A las pocas semanas de iniciarse la epidemia de SARS-CoV-2 en China, el país prohibió en febrero el comercio de animales salvajes para consumo humano en sus populares mercados. El veto impedía la venta de ejemplares procedentes de granjas de especies exóticas y del tráfico ilegal, uno de los negocios ilícitos más lucrativos de esta región del mundo.
Al país asiático se unía Vietnam, tras el envío de una carta abierta al primer ministro por parte de una decena de asociaciones ecologistas como WWF. “Parece claro que la transmisión se ha producido a través del contacto próximo entre humanos y animales salvajes a través del comercio ilegal de vida silvestre que se está produciendo”, constataban.
Tráfico ilegal de animales salvajes y el COVID-19
Pero, tras el fin de la cuarentena de dos meses, los mercados chinos parecen volver a operar a pesar de las advertencias de la comunidad científica desde hace años: el comercio ilegal de especies salvajes se ha convertido en una amenaza masiva para la salud pública.
“No me sorprende en absoluto que haya surgido el SARS-CoV-2. Sabemos que los animales salvajes tienen una gran variedad de virus y que algunos pueden propagarse en los humanos. Muchas personas hemos estado advirtiendo sobre esto durante años. No podemos fallar de nuevo”, manifiesta a SINC Edward Holmes, virólogo evolutivo en la Universidad de Sídney, Australia.
Como ya ocurrió con las epidemias en China (SARS, 2003) y Arabia Saudí (MERS, 2012) –relacionadas con el consumo de civetas y camellos, respectivamente–, era cuestión de tiempo que otro virus pasara de un animal a una persona y desencadenara infecciones entre humanos.
Desde el inicio del brote, Holmes ha trabajado estrechamente con los científicos de China y otras partes del mundo para desvelar el código genético del coronavirus actual, comprender sus orígenes y ayudar a encontrar una vacuna. Formó parte del equipo que realizó las primeras descripciones del virus publicadas en Nature y The Lancet. Su trabajo permitirá monitorizar y prevenir la aparición de otros virus que podrían transferirse desde los animales silvestres a los humanos, generando lo que se conoce como enfermedades zoonóticas.
De la selva al plato
“El brote se originó sin lugar a dudas en un mercado húmedo [con la mayoría de animales aún vivos] en Wuhan en China. Son muy antihigiénicos e insalubres con cajas de diferentes animales apiladas las unas encima de las otras”, ilustra a SINC Simon Evans, experto en comercio ilegal de especies de la Universidad de Anglia Ruskin en Reino Unido.
Aunque es aún difícil asegurar cuál es el origen del SARS-CoV-2, los científicos apuntan al murciélago como primer transmisor del virus, que habría llegado al ser humano a través de una o varias especies intermedias. En este sentido, numerosos estudios señalan al pangolín, uno de los animales más traficados del mundo.
La carne de este pequeño mamífero, cuyos virus contienen regiones genómicas relacionadas con las de los virus humanos, es consumida por las personas y sus escamas son utilizadas en la medicina tradicional. Casi un millón de ejemplares vivos, congelados, enteros o fraccionados han sido incautados en los últimos 20 años en puertos de África, Asia, Europa y EE UU.
De 2017 a 2019 se decomisaron, además, 96.000 kilogramos de escamas sobre todo de pangolines africanos en Malasia, Singapur y Vietnam, lo que representaba cerca del 94 % de la cantidad total confiscada en el sudeste asiático, según un informe publicado en febrero por la ONG Traffic. La organización ecologista apunta a diez países de esta región como el corazón del comercio de especies salvajes.
“Lo aterrador es que el virus puede mutar debido a la mezcla de virus de más de una especie”, recalca Evans. Pero ¿cómo pudo transmitirse hasta llegar a las personas?
Transporte y consumo: así se transmite
Según Jonathan Sleeman, director del Centro Nacional de Salud de la Vida Salvaje de la agencia estadounidense USGS, los animales silvestres son transportados largas distancias y muchos de ellos son traficados ilegalmente sin supervisión.
“Estos animales se mezclan con múltiples especies diferentes en condiciones insalubres, creando un ambiente perfecto para que los patógenos que transportan salten de una especie a otra”, revela a SINC.
A través del manejo, la carnicería y el consumo humano, estos patógenos se terminan propagando a las personas. “Los eventos de transmisión entre especies crean oportunidades para que el virus mute y se adapte a nuevos hospedadores, lo que da como resultado nuevos patógenos que pueden transmitirse de persona a persona”, añade.
A esto se añade una arraigada cultura popular asiática que promueve el uso de animales silvestres cada vez más solicitados. “El valor de ciertos animales por su rareza, la capacidad financiera de adquirir estos productos, las creencias en los beneficios medicinales y valores hedónicos, dan como resultado una alta demanda”, dice a SINC Alegría Olmedo, del departamento de Zoología de la Universidad de Oxford, en Reino Unido.
La vida silvestre representa una fuente importante de alimentos para muchas comunidades. Un estudio en la revista Science of the Total Environment demostraba que se venden al menos 10 kilos de carne procedente de animales salvajes por puesto y hora en los mercados de la República Democrática Popular Lao, más conocida como Laos. Además, cada animal recibe un promedio de siete contactos por hora.
“Los datos sociodemográficos indican que el consumo de carne de animales silvestres en las zonas urbanas no es para subsistencia, sino que está más bien impulsado por la preferencia y la tradición dietética”, señala el equipo internacional liderado por la Wildlife Conservation Society.
Para los expertos es necesario establecer normas internacionales sobre el tráfico y comercio de la vida silvestre que prevengan la transmisión de enfermedades. Habría que mejorar la gobernanza, la supervisión, la evaluación de riesgos y la monitorización de las enfermedades procedentes de la vida silvestre, así como el control, saneamiento y comunicación de riesgos de enfermedades en los propios mercados.
Además, debería considerarse si el consumo de ciertas especies como los murciélagos, roedores y primates es demasiado arriesgado.
Pero a pesar de que los conservacionistas llevan años pidiendo la prohibición de estos puntos de venta en el este asiático, la toma de esta decisión es lenta. “Muchos productos procedentes de la vida silvestre se han convertido en símbolos, por lo que los mercados han evolucionado en función de los ingresos”, lamenta Evans.
Adiós a los mercados ilegales para evitar epidemias
Para confirmar la asociación del contagio con los mercados húmedos, el profesor Edward Holmes, junto con el investigador Yong-Zhen Zhang del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghai en China, expusieron lo que se sabe y lo que no sobre los datos genómicos del virus, en un comentario publicado en la revista Cell.
Otros grupos de investigación ya habían tomado muestras ambientales del mercado húmedo de Wuhan donde se cree que se originó el virus y habían obtenido secuencias genómicas de las superficies del mercado. El análisis filogenético reveló que están muy relacionadas con los virus muestreados de los primeros pacientes de Wuhan.
Sin embargo, Holmes y Zhang señalan que no todos los primeros casos de COVID-19 están asociados al mercado, por lo que “es posible que la historia sea más complicada de lo que se sospechaba”.
Ante la capacidad de traspasar los límites biológicos de diferentes especies y adaptarse a nuevos huéspedes, los investigadores sugieren medidas para evitar nuevos peligros.
Entre ellas destacan no solo vigilar los coronavirus animales en mamíferos e incrementar la acción contra el comercio ilegal de vida silvestre, sino también retirar mamíferos y “quizás” aves de los mercados húmedos.
“Hay que cerrar los mercados de animales salvajes. Son como un accidente que puede suceder en cualquier momento. El SARS en 2003 fue una gran advertencia. Ahora ha vuelto a pasar”, subraya a SINC Holmes.
La opción de regularlos sería complicada: “En la actualidad existen mercados paralelos para productos legales e ilegales, dependiendo de si una especie está amenazada o no. Y, cuando se trata de productos ilegales, estos pueden ser fáciles de blanquear en los mercados legales”, detalla Simon Evans.
Por otra parte, el tráfico de vida silvestre es una industria multimillonaria, pero el coste de no actuar y de lidiar con una pandemia que afecta a 180 países asciende a miles de millones de dólares. “Incluso sin considerar el horrendo sufrimiento humano que ha provocado la pandemia, esta es una razón de peso para poner fin a este comercio en todas sus formas”, recalca Evans. Este veto también “ayudaría a la conservación de los animales, lo cual es muy importante”, añade el virólogo australiano.
“Lo que necesitamos aprender es que, una vez que los patógenos pasan a los humanos, la solución no es rápida. Si aprendemos la lección, disminuiremos las posibilidades de nuevos brotes, y posiblemente más peligrosos, en el futuro”, concluye.
Tomado de Econonoticias.com