Ni qué le digo que son tiempos difíciles para el mundo, querido lector, lectora. En el mundo entero enfrentamos situaciones que nos retan y nos hacen comprender más que nunca el llamado “efecto mariposa” -que el aleteo de una mariposa en un lado del mundo causa un huracán en otro. En este caso vivir y sufrir cómo un virus que habría nacido en un mercado de China, puede poner en jaque al mundo, como la COVID-19.
Y ahí estaba el pasado martes viendo la conmemoración que se hizo por el 75 aniversario de la fundación de la Organización de Naciones Unidas, un organismo multilateral clave para el mantenimiento de la paz en el mundo tras la Segunda Guerra Mundial cuando escuché dos mensajes: el de nuestro presidente, Andrés Manuel López Obrador y el de Ángela Merkel, canciller alemana.
AMLO: entre el avión presidencial y Mussolini
De sobra sabemos que a AMLO no le importa mucho todo el tema de las relaciones exteriores, eso lo ha dejado en otras manos, las de Marcelo Ebrard (como muchas otras cosas nacionales, por cierto). Con trabajos sale del país, no es algo con lo que se sienta a gusto. Él es feliz de gira, hablando hasta en pequeñas localidades, recorriendo la República en automóvil porque aún recuerda, como alguna vez me contó alguien cercano a él, sus viajes de Tabasco a la CDMX de aventón y hasta en camiones de redilas por horas. Ahora, andar en un coche cómodo, además sin manejar, le sigue pareciendo un lujo.
Aunque seguro que en Relaciones Exteriores por lo menos se ofrecieron a hacerle llegar líneas para un discurso él, me queda claro, no quiso.
Resultado: dijo, en un foro internacional lo que escuchamos en cada mañanera, en cada de sus muchos y frecuentes informes. Que la Cuarta Transformación, la cultura milenaria de México, la apuesta por acabar con la corrupción, la transferencia directa a múltiples beneficiarios.
Pero hubieron dos frases en este discurso que seguramente dejaron a los extranjeros con cara de what (o su equivalente en otros idiomas).
Uno es hasta simpático, pero el otro revela que en serio, nuestro presidente no reflexionó ni un segundo a quién se estaba dirigiendo.
La simpática:
“Ya no hay lujos en el gobierno. Les comento también que había un avión presidencial, que aún existe todavía, pero está en venta, pero lo rifamos y vamos a venderlo”.
Ya me imagino a un danés pensando: “¿Entendí bien? Se me hace que la traducción está chafa (o su equivalente en danés). ¿Cómo puede ser que había un avión presidencial, que rifaron pero que aún existe y además está en venta?”. Es como el milagro de la reproducción no de los panes, sino de los aviones.
Y la otra, cuando hablaba de la segunda transformación, de la Reforma, y la importancia de Benito Juárez.
“Se le conoció como el Benemérito de las Americas. Fue tan importante su proceder y su fama que Benito Mussolini lleva ese nombre porque su papá quiso que se llamara como Benito Juárez”.
Uy. Mussolini citado en el aniversario 75 de la ONU. Organización fundada tras la Segunda Guerra Mundial que se trató, si no mal recuerdo, de combatir al nazismo y al fascismo. ¿Recuerdan el Eje Berlín-Roma-Tokio?
Y deje usted la historia, que le importa tanto al presidente. Hoy más que nunca nos preocupa, a nivel global, el renacimiento del nacionalismo, del nazismo, de la ultraderecha en un mundo en donde se discute con preocupación que podamos entrar en una etapa de “post derechos humanos”, donde no se respete incluso la mínima base acordada como humanidad.
Recordé de inmediato a Mafalda, mi filósofa de cabecera, en el cartón de Quino en el que ella y Miguelito están en la playa cuando ella dice:
“¿Te das cuenta, Miguelito? Ese sol que ahora nos alumbra, es el mismo que alumbró a Lincoln, a Rembrandt!… ¡A Bolivar! ¡A Cervantes!”
Y Miguelito dice: “¡A Mussolini!”
En el siguiente cuadro, Miguelito aparece tirado sobre la arena con cara contrita mientras piensa: “Mi abuelito habla maravillas de Mussolini”.
Ya ni hablar de la silla que rechinaba. O que nadie -¡nadie! Ni Laurita, su secretaria privada, considerada por grandes empresarios como una de las personas casi desconocidas pero con más poder en México- le arregló la camisa que salía de su saco y le arregló la corbata chueca. Peccata minuta, si quiere, pero que también es parte de su imagen como presidente de todas las personas en México.
Y Merkel, ah, Merkel
Y luego escuché a Ángela Merkel, una de las mujeres más poderosas del mundo que va al super como cualquier ciudadana.
“Quienes creen que les irá mejor solos están equivocados. Nuestro bienestar es compartido, nuestro sufrimiento también. Somos un solo mundo”.
La canciller del país donde nació Hitler aceptó, elegante, que su país traicionó, en su momento, “todos los valores civilizados” e hizo un llamado a reformar la ONU en este momento tan difícil para que pueda seguir manteniendo su papel para “preservar la paz en el mundo”.
Desde hace tiempo que Alemania demanda que haya nuevos miembros permanentes del Consejo de Seguridad y no solo Estados Unidos, China, Rusia, Francia y el Reino Unido, que fueron triunfadores en 1945.
“Las Naciones Unidas debe evolucionar para hacer frente a los desafíos mundiales del Siglo XXI”.
Caramba, eso es saber ante quien hablaba.
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