La semana pasada se dio a conocer que la jornada de sana distancia continua por lo menos hasta el 30 de mayo, únicamente algunos municipios que no han presentados contagios podrán volver a la normalidad hasta el 17 de mayo. Este nuevo escenario nos obliga a pensar en los cambios civilizatorios a donde nos orilla esta pandemia, así como a la posibilidad de aprender a vivir cotidianamente con este virus y lo que esto implicará
Inevitablemente nuestra sociedad seguirá transitando a volverse más digital para dejar de ser una de cultura de masas, con todos los efectos que esto conlleva en los diferentes ámbitos de la vida social, económica y política. Sin embargo, la posibilidad de que las condiciones actuales producto de la pandemia del Covid-19 se vuelvan en algo permanente, es un catalizador para que esta transición se acelere.
A lo anterior también tenemos que añadir que el paso por México y Latinoamérica del coronavirus esta dejando expuesta la enorme brecha de desigualdad social, misma que en la crisis sanitara se acentúa. De volverse permanente las medidas para vivir con el COVID-19, se generaría una nueva variante del clasismo que dividirá a la población entre aquellos que sus privilegios en educación y clase social les permitan acceder a trabajos que se puedan realizar de manera digital, y aquellos que sus trabajos serán presenciales.
Las posibles soluciones que me vienen a la mente es un poco lo que ya se hace en países como Finlandia o Corea del Sur y para esto debemos acelerar el tránsito a volvernos una sociedad con una cultura más digital. Para lograr esto tendremos que cambiar la matrícula y nuestro sistema educativo, hacerlo más parecido al finlandés en donde el valor curricular en materias de cultura, humanidades se compaginan con las materias de ciencia y tecnología. Esto ayudaría a tener individuos con más habilidades para sobrellevar la distancia social, pero también una comprensión más humana de la vida digital y al mismo tiempo que desarrollan habilidades tecnológicas.
Con el cambio en la matricula educativa también tendrá que venir una transformación en la forma de entender el trabajo, dejar las falsas ideas de la cultura del esfuerzo desde una visión neoliberal que realmente promueven la auto explotación, para pasar a una visión que reincorpore la salud, las pensiones dignas, así como contemple jornadas laborales menos largas para darle tiempo a los padres de familia de pasar tiempo en casa con sus hijos. En pocas palabras, el sistema debe dejar de pedir que vivamos para trabajar para entender que el trabajo es para vivir con dignidad.
Sin duda se necesitarán otras soluciones disruptivas para adaptarnos a una vida con el Covid-19. Byung-Chul Han, asegura que entre estas se encontrará permitir el uso de datos personales para una vigilancia epidemiológica más rigurosa y capas de dar datos en tiempo real para la aplicación de apps que ayuden a ubicar zonas de cuarentenas más focalizadas, dando la posibilidad de que no se paralice toda una ciudad. Posiblemente también, y con el propósito de reducir la desigualdad social, se tendrá que ver la posibilidad de contar con la renta básica universal para que los trabajos presenciales sean por vocación y no porque no queda ninguna alternativa.
En resumidas cuentas, si esta situación se vuelve permanente, tendremos que acelerar el proceso para tener una sociedad más digital donde se valore más el desarrollo humano y la salud tanto física como mental, que los intereses del mercado. Esto sería si realmente quisiéramos usar la pandemia como una experiencia que nos ayude a evolucionar y no como un evento global que termine afectando la vida de los más vulnerables por la próxima década.