-Anuncio-
viernes, abril 19, 2024

Favián Lameda transforma la vida de habitantes de San Pedro de la Cueva, Sonora, gracias a publicaciones y los seguidores de su página de Facebook

- Advertisement -
- Advertisement -

San Pedro de la Cueva, Sonora.- Doña Beba atraviesa una puerta de madera vieja y sale de su casa cargando un traste con bolitas de masa de harina de trigo. En el patio del pequeño refugio de paredes con manchas de pintura azul y bloques de cemento sin enjarrar, la mujer tortea la masa para ponerla sobre el comal para hacer tortillas y acompañar los frijoles y el arroz que comerá con don Pancho, su marido, al mediodía.

Es la mañana del 21 de junio de 2020 y hace calor en San Pedro de la Cueva, un municipio con mil 458 habitantes, en el centro de Sonora, y en la casa de Genoveva Romero y Francisco Maldonado, no hay más que un ventilador de pedestal que sopla aire caliente. La pareja de adultos mayores, de 84 y 86 años, vive con lo poco que les queda, pues el único sustento que tenían era recolectar latas de cerveza vacías y venderlas para reciclaje, hasta que la pandemia de covid-19 acabó con todas las celebraciones que les daban de comer.

Favián Lameda, de 36 años, nacido en San Pedro pero recién llegado de Estados Unidos después de trabajar allá por un tiempo, se dio cuenta de la situación aquel día, cuando visitó a doña Beba para grabar un video sobre la elaboración de las tortillas. Es el creador de la página de Facebook “Yo Amo San Pedro de la Cueva”, que, en ese entonces, servía para publicar fotos y videos que daban a conocer el municipio con fines culturales y turísticos, por mero entretenimiento.

“En el video, vieron cómo vivía la gente”, contó Favián, “no tenían un aire acondicionado, estaban así, bien descuidados, pobrecitos los señores, y me preguntaron que si cómo podíamos ayudarlos: les pasé una tarjeta a donde depositar y ahí empezó, pero todo fue bien rápido. O sea, yo quería comprarles un aire y pude comprarles hasta un refrigerador con el mismo dinero que se juntó en una semana. Ahí empezó todo el cambio”.

Primero, fue una despensa grande, comprada con los mil 300 pesos que depositaron tres personas. Después, llegaron los aparatos y muebles que necesitaban: el aire acondicionado, el refrigerador, una lavadora, una televisión, un lavadero, una hornilla a la medida de doña Beba, para que hiciera tortillas sin cansarse tanto… hasta terminar en la remodelación de su casa, ya con techo que no es de lámina, ni piso de puro cemento. Ahora tienen una cocina y baño nuevo, paredes blancas y un mural de colibríes que ven hacia la calle.

Entonces “Yo Amo San Pedro de la Cueva” se convirtió en una plataforma con casi medio millón de seguidores dispuestos a cambiarles la vida a los adultos mayores y personas en situación vulnerable de esa comunidad: desde alimentos, ropa, medicamentos y apoyos económicos, hasta muebles y electrodomésticos, atención médica, reparación y remodelación de casas por medio de donaciones que llegan de todo México, Estados Unidos, Latinoamérica y Europa.

Uno tras otro, Favián fue presentando a los habitantes de San Pedro de la Cueva: a doña Coyo, delgadita y de paso ligero -con todo y bastón y sus 90 años- horneando panes de cochito y cociendo tortillas de harina. Al “Pinto”, de 63 años, con su piel rosada y su sonrisa grande y de pocos dientes, recogiendo leña y mojándose los pies en el río. A doña Beba y don Pancho, bailando de felicidad el día que les entregaron su casa nueva. Entre muchos otros, ellos se volvieron entrañables y queridos por los miles de seguidores que a diario se conectan a las transmisiones en vivo de Favián.

Alberto Figueroa Moreno, mejor conocido como don Beto o “El Pinto”, vive desde hace unas semanas en la casa de Favián. Mientras le remodelan su casa, que ahora está llena de sacos de cemento, disfruta hacer desayuno, ver la televisión y, de puro gusto y agradecimiento, limpiar la casa a su amigo, que, en realidad, es su sobrino, hijo de una de sus primas hermanas.

Él también trabajó muchos años en Estados Unidos, “de todo y de lo que sea, hasta juntando piedras”, dice, hasta que fue deportado.

“Yo todo el tiempo me la paso a gusto, todo el tiempo. Más a gusto ahora, que no trabajo casi”, se ríe, “este Favián vino a jubilarme después de que me vine de allá de Estados Unidos”.

Y agrega: “Es mucha la gente que viene, ¿me entiendes? Viene que a conocer al Pinto, al pueblo y, donde quiera que estoy, me sacan de cualquier rinconcito. ¿Qué pasó el domingo, aquel día, Favián? Cansados salimos de tanta gente, apapachos, abrazos, fotos y cuanto hay. Hará como unos quince o veinte días. Pero digo, de tanta gente que hay en el mundo, ¿por qué yo?”.

Aún con la gran popularidad que ha obtenido la página, a Favián todavía le causa asombro cómo es que tanta gente tiene interés de visitar San Pedro de la Cueva y, sobre todo, conocer a las y los habitantes que se han convertido en personajes por el efecto de las redes sociales.

“Me quedo sorprendido hasta dónde llegan, gracias al internet”, dijo Favián, “estoy sorprendido porque mi pueblo es un pueblo chico, mucha gente no lo conocemos, ni los que vivimos aquí en Sonora, se puede decir, y ahora todos están queriendo venir a San Pedro, pero se ha bloqueado por esto que estamos pasando, por la pandemia, no están los tiempos para venir, pero en un tiempo más, esperemos que ya pase esto”.

Josefina Zamora es una de esas personas que han viajado especialmente al pueblo. Cuando llegó desde Hermosillo, a dos horas de distancia en carretera, la primera parada que hizo junto a su familia fue en el Restaurante “Las Marías”, donde, por pura coincidencia, se encontró con Favián y con El Pinto, que habían terminado de comer ahí pocos minutos antes.

“Sigo la página y todos los videos que hacen: de doña Beba, don Pancho y todos los que han ayudado por medio de la cooperación de todas las personas, es una buena labor”, le dijo a Favián, después de que su nieta le tomara fotos a los tres juntos.

Así, cada fin de semana, especialmente los sábados, hay quienes viajan para conocer el Cerro de la Cueva, reverdecido por las lluvias y el paso del río Moctezuma, para tomarse una bebida caliente y desayunar en el café La Peña o visitar el Museo Costumbrista Andrés Avelino Flores, que documenta y narra la historia de cuando Francisco Villa dejó sin hombres a este pueblo, tras una matanza ocurrida en 1915.

Estos proyectos, junto a un movimiento muralístico que da vida a muchas paredes, han sido impulsados también por la pintora María Tarazón, quien ha hecho equipo con Favián para reactivar las actividades del municipio.

María del Socorro Coronado Munguía, o doña Coyo, tiene una foto con Favián enmarcada en la sala de su casa. “Es como mi nieto”, dice y muy contenta presume su aire acondicionado, todavía dentro de las cajas que le trajeron apenas por la mañana, para sustituir el aero cooler oxidado y enmohecido que ha usado por décadas.

“¿Qué pienso?”, responde sobre el cariño y apoyos que le manda la gente que la conoce por Facebook, “que está muy bien, que se acuerdan de mí y me están ayudando, está muy bien. Donde quiera ando yo, donde quiera. Vinieron de Moctezuma, de Los Hoyos, se estuvieron mucho aquí también. ¿Qué hago? Hago tortillas, hago cochitos y hago de todo, pan, lo que puedo, pero hago todavía”.

En uno de sus sillones, recuerda cómo es que San Pablo, el pueblito donde vivió casi la mitad de su vida, fue uno de los que desaparecieron con la presa “El Novillo”, en 1964, y que inundó a Suaqui, Tepupa y Batuc.

“Todo se acabó ya, era un pueblito, muchas familias vivían ahí y se lo llevó la presa”, contó junto al Pinto, que era su vecino en aquel entonces, “teníamos una casa allá y, cuando llegó la presa, en cuanto salimos nosotros, todo se llevó. Pero está muy a gusto aquí en San Pedro, Hermosillo no: un nieto me quiere llevar para allá y le digo que no, no me gusta para allá, puro encerrada y no sales para ninguna parte y aquí sí, salgo con las vecinas, las parientes y las nietas que viven aquí, en la tarde nos sentamos todas en la calle”.

A Doña Coyo también le arreglaron el tejaban del patio para que siga horneando como a ella le gusta y le compraron una estufa con dinero que llegó desde Puerto Rico. Favián se siente contento y agradecido con eso. No hay un día en que no reciba decenas de mensajes agradeciendo su trabajo y buscando formas de apoyar. ¿Influencer? No cree serlo.                                                                                                                                         

“No me considero así”, concluye, “considero que, gracias a las redes sociales, mi pueblo ha salido adelante por muchas razones, se ha ayudado a algunas familias, personas que han salido adelante y que no tenían la manera de tratarse una enfermedad, una operación o simplemente la comida… y la gente está dispuesta a apoyar”.        

Para conocer más acerca de Favián y la gente de su municipio, puedes visitar “Yo Amo San Pedro de la Cueva” en Facebook y YouTube.

- Advertisement -