Los problemas del dormir en la infancia son diversos, comunes y problemas serios por sus consecuencias cuando no se atienden oportunamente. Sin causantes de diversos problemas cognitivos y conductuales, así como dificultades en el entorno familiar. La evaluación cuidadosa permitirá elegir el tratamiento efectivo que ayudara a mejorar la salud del infante.
La duración del sueño nocturno depende de la edad, personalidad, inteligencia y duración de la siesta. El bebe recién nacido duerme la mayor parte del día. A los 3 meses el bebé tiene de 3 a 4 periodos de sueño. Al año de edad disminuyen a 2 ó 3 periodos de sueño, entre los 2 y 3 años tienden a suspender la siesta. El niño hiperactivo duerme menos, a los 5 meses puede mantenerse alerta durante todo el día. Alrededor de los 18 meses puede permanecer despierto desde temprano y “hablar” con sus muñecos y juguetes. Durante los 2 ó 3 años manifiesta dificultad para despertar, llora y se amodorra un rato. La hora de dormir de un niño de 2 años es entre las 8 y 10 pm. La fatiga o interrupción de la siesta pueden contribuir a problemas de inicio del sueño nocturno.
Con los bebés y niños preescolares y escolares, tenemos que precisar el inicio del problema del dormir, la frecuencia del mal dormir, el curso del problema si permanece estable, tiende a la mejoría o al empeoramiento. Es importante detectar la hora en la que ocurre el el problema de sueño, sus hábitos del dormir, identificar si el problema interrumpe a otros que duermen en la habitación, sus rituales del dormir, sueños y pesadillas, despertares nocturnos y mojados nocturnos de orina.
Es común que los padres implementen una serie de métodos para lograr que su hijo duerma, los más utilizados son: mecer, cantar, poner música, leerles un cuento hasta que se duerman; el sostenerlo en los brazos en lugar de acostarlo en la cama, si llora, le dan de comer, se lo llevan a la cama de los padres o uno de los padres va a la cama del hijo, hay quienes optan por sacar al bene a pasear en el carro para que se arrulle y duerma. Algunos niños tienden a chuparse el dedo, mecer la cabeza o sacudir la cuna como ritual previo al sueño.
Existen ideas equivocadas respecto al habito del dormir del menor, pero es preciso conocer el desarrollo del niño para poder identificar sus necesidades fisiológicas. La duración del sueño nocturno depende del número de siestas, sobre todo si son de 2 a 5 PM. Es frecuente escuchar a los padres, establecer horarios rígidos para mejorar la calidad de sueño que el hijo requiere. La mejor guía es la ausencia de fatiga durante el día. Los padres se inquietan al ver al hijo hablar con los muñecos, insisten en que duerma y quieren forzarlo a dormir.
Existen diversos factores que ponen en riesgo el buen hábito del dormir en un niño. En primer lugar las manifestaciones de ansiedad excesiva, sobreprotección o dominio exagerado sobre el niño y una supervisión frecuente para ver si está bien, pueden perturbar el sueño del niño. A veces permanecen despiertos por: esperar las visitas impacientes de sus padres para que él se duerma o percibiendo los esfuerzos deliberados para que se duerma y poder salir fuera, malos hábitos de los padres y enfermedades médicas coexistentes. Otros indicadores de riesgo son: los manejos del castigo “te vas a la cama porque te portaste mal”, compartir la cama con los padres que ,además, implica movimiento, ronquidos, tos, etc., proximidad de los vecinos, parientes molestos en el hogar, estímulos ambientales, atraer la atención, negativismo del niño, necesidad de sentirse seguros por percibir miedos propios de la edad. A lo largo de la noche pueden ocurrir despertares; un lactante después de 4 horas despertará con facilidad. La comida de noche, el clima extremoso y la sed pueden desarrollar sueño inquieto. El aumento compensatorio del apetito después de la recuperación de una enfermedad, brote de dientes, gritos por pesadillas después de los 6 meses, gritos por deseos de orinar a los 2-3 años pueden ser otros factores que propicien los malos hábitos del dormir.
En los lactantes los despertares nocturnos son vistos como precursores de dificultad en el reinicio o mantenimiento del sueño. Los padres esperan de su hijo, un periodo de 3-4 horas de sueño con despertares para su alimentación hasta los 2-3 meses, largos periodos de sueño en la noche con breves despertares de 3-5 minutos con llanto y sueño inmediato y cortos periodos de siesta durante el día a los 4 meses; a los 2 años, expresan resistencia de ir a la cama y evitan separarse de sus padres.
En los preescolares se presentan las pesadillas, sueños ansiosos, pérdidas, heridas, abandonos, monstruos, animales peligrosos, ansiedad de separación, miedo a la oscuridad, miedo a estar solo. Durante el día, el niño expuesto a la sobre-estimulación del ruido ambiental, uso de electrónicos y excitación probablemente tendrá dificultad para dormir. La familia con hábitos irregulares del dormir, sobre-estimulación por la televisión, celular y otros aparatos electrónicos, inciden de manera directa sobre el inicio y permanencia del sueño nocturno.
Es frecuente que el niño padezca amigdalitis crónica que puede ser el desencadenante de éste problema. La solución es someterlo a tratamientos farmacológicos o amigdalectomía. En los niños escolares ya se observan rituales del dormir, toleran la luz baja y pueden estar acompañados de un objeto que les brinda seguridad. A esta edad no son raros los terrores nocturnos, sonambulismo, somniloquios, enuresis relacionada al sueño.
El tratamiento y orientación cuidadosa sobre los hábitos higiénicos del dormir, reconociendo como padres la evolución del desarrollo del sueño y la detección oportuna de problemas emocionales de inicio temprano, que interfieren con los hábitos del dormir, pueden ayudar a mejorar notablemente la calidad de la salud mental.
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