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jueves, abril 18, 2024

La esperada fortuna de El otro virus

Bruno Ríos
Bruno Ríos es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Houston. Escritor, académico y editor.

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Habría que comenzar por el principio, como comenzaban las historias de antes, como si nos fuéramos al inicio del tiempo en un remoto paraje rural de Sonora. Fernando Robles platica con su padre y, al ver al horizonte le pregunta: Apá, ¿dónde empieza el cielo?

Y con tanta seriedad que es imposible de contar, su padre apunta hacia abajo en la tierra baldía de Etchojoa y dice, con la convicción de la verdad absoluta: aquí.

Oí esta historia de los labios del pintor sonorense que se rehúsa a admitir la inmensidad de su talento. Y no es sólo conmovedora por el hecho de que podemos vernos perfectos en ese paisaje algo rulfiano en donde la presencia del padre no tiene por qué ser su ausencia, sino también por ese gesto que tienen las máximas irrefutables de darnos la serenidad que nos cuesta encontrar todos los días.

Fernando Robles goza del don de ser un conversador extraordinario, como un lienzo siempre en potencia que se llena en cuanto salen las palabras. Pero también, y es justo tal vez la razón por la que su último libro El otro virus, publicado por Ediciones Tecolote, ha sido tan celebrado tanto por el mundo del arte como por el mundo editorial.

Ya hablé un poco anteriormente sobre la propuesta ética y estética de la obra de Robles, que además cuenta con textos luminosos de Elena Poniatowska y Javier Rivas. Hoy lo que quiero hacer es explicar, aunque sea de paso y en breve, por qué El otro virus se ha hecho ya ganador de la mención de la categoría Libro de Arte del Premio Antonio García Cubas 2021 al Mejor Libro y Labor Editorial, y la nominación a los Premios CANIEM 2021.

La función que hace este libro, y las obras que lo contienen, no tiene sólo que ver entonces con la propuesta meramente visual, con la violencia de la imagen que nos interpela. Mejor, cumple con una función política de un discurso específico que se ha socializado hasta el hartazgo a través de la inmensidad de las políticas públicas y la mercadotecnia de la caridad.

En la obra de Robles, como un testigo aparente y hasta cierto punto irrelevante, se trazan las siluetas de los indigentes de la Ciudad de México que son, además, también los indigentes de todas nuestras grandes urbes. Ahí, un hombre carga un costal y su perro se recuesta a esperarlo. Una mujer lleva a cuestas un niño pequeño y pepena por las plazas públicas de las colonias antiguas de la capital. Figuras humanas, e inhumanas, que viven en ese intersticio entre la luz y la oscuridad de una ciudad que los ignora.

La función del testigo es, precisamente, la de ser vicario de la memoria. No necesariamente hay una intervención: la mirada es, desde siempre, una forma de la presencia. Pero lo que Robles avizora en el lienzo no se limita al testigo inerte, o al testimonio de los fantasmas de la ciudad. Es, así, una interpelación a la incomodidad necesaria de verlos como nosotros, de vernos en ellos en su infinita miseria.

La política del Estado en México es ahora – con sus grandes limitaciones – un supuesto regreso al privilegio de los desposeídos. Sin embargo, este libro se resiste a reproducir el discurso de la nueva realidad en la que la miseria es, precisamente, puro discurso. Va más allá y ubica al espectador en esa cotidianidad irrefutable del privilegio de verlos, de la no intervención, del poder público que implica ser ese testigo de lo irremediable a nuestro sistema de producción y consumo.

“Primero los pobres” dice el eslogan del poder.

Aquí están.

Como colofón, hay que volver a nuestros artistas del exilio voluntario y feliz. Los invito a que le echen el ojo a la obra del mayor pintor vivo que ha dado nuestro Estado, una obra que ha visto el mundo tanto tiempo y pocos ojos en la casa natal.

Bruno Ríos es Doctor en Literatura Latinoamericana, profesor de lengua y literatura hispánica y escritor.

@brunoriosmtz

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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