Columna Agenda Abierta
En medio de las graduaciones virtuales y los fines de curso, escuchamos las declaraciones sobre el necesario y muy esperanzador retorno a clases de 791 mil estudiantes en Sonora y alrededor de 33.8 millones a nivel nacional. Programado para agosto, ya bien sea con la modalidad presencial o el muy recomendable esquema “hibrido” semi presencial y a distancia, el tema motiva una serie de reflexiones sobre lo que esperamos los padres de familia de esa necesaria determinación.
México es uno de los 23 países a nivel mundial que hasta el 31 de mayo mantenía cerradas sus escuelas, a diferencia de más de 80 naciones que acreditadas ante el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ya aplicaban al menos el referido esquema semipresencial.
UNICEF con base en el avance y desempeño de gobiernos extranjeros ha hecho, en varias ocasiones, llamados al gobierno mexicano para preparar el regreso a clases presenciales, básicamente por el alarmante nivel de retroceso que han mostrado los alumnos en el desempeño y su aprovechamiento, además del alto impacto emocional que ha representado el aislamiento y ausencia de convivencia escolar.
En el caso mexicano, de acuerdo a los registros de la Prueba Internacional PISA, desde antes de la Pandemia ya se observaba una crisis de aprendizaje en comparación a los países acreditados en este mecanismo de evaluación. La última evaluación realizada en 2018 arroja que alrededor de 80% de las niñas y los niños en primaria no alcanzaban los conocimientos esperados en comprensión de lectura y en matemáticas, cifra que, como se ha documentado, se agudizó debido a la dificultad de mantener la calidad educativa en medio de un entorno de aislamiento.
Estimaciones del Banco Mundial, establecen que el SARS COV 2 causó en México un rezago que equivale a dos años de escolaridad y el Instituto Mexicano de Competitividad (IMCO) estima que 10 millones de niñas, niños, adolescentes y jóvenes presentarán rezagos de conocimientos importantes que los pondrán en desventaja.
De manera adicional, el impacto socio emocional que han vivido los niños ha incrementado sus niveles de ansiedad y frustración y, como consecuencia, han sufrido alteraciones en su comportamiento.
Los niños dejaron de salir al parque y de convivir libremente con sus amigos, se adaptaron a una nueva forma de tomar clases y ser evaluados; algunos tuvieron que adquirir habilidades para comunicarse adecuadamente en medio de un entorno de perdidas y temor.
Estudios de la UNAM establecen que, aún cuando no es posible predecir el impacto de la pandemia, ya se tienen documentados preocupantes casos y datos sobre la salud mental y emocional de niños en la emergencia sanitaria.
En el caso de los preadolescentes y adolescentes, a nivel mundial se ha documentado la aparición de síntomas depresivos o de ansiedad provocados por el encierro y el nivel de incertidumbre.
Estos elementos han motivado las recomendaciones de los organismos internacionales sobre la necesidad de programar un regreso a clases urgente, muy necesario, pero también cuidadoso y responsable. Alexandra Zapata, investigadora del IMCO y reconocida coordinadora de proyectos educativos ha señalado “…suponer que con que los alumnos crucen el arco de la puerta de la escuela, todo regresará a la normalidad es un error y puede generar responsabilidades…”
El regreso a clases presenciales para el próximo ciclo escolar es fundamental, pero no debiera ser improvisado. Antes de que termine el actual ciclo escolar, el próximo 9 de julio, las autoridades educativas deben hacer un levantamiento de tres series de datos fundamentales para enfrentar un regreso a clases seguro y provechoso: en principio, un diagnóstico censal sobre el nivel de aprendizaje y el estado socioemocional de cada estudiante en el sistema. Además, se debe construir un mecanismo de identificación precisa de quiénes han abandonado sus estudios y debe existir un padrón sobre las condiciones actuales de la infraestructura escolar.
También es altamente prioritario articular medidas de seguridad e higiene escolar que incluyan protocolos de acceso a las escuelas, establecimiento de horarios en los que se llevarán a cabo las tareas de limpieza y desinfección de los espacios escolares; impulso a prácticas comunitarias de prevención incluyendo el correcto y continuo lavado de manos, el uso correcto del cubrebocas y la aplicación de gel, la práctica permanente del distanciamiento social y la forma correcta de toser y estornudar, entre otras.
Es importante revisar el estado actual de la infraestructura escolar en aulas, baños, servicio de energía eléctrica, ya que independientemente del desgaste por la falta de uso en el tiempo transcurrido, las escuelas han sido blanco de la delincuencia y presentan daños en su infraestructura, principalmente por robo de cableado eléctrico y en la tubería de cobre; muchas de ellas observan grafitis o golpes a paredes; vidrios, puertas y mobiliario dañado.
Junto con los diagnósticos referidos y la programación de las necesarias acciones citadas, el Gobierno federal debe anunciar y divulgar un ambicioso programa acompañado de un presupuesto enfocado a esos puntos relevantes. De forma particular debe destinarse un importante apoyo al personal docente y una estrategia de vinculación con el estudiantado.
Uno de los elementos decisivos para mejorar la calidad de vida, impulsar la movilidad social y cerrar la brecha de la desigualdad en nuestro país, es precisamente dotar de una educación pública de calidad a todos los mexicanos. No nos perdamos, esa es la acción más importante para tener un país más justo y con mejores oportunidades para todos.
Moisés Gómez Reyna
Twitter: @gomezreyna