Columna Política y Medios
El virtual nuevo mandatario de la entidad parece que realizó una atenta lectura de algunos de los elementos que el aguantador electorado y ciudadanía sonorense ponderó en los últimos tiempos para emitir su voto de sónico rechazo a los desastrosos y absurdamente triviales gobiernos que estableciendo sólidos valores del lucro, de enriquecimiento grupal, como única razón de ser de sus acciones, han profesando una absurda doble moral aspiracionista, depredando el patrimonio estatal y hundiendo anímicamente las legítimas aspiraciones de progreso de nuestros pueblos y ciudades.
Tras una noche de vibrante festejo en la plaza Emiliana de Zubeldía, emblemático corazón histórico de la izquierda y los movimientos sociales en Sonora, Alfonso Durazo se comprometió la mañana siguiente de su victoria, en “rescatar al gobierno del estado”, que tal como lo aseveró, “históricamente, ha estado subordinado a los intereses de un grupo de poder para que sea un instrumento para todas y todos los sonorenses”.
Adicionalmente, ante numerosos compañeros de la prensa convocados en el salón de conocido hotel, aseguró que viene una “nueva etapa”, advirtió que “no quisiera exagerar”, pero declaró que sería “una etapa completamente distinta, con un gobierno absolutamente distinto al que hayamos conocido, ninguno de ustedes recuerda un gobierno medianamente cercano a la gente… será un gobierno sencillo, transparente, honesto, trabajaremos con la gente a ras de suelo, sin aspavientos, sin superficialidades, sin frivolidades, con sencillez, y con las mismas características, habré de escoger a mi equipo de trabajo”.
Excelente, muy buenos propósitos, pero la reflexión del ex secretario federal, debe de ir más allá y seguramente en muchos espacios de intercambio de ideas entre sus potenciales electores, se dio cuenta que una buena parte de la ciudadanía, tampoco desea un gobierno con un discurso confrontacional, anclado irremediablemente en la fantasía del pasado, demagógico, regañón, pre moderno, que trate de manipular el concepto de justicia social, en base a una mal entendida lucha de intereses de clase al interior de las múltiples y sufridas subdivisiones del concepto de pueblo.
En esa lectura atenta de la realidad estatal, Alfonso Durazo y el nuevo gobierno, debe entender que a los sonorenses tampoco les agrada que los gobernantes se confronten, así nomás, “por ganar el debate de las ideas”, por fijaciones personales con quien piensa distinto, que no necesariamente comulga con quien no respeta las múltiples contribuciones que han hecho al cambio político y social los movimientos sociales, la denominada sociedad civil organizada.
De igual manera no parece agradar a la ciudadanía de estos rumbos los gobiernos que agobian cotidianamente con propaganda “autocelebratoria”, que no sean autocríticos, que culpen a los gobiernos anteriores de todo lo malo del presente, que manipulen la historia, que insulten a la gente, o que encuentran en el trabajo de los medios de comunicación y las posturas críticas e independientes, enemigos a vencer, a los cuales se les debe de combatir con todo el poder y la maquinaria del estado.
El electorado sonorense muy probablemente votó por una continuidad y ampliación de las políticas de la llamada Cuarta Transformación, por una mayor justicia social, razón de ser fundamental de cualquier gobierno que presuma enarbolar las banderas de la izquierda en el espectro político, pero no necesariamente votó por lo que lo que el mismo presidente López Obrador calificó, refiriéndose a una situación concreta relacionada con la oposición “el modito”, muchos de los “moditos”, que no necesariamente se quedan en el terreno de las famosas formas de la política, sino que constituyen estilos de gobernar y formas de manufacturar políticas públicas, que no suelen ser bien aceptadas en importantes regiones y franjas poblacionales sonorenses.
Tampoco a los sonorenses parece gustarles el elaborar un sólido discurso anticorrupción y no actuar en consecuencia, en 2015 los sonorenses votaron por Pavlovich para castigar los excesos del gobierno anterior, el resultado fue decepcionante, a nivel federal los resultados no han sido los esperados. Alfonso Durazo, no es Claudia Pavlovich, ni tampoco para bien o para mal AMLO, pero sería un terrible golpe a la confianza de los sonorenses el establecer en los hechos, pactos de impunidad con propios o extraños.
Es verdad, en Sonora no se votó por un “gobierno justiciero”, pero sí por una opción que más allá de los hasta ahora sólo slogans propagandísticos “le devuelva al pueblo lo robado”, e inhiba nuevas iniciativas para asaltar el dinero de todos, pero más importante que lo anterior, que le regrese la confianza a la gente de trabajar con ahínco, sin descanso con auténtica fe y voluntad por un Sonora más justo, equitativo, moderno e incluyente.
No nos queda más que desearle la mejor de las suertes a la nueva administración estatal, a través de nuestra trinchera periodística y académica, desde la sana distancia al poder político, nos comprometemos cada día a contribuir desde el efectivo escrutinio público a las acciones de los nuevos gobernantes, más no desde el silencio, las porras y las matracas del cada vez más deplorable populismo mediático, a tratar de empujar decididamente para que la anunciada nueva era, sea toda una realidad.
Amílcar Peñúñuri, doctor en ciencias sociales, politólogo, profesor e investigador universitario, periodista independiente, director de Política y Rockanroll Radio, 106.7 FM. Tweeter @amilcarpolitica