Columna Diálogo
Lo que el Presidente Andrés Manuel López Obrador hizo fue lanzar el anzuelo a ver quién cae: “No hay para dónde hacerse” advirtió, “es tiempo de definiciones, o somos conservadores o somos liberales”. Sus palabras llevan un sólido objetivo y entre más polariza más gana.
Por eso, una vez más su discurso no es producto de la ocurrencia o la casualidad.
Descarta por anticipado que entre conservadores y liberales haya algo en común, coloca al país en agua y aceite que por ningún motivo se deben mezclar.
Radicalizar a la sociedad lo fortalece y por ello constantemente provoca, incita e induce a la división. Recordemos que ha desdeñado ideas y se ha confrontado con todo aquél que no piense igual a él: empresarios, mujeres, médicos, enfermeras, medio de comunicación, constructores, economistas, etcétera.
Su última advertencia intenta borrar de golpe, la diversidad ideológica que enriquece la democracia en México.
El Presidente lo hace a sabiendas que tiene a un sector de su lado, el que mantiene con programas populares a falta de una estrategia cultural y educativa que realmente eleve su nivel de vida y oportunidades; y al resto es importante ubicarlo de una vez por todas y que quede bien claro dónde están parados frente a él.
Y el contexto en el que finca su seguridad ciertamente le favorece por eso lo hace, pues no hay una oposición sólida y con rumbo.
Los gobernadores no han podido articularse como fuerza para hacerse escuchar. Figuras como Enrique Alfaro o Javier Corral están ahí, pero no han logrado convocatoria y tampoco firmeza suficiente.
A dos años del 2018 tampoco los partidos políticos se han podido levantar y aunque suene lamentable es la realidad. ¿Dónde están las voces del PRI, PRD, Movimiento Ciudadano o bien del PAN? ¿Dónde están los rostros y la fuerza en la Cámara de Diputados y Senadores?
Más simple, ni los dirigentes nacionales de los partidos han logrado hacerse visibles con un discurso coherente, que haga posible una convocatoria. Los partidos están sumamente debilitados y desprestigiados, sin fuerza para generar ese equilibrio urgente.
Por otro lado, está la oposición ciudadana, genuina y convencida en la que el sector empresarial y del medio artístico han llevado la batuta de la crítica y la propuesta. Han sido los más visibles, ahí están siempre respondiendo.
Los artistas llamando a la conciencia social con una crítica seria; los empresarios llamando al diálogo y la responsabilidad conjunta, buscando incluso alternativas a nivel internacional y empujando a México contra viento y marea.
Y por último esta la oposición ‘antiamlo’, esas voces igualmente peligrosas y reaccionarias, fácilmente manipulables y muy apetecibles para un gobierno provocador que sólo espera que alguien pierda los estribos para tener motivos de mayor control.
Es la oposición que se suscribe a responder agresión con agresión brincando igualmente las barreras del respeto y que lo último que les interesa es la construcción de diálogo o el desarrollo del país. Una oposición basada en historias personales o ideologías radicales con el mismo afán de imponerse unos sobre otros.
Finalmente, al interior del grupo que gobierna, en cuanto a equilibrios pudieran rescatarse casos específicos como el de Marcelo Ebrad, Ricardo Monreal y Porfirio Muñoz Ledo, que por supuesto no son suficientes.
Sobre todo, tomando en cuenta que siempre, pero más cuando se tiene todo el poder, los seres humanos escuchamos sólo aquello que queremos escuchar y lo que nos conviene. Desde el poder hay una certeza inexplicable que nos asegura estar del lado correcto de la historia. Quienes critican están todos mal, pero quien ostenta el poder jamás.
La advertencia del Presidente fue pues clara y directa: “no hay para dónde hacerse”, o estamos de su lado o no; es este el momento que nos exige como país, saber qué clase de México queremos. cuál es el futuro que esperamos y definir las acciones del presente.
En algo tiene razón el titular del Ejecutivo, no es tiempo de titubeos porque él no ha perdido ni un día en avanzar a donde se ha propuesto llegar y tampoco lo viene haciendo solo, episodios de la historia reciente y del presente mismo a nivel internacional lo demuestran.
El anzuelo ha sido lanzado, falta ver si México está listo para pescar o ser pescado. Las opciones es caer en esa red de división que fortalece a un grupo ideológico-político; o bien provocar la unidad nacional con estrategia, orden y propuesta para brincar con éxito el 2024 como país.
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