Por Jane E. Brody
México.- La calidad y cantidad de sueño son unos de los temas más discutidos en torno a la salud. Cuántas veces le has dicho a un amigo o familiar: “Estoy agotado. Pasé la mitad de la noche despierto”.
Las encuestas han revelado, por ejemplo, que más de un tercio de los adultos en Estados Unidos no pueden dormir bien de forma constante, y que millones de personas tienen problemas para conciliar el sueño o para mantenerlo. Además, la pandemia parece haber empeorado las cosas, incluso para aquellos que antes eran “buenos” para dormir.
El trabajo a distancia permitió a muchas personas disponer de más horas al día para su uso personal, pero al mismo tiempo convirtió la jornada laboral en un esfuerzo de 24 horas al día, con correos electrónicos, mensajes de texto y llamadas de Zoom que se organizaban a horas extrañas y a menudo imprevisibles.
Los padres trabajadores que no tenían opciones para el cuidado de los niños o que tenían que ayudar a los niños pequeños con las tareas escolares en línea durante el día quizás recurrieron a horarios nocturnos o de madrugada para realizar su propio trabajo con mínimas interrupciones. Es decir, se convirtieron en trabajadores por turnos con horarios de sueño erráticos. Otros perdieron el sueño reflexionando sobre si su trabajo valía la pena y sobre cómo podrían reconfigurar su vida laboral en el futuro.
Y para miles y miles de personas, la muerte de un ser querido por covid-19 ha dado lugar a una dificultad duradera para conciliar el sueño y permanecer dormido el tiempo suficiente hasta sentirse descansado. En 2019, un estudio realizado por investigadores de Northwestern Medicine y la Universidad de Rice encontró que los cónyuges en duelo que informaron que dormían mal, tenían altos niveles de inflamación crónica y corporal, lo que puede aumentar su susceptibilidad a las enfermedades cardiacas y al cáncer.
Dormir mal pasa factura a la mente y al cuerpo
La fatiga persistente puede ser la principal queja de las personas privadas de sueño. Sin embargo, bajo la superficie, cada vez hay más pruebas que indican que el sueño interrumpido o insuficiente puede tener efectos perjudiciales generalizados en su salud física y mental. La privación del sueño aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, hipertensión arterial, accidentes cerebrovasculares y diabetes tipo 2. Entorpece el pensamiento claro, agota la energía, aumenta la irritabilidad y disminuye el deseo sexual.
Incluso quienes duermen con tranquilidad en ciclos cortos de sueño, es decir, menos de las siete u ocho horas que por lo general se recomiendan, quizás no estén tan bien como piensan, por lo menos desde un punto de vista médico.
Por ejemplo, un importante estudio sugiere que las personas de mediana edad que duermen poco de forma crónica corren un mayor riesgo de desarrollar demencia en sus últimos años. El estudio, publicado la primavera pasada en la revista científica Nature Communications, dio seguimiento a casi 8 mil personas de 50 años en el Reino Unido durante casi 25 años. En comparación con los que dormían en promedio siete horas por noche, los participantes en el estudio que dormían seis horas o menos entre semana tenían un 30 por ciento más de probabilidades de ser diagnosticados con demencia casi tres décadas después.
Hay un punto óptimo de sueño
No obstante, quienes duermen más de siete horas por noche no se libran, por supuesto, de los riesgos para la salud relacionados con el sueño. Para gozar de la mejor salud posible, parece haber un punto óptimo de seis a ocho horas de sueño nocturno. Un estudio de seis años en torno a más de un millón de adultos de entre 30 y 102 años realizado por investigadores de la Universidad de California en San Diego y la Sociedad Estadounidense del Cáncer reveló una curva en forma de U, con las tasas de mortalidad más altas entre quienes dormían más de ocho horas o menos de cuatro horas por noche.
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Con información de The New York Times