Columna Desde la Polis
Hace cinco años tuve la oportunidad de recibir en mi despacho al padre de uno de los bebés que perdieron la vida en el incendio de la guardería. Como abogado, en ese espacio he podido atender todo tipo de gente: empresarios (unos ejemplares, otros muy pillos), empleadas domésticas, políticos, jóvenes universitarios, bomberos, artistas, indigentes, etc., pero ninguno me provocó ese sentimiento de ansiedad que experimenté previo a esa conversación. Más allá del aspecto jurídico, me inquietaba saber cómo podía yo serle útil a esa persona y a la causa que representaba. En estos once años que han transcurrido desde aquella innombrable tragedia, los medios han dado cuenta detallada sobre el velo de impunidad que ha cubierto el caso ABC: unos señalan a los dueños, otros a los entonces gobernantes y otros más al Estado mexicano en una responsabilidad global. Le pregunté qué acciones harían justicia. “Nada traerá de vuelta a mi hijo”, respondió… “ni las indemnizaciones, ni los encarcelamientos, ni las marchas ni los monumentos. Lo único que nos dará paz, sobre todas las cosas, es saber que jamás en la historia de este país, la negligencia, la corrupción y el descuido institucional volverán a cobrar vidas de bebés.”
Quien ha estado en la alta sierra sonorense sabe de la especial sensación que provoca la conjunción de la montaña, del viento, el sol y el río. Las mujeres y los niños que fueron masacrados en La Mora, nunca más podrán contemplar ese paisaje. En el contexto de una tragedia con eco internacional, la visita del Presidente y sus colaboradores a Bavispe, conduce a una pregunta central: ¿Qué podría darle fuerza y consuelo a los familiares de los muertos? ¿Sería la inauguración de un cuartel de la Guardia Nacional? ¿Sería el anuncio de los avances de la carretera que conecta con Agua Prieta? ¿Sería la futura edificación de un memorial para los fallecidos? Nada de eso será rechazado, pero nada de eso consolida tampoco la más urgente necesidad que tienen todas las víctimas de la inseguridad que (por demasiados años ya) impera en México: la justicia.
Pensé también en la extraordinariamente compleja circunstancia alrededor de nuestro paisano, el actual Secretario de Seguridad federal: tener que coordinar los esfuerzos de la tarea más complicada en el país, en un contexto de existente ineptitud, simulación y corrupción en el gobierno (en todos los niveles, especialmente en los locales)… y que esa tragedia, de todos los posibles lugares del país, aconteciera en el pueblo donde él nació. En esas condiciones, que me resultan verdaderamente atípicas, ¿Qué plantear?
Para responder esa última cuestión, establezcamos premisas puntuales alrededor de la salvaje criminalidad que aun impera en México, incluida Sonora. Por años -en México y en Sonora- la corrupción provocó un avance de la delincuencia como nunca se había visto, alimentando a uno de los más grandes enemigos de la paz en México: la impunidad. Por demasiado tiempo, la criminalidad abrevó de la codicia (e ineptitud) de quienes nos han gobernado y ello le permitió ir avanzando en su control de empresarios, fiscales, políticos, policías y militares. No obstante, el actual gobierno federal hizo promesas (quizá desde el desconocimiento real del fenómeno) que hoy comprende que no puede cumplir como quisiera hacerlo, y me refiero especialmente a las estrategias de corte social, con efectos preventivos frente a la dinámica delictiva. Pero hay algo que sí puede hacer… y por ello recordé la conversación con aquel padre del bebé de la guardería.
A los familiares de los fallecidos en la emboscada de La Mora, así como a todas las demás víctimas en México, lo único que les traerá paz es la noción de que esas acciones no quedarán impunes. No sólo en el caso de Bavispe, sino en tantísimos otros, el Estado no pudo impedir que sucediera la tragedia, pero hoy está categóricamente obligado (y habilitado) para enviar el inexorable mensaje que de ahora en adelante no habrá impunidad. Cometido el crimen… la acción punitiva del Estado es también una de las mejores herramientas para la posterior prevención. Y precisamente eso fue lo que llevó bajo el brazo el presidente a los Langfords, Millers y Lebarons: los avances de la investigación e información sobre los detenidos.
No podemos dejar pasar más tiempo: la manera más inmediata que el Estado mexicano tiene para honrar a las víctimas de la criminalidad, es comenzando a crear las condiciones para que estas atrocidades no se cometan más. Impunidad invita, justicia disuade. La tarea no concluye con la detención de los criminales; es sólo el comienzo. Quienes anden pidiendo votos, deberán mostrar un equipo humano que garantice que en Sonora se revertirá la irresponsabilidad y la complicidad que provocó todo esto. Eso para mí es justicia… y ello provocará algo que nos urge: gobernabilidad.
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org