En estos días se están cumpliendo dos años del inicio de la nueva administración federal, así como del nuevo cambio en la composición política de nuestro congreso y de muchas autoridades locales en todo el país, por lo que es oportuno hacer una valoración de qué ha cambiado en nuestra realidad.
Si preguntamos a quienes apoyan a la nueva administración, nos podrán decir que muchas cosas son ahora diferentes y que lamentablemente todavía hay muchas cosas más por cambiar, debido a que los que han sido beneficiados en el pasado se han opuesto a dejar avanzar.
El aportar evidencias objetivas para soportar esta postura se ha ido complicando, como es natural en toda nueva gestión, porque una función básica de cualquier administrador es cumplir con las expectativas de sus “clientes”, o en este caso los ciudadanos.
Las expectativas de cada mexicano son muy diversas, sin embargo, es claro que coincidimos en algunos aspectos como el desencanto con lo que nosotros conocemos como democracia, la mala situación económica de más de la mitad de los pobladores, el hartazgo por los malos resultados en materia de seguridad pública y combate a la corrupción, entre algunos otros temas que nos preocupan en común.
Previo a la jornada electoral del 2018, mucho se discutió en especifico sobre la corrupción, tal vez haya sido el tema principal en la mente de muchos de los que fuimos a votar, debido a muchos hechos de desvergüenza en el ejercicio público, así como por una excelente campaña de varios años para poner en el spot este problema.
Dos años después no existen evidencias de avances en el combate de las causas de esta problemática, los indicadores y estudios a nivel mundial en referencia a nuestro país nos hablan de que se ha agudizado la corrupción y que no se han establecido reformas específicas para cambiar el rumbo, lo que se ha hecho ha quedado en discurso y en golpes mediáticos.
Cada año se lleva a cabo un estudio de opinión pública llamado Latinobarómetro que aplica alrededor de 19,000 entrevistas en 18 países de América Latina para indagar sobre el desarrollo de la democracia y las economías, así como las sociedades con indicadores de opinión, actitudes, comportamientos y valores.
En 2018 el estudio de Latinobarómetro nos informaba del peor año para la región desde que empezara a medirla en 1995, ya que ningún indicador de todos los medidos tuvo una evolución positiva y la caída de muchos llegaban a un mínimo histórico, por lo que la percepción de retroceso fue la más alta en 23 años.
La inseguridad era el tema de preocupación principal en todos los países del estudio, pero también nos decía que la confianza en las instituciones caía a su menor nivel histórico, así como que la situación económica familiar estaba deteriorada y que la población estaba buscando elegir a gobiernos diferentes que les brindaran mejoría en sus ingresos.
En las encuestas que se hagan en estos momentos evidentemente el tema de salud tendrá mucha relevancia por la pandemia, pero la problemática de la falta de desarrollo económico y social de grandes proporciones de nuestra población sigue persistiendo, las acciones que se han llevado a cabo de brindar becas, pensiones, y apoyos económicos están deteriorando la economía nacional por lo que no serán sustentables en el corto plazo.
En su escrito “El fin de la tercera ola de democracias”, la chilena Marta Lagos, Economista de la Universidad de Heidelberg y Directora Ejecutiva de Latinobarómetro, comenta: “La historia de las democracias de la tercera ola es, en varios países, la historia de líderes con nombre y apellido, donde el país queda en segundo plano, prendado, detrás de la persona que lo encabeza”.
Además, agrega “Eso pasa a ser una de las trampas de los procesos de consolidación a la democracia, la personalización de los destinos de un país. Si los destinos de un país dependen de una sola persona, es porque ya el proceso se ha viciado y sus instituciones y líderes no están cumpliendo con el rol que corresponde”.
Me quedo con las palabras de Alberto Lleras Camargo, político, periodista y diplomático colombiano: “Hay que abrir a todo ciudadano una esperanza cierta, una oportunidad operante, una expectativa legitima”.