SAN PEDRO SULA, Honduras (AP) — Cientos de hondureños salieron caminando de San Pedro Sula, en el norte, para tratar de llegar en caravana a Estados Unidos justo a una semana de que el gobierno de este país viajará a Washington a pedir ayuda para superar la devastación ocasionada por las recientes tormentas.
El último intento de migrar en grupo fue en octubre, pero la caravana fue disuelta por las fuerzas de seguridad guatemaltecas. Desde entonces, a la pobreza, la violencia y los efectos de la pandemia se sumaron los huracanes Eta e Iota que, según organizaciones internacionales, afectaron a más de cuatro millones de centroamericanos, tres millones de ellos hondureños.
Las opciones quedaron para muchos reducidas a una sola: migrar.
“No hay nada, mi hermano, todos perdimos”, dijo a The Associated Press José Samuel Reyes, vecino de San Pedro, mientras caminaba junto a unos 600 hombres, mujeres y niños a oscuras por la carretera en dirección a la frontera con Guatemala.
Muchas caras reflejaban la desesperación. “Vamos aquí con lo que nos dejó el huracán solamente”, comentó Edgardo Calderón, de Lima, en el departamento de Cortés, quien después de perder todo decidió irse con parte de su familia y aventurarse “a ver qué pasa”.
A su destino, Estados Unidos, hace menos de una semana viajaron el presidente Juan Orlando Hernández y su canciller Lisandro Rosales con el fin de pedir ayuda para enfrentar los efectos de los huracanes en Honduras.
Una de las regiones más afectadas fue el Valle de Sula, una zona industrial y agrícola donde se produce prácticamente el 45% de los ingresos del país. El valle tuvo pérdidas masivas de cultivos, lo que ha hecho que varias organizaciones no gubernamentales hayan empezado a temer una escasez de alimentos. Y al quedar muchas empresas dañadas, también se espera una oleada de despidos.
“Estamos buscando los mecanismos para una reconstrucción social y económica sostenible, para que evitemos esa migración que muchas veces pone en riesgo a las personas que lo hacen”, indicó Rosales después de reunirse con altos funcionarios del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos y mantener encuentros con distintas instituciones multilaterales.
Muchos hondureños no quieren esperar más y organizaciones humanitarias hace semanas que se preparan tanto para desplazamientos internos como para lo que podrían ser nuevas oleadas migratorias.
Desde finales de noviembre pequeños grupos de menos de una decena de personas comenzaron a irse del país pero muchos de los miles que estaban en los refugios ya habían adelantado su intención de sumarse a una caravana en el momento en que se formara.
El cambio de gobierno en Estados Unidos tras la victoria del demócrata Joe Biden podría suavizar la política migratoria y esta semana Donald Trump anunció que permitirá a los migrantes de seis países, entre ellos Honduras, extender durante nueve meses su residencia legal en Estados Unidos bajo un estatus temporal.
Sin embargo, eso no significa que el viaje hacia el norte sea más sencillo.
Los centroamericanos comenzaron a migrar en caravanas hacia el norte sobre todo desde fines de 2018. Organizados a través de las redes sociales, se sentían más seguros al viajar en grandes grupos y evitaban así tener que contratar a traficantes. No obstante, de forma paralela, miles de centroamericanos siguieron utilizando a las mafias para llegar hasta Estados Unidos.
Ese flujo de migrantes que quería cruzar ilegalmente bajó a finales de 2019 pero ha vuelto a incrementarse en los últimos meses. Según los datos de la Patrulla Fronteriza estadounidense, las detenciones de migrantes en la frontera suroeste de Estados Unidos subieron un 50% en octubre con respecto al año pasado.
Los expertos afirman que una de las razones es la crisis económica generada por la pandemia que, en el caso de Honduras, se suma a la sequía y a los huracanes,
Las posibilidades de llegar a Estados Unidos o incluso a México son escasas debido a las restricciones de movilidad por la pandemia y al reforzamiento de los controles migratorios que se pusieron en marcha desde 2019 tanto en México como en Guatemala por la presión de Trump. Pero los migrantes no desisten.
“Vamos a ver si mejoramos, a trabajar vamos, a luchar”, afirmó Reyes.