Columna Y sin embargo
Son las 3 de la tarde, recorro las calles de Hermosillo con un sol ardiente que encandila. Llego a mi casa con dolor de cabeza y cuerpo cortado. Me urge descansar. Acabo de terminar un curso en línea sobre seguridad hídrica que incluye temas como infraestructura verde, economía circular y soluciones basadas en la naturaleza. Dormito con estas ideas revoloteando febrilmente en mi cabeza.
Estoy en una ciudad de cemento y pavimento; gris y negro con un cielo azul claro sin nubes; recorro calles y calles sin árboles ni espacios verdes. El concreto y el asfalto me asfixian; son pocas las sombras amables donde me puedo resguardar. Se acabaron las ceibas de las Plazas Zaragoza y Zubeldía y se están acabando los yucatecos del bulevar Rodríguez. El bulevar Kino ya es solo concreto. No me extraña que los hermosillenses se refugien en la cerveza para aliviar los sopores del verano.
El río gris
El Vado del Río y el Paseo Río Sonora, eje vertebral de la ciudad, son planchas de cemento y asfalto sin ninguna gracia. Obras que buscan domar y someter a la naturaleza a nuestra voluntad e intereses. Pero la naturaleza se rebela; junto al Solidaridad en el lecho del canal hay una especie de oasis que incluye un árbol tepehuaje. En otras partes, frente al Lucerna y el WalMart son frecuentes las fugas y los colapsos del subsuelo. La naturaleza busca su espacio y no se somete.
Todo el canal del Vado del Río es infraestructura gris orientada a darle plusvalía a los terrenos (lo cual no es necesariamente negativo) pero que no es sustentable y ni siquiera es visualmente atractiva ni invita a visitarla o recorrerla; no le agrega atractivo a la ciudad; al contrario, se los quita.
La obra tiene una vida útil de aproximadamente 50-60 años de los cuales ya han trascurrido la mitad. El suelo es inestable con corrientes de agua subterránea que provocan frecuentes hundimientos. Ya ha comenzado a dar problemas en diversos tramos durante la temporada de lluvias. Incluso las calles laterales están mal construidas ya que se inundan con cada lluvia (un absurdo que se inunde una calle junto a un canal) y se ha tenido que romper y modificar los acotamientos para desaguar el agua de lluvia al canal. Una tormenta o un chubasco y reclamará lo suyo; habrá nuevos hundimientos y socavones.
Parques abandonados
El Parque La Sauceda está abandonado y esperando que un nuevo incendio acabe con lo que queda. Grandes inversiones que de seguro beneficiaron a constructores pero que no resultaron sostenibles para la ciudad. Algo funciona mal en este estado dominado por la economía de compadres.
Por lo pronto, la agenda urbana marca ahora que la mancha gris oscuro avance sobre el terreno conocido como Cárcamo. Nos urge un Centro de Convenciones pero ¿será ese el mejor lugar? ¿Es ese el costo de recuperar la Sauceda?
Al poniente, duele observar que áreas naturalmente bellas donde hay lagunas con garzas y tortugas se estén cubriendo de escombros para “desarrollar” los terrenos. Ese es nuestro modelo de “desarrollo y bienestar”.
El Vado desagua gran cantidad de agua de lluvia que no se cosecha sino que se saca lo más pronto y lo más lejos posible de la ciudad. Esta agua, que pudiera ser un recurso para la ciudad, se considera perjudicial y termina cargando el acuífero de la Costa de Hermosillo y beneficiando a los grandes agricultores.
Al final de este río gris nos tienen prometido un Parque Metropolitano que no acaba de llegar. En su lugar lo que está apareciendo son fraccionamientos exclusivos que aprovechan el agua residual de la ciudad para contar con lagos y vistas privilegiadas.
¿Habrá manera de cambiar esta ciudad gris en una ciudad verde para todos y no solo para unos cuantos? Continuará.
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