonora. Editorialista y autor de 25 libros de Jurisprudencia y Cultura, Ed. Porrúa y Editorial Académica Española. Expresidente del Consejo de Certificación Barra Sonorense de Abogados. Profesionista distinguido 2013 y 2016.

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I.- Marco histórico de su fundación. A raíz de su génesis, publiqué en la prensa este artículo:

“El Colegio de Sonora, bajo los auspicios de El Colegio de México, la Universidad Nacional Autónoma de México, la Secretaría de Educación Pública y el Gobierno del Estado, principalmente, nace en un momento histórico de la entidad en el que, su peligroso vacío cultural -desierto, lo llamó su director Gerardo Cornejo- la ha llevado a ser considerada en ciertos círculos, ya no como el gigante con los pies de barro, sino como un gigante con la cabeza de barro.

Nace, además, como una necesidad política de un Estado cuyos gobiernos sucesivos, desde la década de los cuarenta con el boom agrícola del Valle del Yaqui y de la Costa de Hermosillo, y quizás por políticas orientadas desde el centro, han tenido una visión productivista y dado más importancia a la explotación de la tierra y del mar, que al aprovechamiento de la rica vocación cultural del hombre sonorense, talento en casos truncado, en otros frustrado, a veces atrofiado, y en el mayor número de ellos dispersamente subutilizado.

Si calificamos a nuestra ciudad de Hermosillo como la localidad donde se vive una menos pobre actividad cultural, su panorama no resiste el menor análisis, aun juzgando con benignidad. El panorama es, aún más desolador, en los otros 71 municipios. Los eventos culturales de calidad, oficiales o privados, son más bien esporádicos y efímeros. Las agrupaciones culturales que existen (Sociedad Sonorense de Geografía y Estadística, Corresponsalía en Hermosillo del Seminario de Cultura Mexicana, Sociedad Sonorense de Historia, etc.) y que ofrecen periódicamente a sus miembros y al público, conferencias, exposiciones o conciertos, en ocasiones estupendos, sudan y se acongojan para reunir una escasa docena de asistentes. Casualmente la semana pasada se tuvo que suspender una magnífica conferencia jurídica, por falta de público. Cuando se celebró, en nuestra ciudad, la Reunión Nacional sobre Cultura e Identidad Nacional, el programa tuvo que reducirse de dos a un día, porque para la tarde del primer día, sólo quedaba la tercera parte de los concurrentes a la inauguración.

La Orquesta Sinfónica del Noroeste, cuyas temporadas anuales tanto fortalecieron el ambiente artístico musical por más de una década, dejó de ser patrocinada hace como cinco años. Por la otra cara de la moneda, nuestra población joven y adulta se entrega cada vez más a un increíble frenesí, a la frivolidad de las discoteks, drive-ins y a la masificante, atrofiante y desculturizante enajenación del deporte mercantilizado.

La verdad es que no hemos sido educados para la cultura. Para un botón de muestra, basta escuchar los noticieros y leer la prensa local de estos días: problemas tan graves como lo son el estado marcial en Polonia, el genocidio militar en el Salvador y Guatemala, el incontrolable alza en los precios de alimentación, ropa y de la vida general, el debate nacional con motivo del proceso electoral de cuyas decisiones depende el incierto futuro de la nación en los próximos años, etc., son desplazados de las primeras planas, por una serie deportiva que debiera ver, sí, una necesaria válvula de escape de la diaria tensión social, y una distracción sana y útil, pero no la razón de vivir de una colectividad como la nuestra, con una capacidad, vocación, tradición y energía intelectuales dignas de mejores causas culturales.

¿Será ya demasiado tarde para un nacer cultural?

Sea lo que fuere, desde este desierto cultural del Caribe, saludamos con esperanza el nacimiento de El Colegio de Sonora”.

(Publicado en El Imparcial del 6 de febrero de 1982).

II.- Al término de mi intensa responsabilidad cultural en el régimen del gobernador Samuel Ocaña García (octubre de 1985), animado por éste, publiqué mi primer libro “La cultura en Sonora”, un recuento puntual de la pauta, una hoja de ruta y los logros en este descuidado ámbito, que ha trascendido sexenios.

A invitación de su rector fundador Lic. Gerardo Cornejo Murrieta, asumí la Dirección Administrativa por dos años. MI MÁS IMPORTANTE CONTRIBUCIÓN CONSISTIÓ EN BASIFICAR, ANTE EL ISSSTESON, TODA SU PLANTA DIRECTIVA, DOCENTE Y DE SERVICIOS, LO QUE A LA VUELTA DE LOS TIEMPOS LEGALES PERMITIÓ, A MUCHOS, JUBILARSE LEGÍTIMAMENTE CON EL 100% DE SUS PERCEPCIONES, COSA QUE NI EN LA UNIVERSIDAD DE SONORA HEMOS OBTENIDO.

En lo personal, contagiado por el ambiente físico e intelectual ideal de la vieja y restaurada casona para la lectura e investigación, por vocación y sin ser ésta mi función, con el coauspicio de la Universidad de Sonora y del propio Colegio de Sonora, publiqué mi segundo libro “Culturas en conflicto”, mi hipótesis de la diferenciada conquista espiritual jesuita -no sanguinaria- de Aridoamérica, en contraste con el discriminatorio y discriminado sur del País. Agotada su edición, lo re estructuré, le di un aggiornamiento y recién ha sido publicado como “1521-2021. De Colón y Cortés a la conquista de Aridoamérica” por la Editorial Académica Española, de Madrid.

De aquel ambiente de lecturas y estancia -hace ya cuarenta años- partió la inspiración y disciplina para escribir y publicar otra veintena de libros de texto y de consulta de Derecho para mis alumnos universitarios y miles de ensayos y artículos periodísticos en el Diario El Imparcial y ahora en el Semanario Primera Plana.       

III.- Mi vocación de jurista y estudioso de la Filosofía del Derecho me llevan a considerar que la responsabilidad de esta noble institución de pequeño-gran tamaño académico encaja en el quehacer orientador del poder público ante una pobre y deficiente cultura de la legalidad en el País y en la entidad. Es muy grande el reto que le espera al Colegio de Sonora y más de la comprensión y voluntad presupuestal del gobierno y del oneroso Congreso del Estado, para continuar con sus objetivos y metas de su venturosa fundación hace 40 años.

Sólo orientándonos a modelar y forjar desde la educación temprana, una cultura de los valores constitucionales y de la legalidad, será posible construir un Estado de Derecho constitucional y democrático, regido bajo el Imperio de la ley y de la justicia.

Platón en La República afirma que un Estado que no fuera dirigido según la justicia, se reduciría a una gran banda de ladrones. Desarrolla a partir de este argumento toda su ética de la polis griega que, según él, funciona sobre la base de la ética de ladrones. No descubre ninguna otra. El argumento hizo historia. Aparece con mucha regularidad en los pensadores posteriores hasta Adam Smith, que considera toda ética de la empresa capitalista a nivel de la ética de la banda de ladrones. Pero aparece igualmente en los evangelios y en San Agustín en La Ciudad de Dios.

La referencia aparece en los evangelios, en la escena de la purificación del templo. Jesús de Nazareth denuncia al templo como “cueva de ladrones”, es decir, como institución regida por la ética de los ladrones; en el evangelio de Juan lo denuncia como “casa de comercio”. Frente a estas cuevas de ladrones Jesús pone el reino de Dios.

La promoción de la cultura de la legalidad no es algo nuevo, desde los 90’s se han trabajado proyectos de Cultura de la Legalidad y de la justicia con educadores y líderes de la sociedad civil comprometidos a promoverla. El trabajo consiste en el cambio de la mentalidad de sus habitantes, juntas vecinales con autoridades municipales, reuniones de directores de escuelas y padres de familia y recuperación de espacios públicos y a través de los medios de comunicación, entre otras acciones.

Destaco la Especialidad en Cultura de la Legalidad que ofrece la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede académica de México, es una alternativa para la formación de cuadros administrativos, líderes y comunicadores sociales en torno a los procesos e instrumentos que permitan la reflexión, comprensión y promoción de la cultura de la legalidad y de la ciudadanía democrática.

EN LA CREACIÓN DE LA BUENA LEY -COMO LO ESCRIBIÓ MORELOS DESDE 1813-, EN SU APLICACIÓN POR HOMBRES JUSTOS, EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA CULTURA DE LA LEGALIDAD Y DE LA JUSTICIA Y DE UN ESTADO DEMOCRÁTICO DE DERECHO, ESTÁ LA MISIÓN NUESTRA Y EL DESTINO QUE NOS ESPERA.

Por Héctor Rodríguez Espinoza

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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