Román Cham Padilla, un hombre hipertenso, de 70 años, lleva viviendo cinco días en el sótano de Plaza Galerías de la zona conurbada Tabasco 2000. Supuse que cuando le preguntara que era lo que más deseaba en ese momento, me iba a contestar “vivir en otro lugar donde no se inunde, y nunca más tener que salir, ni perder mis muebles”, sobre todo después de que en los últimos trece años ha tenido que huir de su comunidad en tres ocasiones e instalarse en refugios por las intensas lluvias e inundaciones, pero me equivoqué: Don Román tan solo pide un ventilador para poder dormir él y su familia.
El estacionamiento del centro comercial que sirve como albergue a 289 damnificados por las lluvias y el desfogue de la presa Peñitas, es un horno encendido.
Lo constato al recorrer el lugar apenas a las seis de la mañana. Cuando empieza a clarear, la verdad, dan ganas de meterte en una tina con hielos. “Hoy llegaron algunos ventiladores que alguien donó y algunos ya pudieron conciliar un poco el sueño”,
me dice Fernando Lona, joven encargado de la guardia, al notar que uso de abanico las hojas en las que voy tomando notas.
“Sí, pero ejque no alcanza el aire, primo, hajta acá”, contesta don Román con su peculiar acento costeño y luego hace cara de niño travieso. Me gusta don Román para detenerme a conversar con él. Es un tipo amable y cotorro, que no deja de sonreír a pesar de las circunstancias.
Entre otras personas que están con el ancianito, destaca su suegra y esposa.
—Nos dijeron que para hoy, a ver si lo ponen más cerca (el ventilador). Pero ahí la estamos pasando gracias a Dios, primeramente.
—¿Cómo llegó?
—No había lancha para salir y tuvimos que tirarnos el agua al pecho. Ya de ahí salimos al Triunfo, La Manga, Dos Gaviotas.
Mientras charlábamos, el presidente López Obrador tenía previsto llegar esa tarde a Tabasco, luego de que no le fue bien en su última visita tras suspender su gira de trabajo por Nayarit.
Venía a atender las inundaciones en su estado, pero tuvo un paso relámpago y lo único que se vio de él fue una imagen a bordo de un helicóptero que sobrevoló las zonas afectadas. Le fue duro en las críticas por no haberse mojado los zapatos y hacer paradas con los afectados.
—¿Usted se siente abandonado o respaldado por los políticos?— pregunto a don Román.
—Nojotros hemo estado apoyando en todo momento. Cada vez que va un partido o un político lo hemo apoyado. De los anteriores que han pasado poca ayuda. El que si nos echó mucho la mano fue el químico, Andrés Granier, y ahora puej noj está echando la mano mucho el licenciado Andrés Manuel López Obrador. Pensamos que Dios debería ayudarlo y que nos siga bendiciendo y nos ayude”.
Me despedí de don Román, le dije que ojalá esa noche le tocara un poco de aire fresco para que pudiera dormir un poco porque llevaba cuatro noches enteras sin poder hacerlo. Ya no lo volví a ver porque continúe mi recorrido por Villahermosa y otras partes de la Sierra de Tabasco.
Al día siguiente, en el aeropuerto de Villahermosa me tocó abordar el mismo vuelo que López Obrador con destino a Ciudad de México.
Uno minutos antes de las 16:00 horas, cuando nos acomodábamos en nuestros asientos, el hashtag #LordMiontajes ya era tendencia nacional por las fotos y videos que subió a su cuenta de Twitter.
En la nueva visita recorre comunidades inundadas a bordo de una troca del ejército.
Dicen que el Presidente no usa celular, pero yo lo vi leyendo en uno. Desconozco qué.
Lo que terminó de encender la mecha en redes, fue el video divulgado a bordo de un helicóptero en el que dice que para evitar inundaciones en Villahermosa se decidió desviar agua de las presas hacía las comunidades chontales de Nacajuca y Centla, con las que resultaron afectados 160 mil habitantes, para despresurizar la presa Peñitas, incluyendo a Román y su familia. Me gustaría saber qué pensará el Don de esta decisión después de conocerlo de voz del propio Presidente.