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lunes, octubre 21, 2024

¿Qué es ser posmoderno?

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Hace tiempo una amiga me preguntó qué significaba el término “posmoderno”; concepto que he escuchado emplear a variedad de individuos, entre ellos yo, lo que no forzosamente significa que comprendamos qué es lo posmoderno.

Asevero que quienes utilizamos el término no tenemos claro qué es y recurrimos a él más para desacreditar argumentos, que para entrar a debatir seriamente sobre cualquier asunto de interés. Esto fue lo que respondí a mi amiga; después me dediqué a conjeturar sobre lo que considero significa y posteriormente investigué.

Lo primero y más importante es evitar confundir, por un lado, los conceptos de modernidad/posmodernidad, y por el otro, modernismo/posmodernismo. Este último par refiere a una corriente artístico-estética de un periodo histórico específico que puede estudiarse desde la historia y teoría del arte y la estética.

En el caso de la diada modernidad/posmodernidad el tema se complica. En el campo de la antropología y sociología, lo posmoderno es definido por una serie de creencias, aspiraciones, usos y costumbres aceptadas por un conjunto social, en el que el énfasis de los valores o referencias han superado lo material -como seguridad pública y crecimiento económico- en favor del compromiso político.

A este tipo de “posmodernismo” lo llamaremos “postmaterialismo”, en honor al politólogo que domina el tema en su disciplina, Ronald Inglehart. Conviene enfatizar que la confusión en torno al concepto nació precisamente en el ámbito de las ciencias sociales; algunos académicos dedicados a “la petite science” malemplearon indiscriminadamente el término procurando evitar debates que cuestionaran sus conocimientos.

En segundo caso tenemos que disciplinas artísticas, culturales, literarias y filosóficas utilizan el morfema para sintetizar sincréticamente el progreso alcanzado por la modernidad, esa gran empresa formalizada en el siglo XVIII por Immanuel Kant y conocida como “el siglo de las luces” o la Ilustración.

Señalo que Kant formalizó la modernidad porque Jean-Francois Lyotard, el “teórico” de la posmodernidad por excelencia, mencionaba que “una obra no puede convertirse en moderna si, en principio, no es ya posmoderna”, y un ejemplo de ello son los aparatos críticos desarrollados por los presocráticos, Sócrates, San Agustín, Maquiavelo, Locke, Hume, Rabelais, Sterne, Cervantes, Shakespeare, Leibniz, Turner, Spinoza, Schopenhauer, Nietzsche, Ortega y Gasset, Picasso, Galileo, Pascal, Schrödinger, Einstein, Bohr, Bertrand Russell, Wittgenstein y Ricoeur.

Todos ellos adolecieron de “la condición posmoderna” debido a que cualquier “descubrimiento” es moderno por definición, pero al ser desarrollado por un sujeto con un bagaje lingüístico particular que se enfrenta a la dificultad de comunicar ese descubrimiento, lo convierte en un acto posmoderno.

De alguna manera todos somos posmodernos en cierto grado, excepto, tal vez, aquellos sujetos que utilizan el concepto como epíteto. Cuestión de observarlos atentamente para notar que son “modernos” solo en la acepción esencialista del término. ¿Y qué es en el fondo un esencialista? un escolástico, un dogmático, un oscurantista.

Para reforzar lo anterior, la wikipedia define lo posmoderno como una escuela de pensamiento que denuncia el fracaso del proyecto modernista en su objetivo de emancipar a la humanidad de forma general, es una posición que desconfía y pone en duda los grandes relatos históricos. Los “modernos” generalmente son profesores que confunden el desarrollo y progreso de la técnica con la ciencia, los que confunden educar con pontificar.

Por su parte, en la introducción a La condición posmoderna (1979), Lyotard apunta que el término “designa el estado de la cultura después de las transformaciones que han afectado las reglas del juego de la ciencia, de la literatura y de las cosas a partir del siglo XIX” y que al explicar esas transformaciones bajo el actual fenómeno de la crisis de los relatos, el análisis resultante es en sí mismo el “carácter” de lo posmoderno.

Un ejemplo que vale recordar es el papel que tuvo la Lógica en la historia de la filosofía, de la que se creía que ya todo había sido escrito por su creador Aristóteles, hasta que llegó al mundo Bertrand Russell y la puso en jaque, afirmando que sólo el conocimiento obtenido por método deductivo es científico; el inductivo, por recurrir a la probabilidad y estadística, solamente es científico de manera contextual.

Imagine que tiene un amigo que se vanagloria de sus conocimientos lógicos porque “algo conoce del tema”, por lo que usted decide exponerle un caso fuera del ámbito de la disciplina lógica y su amigo se ve obligado a pedirle que deje de utilizar términos que no pertenecen a la disciplina. Ahí hay un moderno en la idea de que por conocer la técnica es capaz de comprender la ciencia que hubo e implicó el desarrollo de esa técnica.

Otro punto nodal que señala Lyotard es que el saber se encontrará afectado en dos principales funciones: la investigación y la transmisión de conocimientos. Esta dificultad se genera debido a la resistencia del “conocimiento constituido” (la Academia) para ser cuestionado y puesto en tela de juicio.

Aunque quizás no hayamos reparado en esto, el tema de la violencia y la crítica hacen su aparición, así como un tercero, el de la ética. O dicho de otra manera, el de actuar o suscribir con base en convicciones, nuestras acciones, nuestro día a día, nuestra vida.

Finalmente me gustaría señalar las tres fases en que puede dividirse la ética: en la primera se agrupan las éticas que tuvieron como base sustentar la pregunta por “el ser” y “la verdadera realidad de las cosas”; la segunda fase abarca el pensamiento conocido como “filosofía moderna” y giraba en torno a la noción de “conciencia”, desde Descartes hasta principios del siglo XX, por último; las éticas fundamentadas en el “giro lingüístico” propio de la filosofía contemporánea (Breve historia de la ética).

Estas últimas son todas aquellas que toman como punto de arranque filosófico la existencia del lenguaje y de los argumentos como fenómenos que muestran una exigencia de sentido. Es decir, ser posmoderno significa considerar la ética en el ejercicio de nuestras habilidades reflexivas.

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