De forma determinante, en la política, las personas que fungen como nuestras representantes en los puestos en donde se toman las decisiones: su formación, ideales, valores, prioridades, capacidad, influyen en cómo se atienden y resuelven los asuntos públicos del país. En manos de quién ponemos el poder, es en consecuencia, una gran responsabilidad de los y las ciudadanas en un sistema democrático. Por ello, las mujeres, que vale la pena recordarlo, somos personas con todos los derechos, votamos y conformamos, de acuerdo al Inegi el 64.4 por ciento de la población del país (ENIGH, 2018), es decir, representamos el 51.5 por ciento de la población, tenemos absolutamente el legítimo derecho de alzar la voz cuando nos damos cuenta de cómo agresores de niñas y mujeres intentan inmiscuirse en la clase política mexicana. Permitir que lleguen al poder personajes como Félix Salgado Macedonio que aspira a la gubernatura de Guerrero por Morena, o bien, José Elías Medel Galindo, exprecandidato de Movimiento Ciudadano para diputado en Puebla, sería lo mismo que multiplicar a personajes como Mario Marín, el agresor de la periodista Lydia Cacho.
Félix Salgado Macedio tiene denuncias por el delito de violación sexual. Por su parte, Medel Galindo ha exhibido a su hija en redes sociales de una forma absolutamente inapropiada, por lo que ya el Sistema DIF presentó una denuncia de hechos ante la Fiscalía General del Estado de Puebla. En tanto, Movimiento Ciudadano ha retirado su apoyo a Medel Galindo. En países como Estados Unidos, es absolutamente válido, comprensible y normal, que políticos denunciados por agredir a mujeres, sean excluidos inmediatamente de la política.
Podemos recordar y mencionar por ejemplo, a Jack Ryan, rival republicano de Barack Obama, quien terminó por retirar su candidatura cuando se supo que fue acusado por su ex pareja por haberla presionado para visitar clubes de alterne e intentar obligarla a mantener relaciones sexuales ante desconocidos. Lamentables ejemplos como éste no son difíciles de encontrar, pero ojalá y en tanto y verdaderamente alcancemos una igualdad sustantiva, estos casos terminen no sólo en la expulsión de estos personajes de la clase política, sino también en una sanción ejemplar. Los agresores de niñas y mujeres debieran de ir a la cárcel y no al poder. Por tanto, que las mujeres, diversas, en distintos puntos del país nos indignemos viendo cómo se apoya a agresores, que exijamos que se les expulse, es algo absolutamente lógico, sobretodo en estos tiempos en los que ninguna queremos esperar más tiempo para vivir nuestros derechos, que exigimos una vida libre de violencia.
Todos los días hay mujeres desaparecidas, víctimas de feminicidios atroces sin importar la edad, bien pueden ser niñas pequeñas las víctimas. Las redes sociales están saturadas de familias que imploran ayuda, de madres, padres, hermanos, buscándolas, de gente solidaria compartiendo sus fotografías con textos desgarradores. Por ello, considerando todo esto, indigna de sobremanera que se permita y apoye el acceso al poder de agresores de niñas y mujeres. Lo que necesitamos, a manera de imperativo y en cambio, es sanear a la clase política mexicana, no podemos permitir la llegada de ningún agresor al poder, de ninguna manera, en lo absoluto. Un juicio político en contra de Félix Salgado Macedonio, no obedece a nada más que a la justicia. Hay una deuda histórica con los derechos de las mujeres que atender.