Un debate es un acto de comunicación que consiste en enfrentar de manera directa a dos o más personas en torno a cualquier asunto u objetivo.
El primer debate presidencial de la historia mundial en ser televisado, de acuerdo con Rubén Aguilar, Consultor internacional y colaborador de presidencia de la republica del 2002 al 2006, ocurrió el 26 de septiembre de 1960 en Estados Unidos. Participaron los candidatos Richard Nixon y John F. Kennedy. Lo vieron 66 millones de personas de una población de 179 millones que en ese entonces tenía ese país. El encuentro fue clave para que Kennedy ganara la presidencia, de acuerdo al consultor.
En los debates políticos, el nivel de la oratoria puede ser la diferencia entre el convencer o no, el dominio que se muestre de los temas y la habilidad para argumentarlos es fundamental. El objetivo de la oratoria se basa justamente en transmitir mensajes que logren impactar y persuadir a las demás personas.
Más que perder o ganar votos, estos escenarios representan un abanico de opciones para que el electorado escuche propuestas, analice posturas ideológicas y califique la habilidad que tienen las y los candidatos para convencer. Parte del resultado de esto, es legitimarse como productos políticos.
Quienes se dedican a ofrecer alternativas para “ganar un debate”, están de acuerdo en que todo comportamiento comunica, y es primordial establecer una comunicación asertiva. Los consejos se centran generalmente en las posturas, la necesidad de transmitir seguridad, ser congruentes con lo que se dice y lo que hacen con el cuerpo, poner atención en los gestos, la tonalidad de la voz, entre muchas más.
También buscan incidir sobre el manejo y contenido de los mensajes, con recomendaciones metodológicas sobre la administración de las ideas. Por ejemplo, comenzar con argumentos sólidos, responder con temple a las y los contrincantes, no caer en provocaciones, decir la última palabra.
Pocas veces el análisis público se centra en el objetivo de estos enfrentamientos: ¿Qué se propone? ¿Cómo argumentan la solución de problemas públicos? ¿Cómo llevarán a cabo sus planteamientos? En este sentido, la habilidad comunicativa debe estar sustentada en la evidente preparación de quienes defienden sus proyectos de gobierno, con estadísticas y estrategias.
En Sonora, durante el actual proceso electoral, se ha dado prioridad en poner en el escenario público a la y los candidatos a la gubernatura de la entidad. El día 27 de abril se llevó a cabo el primer debate oficial coordinado por el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana. El evento fue sumamente criticado por los evidentes problemas de producción, y la terrible transmisión del mismo. Poco se habló, sin prejuicios ni fobias partidistas, del deficiente papel que desempeñaron los debatientes.
Las ideas en general fueron superficiales, los argumentos tibios. Sobre todo en temas que generan controversia, como el derecho a decidir, donde continúan sin ofrecer alternativas para enfrentar las distintas problemáticas sociales y de salud pública que encierra este tema. Siguen faltando propuestas claras que den soluciones a los problemas reales en los que se encuentra el estado.
La agenda de género se sigue tocando como algo secundario, y como resultado, vemos ideas vagas sobre la obligación de trabajar con perspectiva de género como un eje rector de las políticas públicas, tanto para enfrentar y erradicar las violencias, como para eliminar las brechas de desigualdad.
La argumentación es un instrumento necesario para gestionar recursos o formar alianzas, para promover reformas de ley, para coordinar acciones, tanto dentro de un ámbito de competencia como entre poderes. También para contribuir al capital político y ciudadano. Debatir debe servir entonces, para aportar los insumos necesarios que den legitimidad a propuestas, e incluso cambiar perspectivas.
De poco sirven los compromisos de campaña si no se ha trabajado en planes de acción con base a diagnósticos claros sobre los problemas de la población, y si no se acompañan de ideas sobre la ejecución, la asignación de recursos y la evaluación que tendrían.
El diseño de las políticas públicas debe partir siempre del análisis sustancial y las características actuales a las que se enfrenta la población. Reconocer las limitantes a las que se enfrenta cualquier gobierno, debe ser el punto de partida para establecer las estrategias idóneas en el cumplimiento de sus objetivos.
Es momento de replantearse nuevas formas de hacer gobierno, explorar todas las áreas de oportunidad que han sido desechadas en la competitividad de partidos, en el clientelismo, la falta de profesionalización del funcionariado público y la corrupción. Los debates deben ser el escenario ideal para esto, para exponer acciones claras y contundentes de lo que como población tendremos al elegirles como cabezas de nuestro gobierno. Así se ganaría realmente con los debates.