Columna Desde la Polis
No cabe duda que podemos encontrar muchísimos símiles de la condición humana, en las geniales creaciones de la naturaleza. Al igual que la telaraña, la corrupción y sus protagonistas tejen una red sólida, poderosa y resistente. El hilo de seda es cinco veces más resistente que el acero del mismo diámetro, igual que el dinero que se utiliza para comprar voluntades. Del mismo modo, para que la telaraña pueda ser resistente y alcance sus objetivos, las hebras deben estar bien interconectadas, para que abarquen y distribuyan resistencia a través de la red. Y aquí es donde se vuelve interesante el asunto: al igual que en la corrupción mexicana, las telarañas pueden prescindir de uno que otro hilo y no pasará nada.
Como lo he externado recientemente en medios de comunicación, el Lozoyagate viene a ser oxígeno puro para el gobierno de López Obrador. Este gobierno tiene tres grandes problemas en las manos: primero, existe un objetivo y tangible estancamiento en las áreas más críticas del manejo de la cosa pública (salud, economía y seguridad)… segundo, estamos a menos de un año de las elecciones intermedias. Como parte de los efectos de la pandemia, quizá haya más pobres, se recaudará menos dinero por este 2020 tan difícil y -como lo indicó el ex secretario Urzúa- habrá simplemente menos dinero público para invertir, con las obviedades económicas que ello representa. En un escenario así, el gobierno federal no tiene de otra que comenzar a quemar cartuchos (en contra de su probada voluntad) para echar mano de pillos y meterlos en cintura. Vayamos más allá: hay elecciones a gobernador donde el factor será la popularidad del Presidente. Encarcelar a pillos le subirá los bonos y por ende, beneficiaría a candidatos grises que sin la simpatía popular hacia López Obrador, seguramente perderían.
Yo, como tantos otros, me quedé con el ojo cuadrado cuando el Presidente avisó -al iniciar su mandato- que habría borrón y cuenta nueva para ex presidentes y ex funcionarios. En ese momento, me pareció escandaloso que dijera que sentar frente a la justicia, a esos que tanto daño hicieron, desestabilizaría profundamente al país. Lo creí entonces y lo creo ahora: es extraordinariamente sano que un país (siempre bajo el estricto apego al Derecho y no a las faramallas de la politiquería barata) despliegue los largos brazos de la fuerza del Estado y traiga -de las greñas- a gente que teniendo el honor de servirle a la ciudadanía, se haya servido con la sopera del erario. Estén en un chalet suizo, en un restaurante neoyorquino, de safari por Kenya o bebiendo sake en Tokio… se debe y puede ir por ellos. Es simplemente muy sano el generar la consciencia colectiva de que la fiesta se acabó y de que para acabar con la corrupción, se empieza contra la impunidad. Nuestro Presidente se incomodaba mucho con todo lo anterior… pero estando la carreta de la 4T atorada, no le queda de otra. Y a partir de aquí nace el tercer problema: ¿hasta dónde llegar?
Las telarañas tienen un magnífico diseño, donde múltiples nanohebras forman cada hilo y la unión de estos dan una tremenda resistencia al sistema; en la corrupción, los filamentos se fortalecen con el dinero, la complicidad y el silencio. Un participante de la red corrupta está encantado, recibiendo sus privilegios… pero también sabe que ya no podrá salir del sistema, pues sus pares tienen en su poder abultados expedientes que lo evidenciarán y hundirán, en caso de que decida romper el pacto de silencio y complicidad. Trátese de maletines con dinero, inmobiliarias, fideicomisos, gaseras, constructoras, agencias de autos o lo que se les pueda ocurrir… todo está documentado.
Los adversarios del Presidente tenían pánico de que llegara al poder, porque a diferencia de ellos, él jamás se enriqueció del poder público. No les importaba ni les importará la conducción el país (vean cómo estamos hoy); no, tenían temor de verse a los ojos con la ley. Sin embargo, ese temor se relajó cuando comenzaron a ver que varios colaboradores del Presidente sí tienen cola que les pisen. Algunos de estos personajes tienen una añejada mala fama, pero otros no.
El Lozoyagate tiene las características para arrastrar telarañas enteras (llegar hasta Salinas y miembros de la oligarquía que creó) y no sólo hilos aislados (grillitos venidos a más en el sexenio anterior). Si la 4T hace lo primero, cimentará su mito fundacional y forjará una fuerza legitimadora con potencial transexenal. El problema es que como venganza emergerían esos pecados documentados de personas que hoy son piezas claves en el gobierno federal. ¿Qué sucederá? Las respuestas estarán frente a nosotros, de una en una, de aquí al verano del 2021.
El autor es Presidente Fundador de CREAMOS México A.C. y especialista en políticas públicas por la Universidad de Harvard. jesus@creamosmexico.org
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