Columna Diálogo
Dadas las circunstancias excepcionales que estamos viviendo, es imprescindible vislumbrar lo que viene para México el 2021, partiendo por primera vez, no del presupuesto anterior, sino de una realidad totalmente distinta, escenarios distintos, fortalezas y debilidades distintas.
Aun cuando estamos a mitad del año, pero un año prácticamente perdido, es momento de hablar con la verdad, ante una pandemia que lamentablemente se extiende y lastima la economía mundial.
Mientras investigadores y especialistas en la salud libran la batalla contra el tiempo para detener los contagios de COVID-19, hay otra batalla por librar: la de soportar la economía del país, estados y municipios con una nueva realidad y el ánimo de la sociedad minado por el dolor de tantas vidas perdidas y el temor latente del contagio que permanece.
La mayoría de Morena en las cámaras no será suficiente en esta ocasión, pues el Presidente Andrés Manuel López Obrador necesitará acompañar sus decisiones para legitimarlas, son muchos frentes los que hay que sortear y el juicio en las urnas será determinante.
Este 2020 el ejercicio fiscal aprobado contempló un gasto neto de 6 billones 107 mil 732 millones 400 mil pesos, 0.8% real más que el de 2019; y con demasiado optimismo planteaba un crecimiento económico de hasta 2.5% y una producción petrolera de 1.95 millones de barriles diarios.
Incluso sin la emergencia sanitaria y el surgimiento de la pandemia COVID-19 ya eran número muy optimistas. La realidad hoy nos indica que el Producto Interno Bruto puede caer hasta 10 puntos al finalizar el año.
La producción petrolera sigue siendo la base ante la falta de una mayor diversificación económica que no hemos logrado como país.
Este año la caída del consumo de petróleo por la paralización de actividades en el segundo trimestre aunado al rompimiento de Rusia con la OPEP que inundó el mercado de crudo fue un momento crítico. El consumo mundial se fue de 90 mdb diarios hasta 9.3 mdb al día teniendo que recortar la producción en todos los países.
Hasta el pasado mes de mayo México recortó su producción 29 mil barriles diarios más de los 100 mil pactados en el acuerdo de la OPEP en abril, pese a su inicial desacuerdo con esta medida que asumió prácticamente obligado.
Pemex ha perdiendo su calificación crediticia y se encuentra al punto del naufragio.
Pero también con el reinicio paulatino de actividades en diversos países y pese a avances y reveses en la lucha contra COVID-19, ha habido una recuperación poco a poco y este último mes de mayo el crudo mexicano duplicó su precio pasando de 12.50 a 28.91 dólares por barril, siendo la mayor ganancia porcentual en un mes desde 1996.
Del fondo de ahorro de ‘estabilización’ se estima que de lo ahorrado en 19 años se gastó más de la mitad en el último año antes de la emergencia que hoy vivimos. Si por la víspera se saca el día para el próximo año ese fondo habrá desaparecido.
Por otra parte, el Presidente ha instalado programas populares estrella de su administración como becas para adultos mayores, personas con discapacidad permanente y para jóvenes a los que en el presupuesto de este año destinó 129 mil millones de pesos, casi 15 mil millones y más de 28 mil millones respectivamente.
Después de este año negro debe haber una estrategia de recuperación y estabilización; es de gran riesgo forzar una política populista por encima de incentivar la producción, la inversión y la generación de empleos.
La primera intención de recortar el gasto sin estrategia, a machetazo limpio dejando a dependencias y áreas fundamentales sin lo indispensable al grado de plantear que los mismos empleados se hagan cargo de sus equipos de cómputo y herramientas puede ser más peligroso que la pandemia misma.
Tampoco hay que olvidar que este año el mayor recorte lo sufrieron los organismos autónomos, esos que generan equilibrios y son pilar de la democracia.
Es un reto difícil, se entiende la emergencia y se comprende la presión para el gobierno, pero no olvidemos de dónde venimos y todo el camino que hemos andado, volver atrás no es opción. Es momento en que nuestros representantes en las cámaras comiencen a tener claridad de objetivos.
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