Columna Desde la Polis
Existen dos visiones principales sobre qué hacer con Sonora, desde el gobierno. Una buscará que las cosas sigan como están, pues los protagonistas del statu quo son quienes han confeccionado a esta propuesta y querrán seguir manejando -tras bambalinas- a nuestro estado como un negocio privado; la otra promete un proyecto de renovación, un cambio en las formas pero sobre todo en el fondo, para que la cosa pública deje de ser un changarro para el grupo en el poder. Quien viva en Sonora y no haya estado escondido en una cueva los últimos años, podrá fácilmente darse cuenta que padecemos condiciones de emergencia: se perdió la confianza en nuestras instituciones, se disparó la corrupción, por lo tanto aumentó también la impunidad, se cayó la inversión y como efecto inevitable, hoy reina la inseguridad. Por lo tanto, ante ese escenario, uno podría inferir que la decisión de la mayoría del electorado sería relativamente sencilla. Sin embargo, la historia de múltiples elecciones nos ha indicado que -por lo menos en México- la gente vota más con la tripa que con la mente; el sufragio con nosotros es más emocional que racional.
Morena cuenta con un voto duro asegurado de 35 puntos y los números del PRIAN rondan los 25. Esos 30 puntos creen plenamente en López Obrador, en su narrativa y en la necesidad de que su proyecto político tenga una versión sonorense. Les es irrelevante quién sea el candidato y lo importante es que la 4T no se desvanezca. En el otro frente, está una mezcla de gente que aborrece a AMLO (principalmente) y aquellos que se sienten más seguros con el proyecto de fortalecer al actual statu quo. Hay que agregar que la alianza prianista provocará pérdida de votos en las bases más auténticas y congruentes tanto del PRI y del PAN (pues cada grupo ve en el otro a una ideología incompatible con la suya), pero los prianistas apuestan a que su principal precandidato es hoy el más conocido en Sonora y que su percepción positiva es más alta que su carga negativa. Digo “principal precandidato” porque lo que inició siendo una amena vacilada, en la intentona de Pedro Angel Contreras, hoy llama la atención a propios y extraños puesto que esgrime con mucha claridad la inviabilidad jurídica -frente a los estatutos del PRI- de la candidatura de Gándara, pues él es simpatizante mientras que el autodenominado “equino negro” es un militante. Finalmente, para que estos números no cambien, estos dos principales frentes políticos deben tener bien aceitaditas sus respectivas máquinas electoreras: para ello serán indispensables los trabajos de promoción y defensa del voto, en secciones, distritos, etc. Los famosísimos “apoyos para la gente” no pueden faltar y en la medida en que se los roben los operadores políticos (ejemplo, en el 2009 con el PRI), se perderán votos proyectados el día de la elección.
Sin embargo, hay un grandísimo grupo electoral que se ha desencantado de los partidos políticos, de todos. Estas personas lograron entender el gran daño que hicieron en los últimos 20 años, tanto el PRI como el PAN y por eso jamás les van a creer. Muchos de ellos votaron por Andrés Manuel en el 2018 e ingenuamente creyeron el cuento de que “ya se acabó la corrupción” sólo por un resultado electoral; por lo tanto, cuando aparecieron los Bartletts, los Napitos, los Píos, etcétera, se desencantaron de la política y sus promesas de cambio. Este grupo de electores, que ronda los 30 puntos, es completamente inmune a lo que salga de la boca de todos los políticos tradicionales. Aún cuando se les plantee con claridad la disyuntiva histórica en la que nos encontramos, las diferencias entre las opciones, los riesgos si equivocan el voto… nada de eso les importará si el mensajero es un miembro de la estructura política tradicional del PRI, del PAN, de Morena o de MC.
Irónica -pero comprensiblemente- esta situación es muy poco, por no decir nada entendida, por los principales protagonistas en las estructuras políticas que se disputarán el poder el año entrante. No han trabajado desde la ciudadanía, pero creen comprenderla; se equivocan (como dije, es natural dada su formación) y le apuestan todo a la ruta tradicional para conseguir y asegurar votos.
Hay treinta puntos de electores indecisos, desencantados e inmunes a los mensajes grilleros clásicos. Sólo podrán ser convencidos por ciudadanos a los que respeten… pues consideran que los “políticos de siempre” los han dejado abajo. Creo que todos sabemos cuál opción política podría (y cuál no) configurar un esquema donde ciudadanos -hablando y convenciendo a ciudadanos- jueguen un papel central, que sencillamente sellaría el destino de esta elección. No sólo estaríamos ante un escenario completamente inédito en la tradición política local, sino que le daría frescura y esperanza a lo que viene. No hacer esto, probablemente tampoco cambie el desenlace de la elección, pero nos dará otra campaña monótona más y se habrá desperdiciado la oportunidad de oro de cambiar el paradigma de legitimidad en el arribo de un nuevo grupo al poder.
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org