El mundo de Georgina Hernández García se derrumbó cuando supo el diagnóstico del padecimiento que la aquejaba hace meses: cáncer de mama etapa “A”.
Gina -como de cariño le llama su familia- sintió una pequeña bola en su pecho y pensó era un quiste, pero los médicos le dijeron que se trataba de un tumor.
Quiso ser positiva pero por más que lo intentó no pudo. Saber que tenía tan cerca a la muerte era algo horroroso. Como pudo sacó fuerzas. Por sus hijos y esposo.
Cada vez que su cabello, pestañas y cejas se caían debido al cáncer, Georgina no podía contener las lágrimas. Lloraba sola en su cuarto, cuando nadie la veía.
Al pasar las semanas, la hermosillense de 46 años de edad ya estaba recibiendo quimioterapias, que fueron insuficientes para atacar la enfermedad.
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Por ello, como parte del tratamiento Gina también tuvo que someterse a 20 sesiones de radiación, además de tomar una cápsula diaria de tamoxifeno de por vida.
Georgina recuerda el momento exacto cuando se enteró que padecía cáncer de mama y el pronóstico cero alentador de aquel 27 de septiembre de 2019.
“Cuando me hacen el ultrasonido, en cuanto me ponen el aparato, el primer comentario de la persona que me estaba haciendo el ultrasonido fue: esto es cáncer en un 90%, por la forma que tiene. Vamos a biopsia”. Me hicieron la biopsia a mediados de septiembre y al siguiente jueves me daban el resultado.
“Saliendo del trabajo fue mi hermana por mi y mi esposo, nos fuimos por el resultado. Al abrir el sobre decía “C.A, mama”, es decir, cáncer de mama. Ya en ese momento se te empieza a caer el mundo la verdad, piensas puras cosas malas, por más que quieras no piensas nada bueno”, contó Gina.
Después de ello, el doctor explicó a Hernández García que debía operarla y en noviembre de 2019 le retiró el tumor y tres ganglios, que, afortunadamente estaban limpios de cáncer, por lo que no fue necesario extirpar su pecho derecho.
Terminando la cirugía Gina continuó recuperándose en su hogar, donde superó intensos dolores de cuerpo, sabores amargos y vómitos recurrentes.
A la fecha, Georgina está saludable y es muy probable que venció el cáncer, sin embargo, lo más seguro es que reciba tratamiento de remisión, esto para tratar de desaparecer los síntomas de la enfermedad que aún quedan en su cuerpo.
Su fe en la Virgen de Guadalupe, Dios y sobre todo el amor de su esposo Raúl Castillo Tapia y sus hijos Raúl, de 23 años y Jorge de 15, fueron la fuerza que necesitaba para salir adelante y ganar la batalla a una enfermedad que cambió su vida por completo.
“Yo no quería dejar de ver a mis hijos, pensaba “ya no voy a estar en sus graduaciones ni cuando se casen, o sea, ¡¿cómo me voy a perder de todo eso?! Yo misma me decía: “tengo que salir adelante”.
A mi se me murieron mis papás cuando yo ya estaba grande y me afectó mucho, entonces pensaba “¿cómo los voy a dejar a ellos tan chicos y todavía están estudiando?”. Le tiene una que echar ganas”, expresó.