Leí con mucho interés -y creciente estupor- la entrevista que Hugo López Gatell dio a La Jornada. Si la idea era dar información y argumentos para echar por tierra las duras críticas, pero también las propuestas, que los seis exsecretarios de Salud vivos hicieron al manejo de la pandemia… creo que me quedé con más dudas y una hipótesis: más que sabotaje, el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud acepta –sin querer queriendo- un “autosabotaje”.
López Gatell, además de echarle la culpa a otros actores no nombrados y acusar “sabotaje” muy al estilo de este sexenio, acepta:
“Confieso que fui optimista (…) Dijimos lo que pasaría si y solo si se respeta el confinamiento, las empresas no esenciales cierran y los gobiernos estatales verifican que así sea. Entonces se cumpliría la predicción de la curva epidémica y podemos documentar que donde no se respetó el confinamiento, no ocurrió la predicción”. Es decir, llegamos y sobrepasamos la cifra que él mismo llamo “catastrófica” al llegar y sobrepasar las 60 mil personas muertas.
Pero hay un tema más interesante que sigue al justificar que no llegamos a la cifra porque “no se entendía” lo que él quería decir y es interesante el lugar más específico que cita: el gabinete presidencial:
“No se entendía, incluso en el gabinete. Durante 15 días les dije que teníamos que cerrar el país y sólo hasta que lo enfaticé, algunos secretarios de Estado se sorprendieron y dijeron que se informara al Presidente”.
Ojo: 15 días perdidos, supongo que al inició de la pandemia donde él, por no enfatizar lo suficiente, no logró que el gabinete comprendiera para que entonces alguien hiciera el favor de informárselo al presidente.
Pero luego hay más. La aceptación de que, por el déficit de 240 mil trabajadores de salud y camas disponibles en un principio el mensaje fue ‘Quédate en Casa’ y no vayas al hospital por temor a saturar los hospitales.
“No es un accidente. En cuanto ampliamos la capacidad hospitalaria –en abril– pasamos del quédate en casa a señalar que las personas desconocen que tienen diabetes, pero si tienen familiares con la enfermedad y además presentan síntomas respiratorios deben acudir al hospital”.
No se usted, pero entre esos 15 dias perdidos muy al inicio de la pandemia donde la actividad no se paró y la aceptación de que durante un mes le dijeron a la gente “Quédate en casa” a pesar de que sabían que debían de ir al hospital me suena más a autosabotaje que a sabotaje. Y a reconocimiento de un error.
El Insabi que necesita financiamiento se quiere financiar, el que lo financie, ¿será un gran financiador?
Recuérdenme si mi memoria me traiciona: ¿la no venta del avión presidencial (pero sí de una cantidad representativa) a través de la rifa de la Lotería no era para financiar necesidades sanitarias? ¿Para proveer a hospitales de las muchas cosas que necesitan, medicinas, para comprar materiales de cuidado personal para los doctores y enfermeras que están en la primera fila de la epidemia y que serían nombrados como héroes el día de hoy en el Grito?
Según yo, sí. Así lo anunció el presidente quien, aunque no puede vender (a veces pienso que ni lo quiere vender) el avión presidencial lo sigue utilizando como un símbolo para recordar, una y otra vez, todo el derroche que tuvieron los malos gobiernos del pasado.
Entonces, ¿qué hace un Instituto como el INSABI, Instituto de Salud para el Bienestar, lo que sustituyó al Seguro Popular, comprando 51 “cachitos” de lotería para regalárselos a cada uno de los 951 hospitales covid para ver si se ganan la Lotería que, en inicio está en gran parte destinado al propio INSABI?
¿Qué diablos piensa el titular de la coordinación Nacional de Administración y Finanzas del Insabi, Víctor Manuel Lamoyi Bocanegra en invertir 24 millones 250 mil 500 pesos de su presupuesto para ver si se sacan un dinero que -hasta donde sabemos- de cualquier forma debería llegar a sus arcas?
¿Ahora resulta que los que necesitan el financiamiento están financiando parte del sorteo que acabaría, de cualquier forma, en sus manos?
Vaya país kafkiano.
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