Con el coronavirus tumbando una economía tras otra, los estudiosos de la economía y por lo tanto de los fundamentos analíticos para la formulación de políticas para enfrentar la crisis como lo que hoy se vive, es fundamental ponerse a reflexionar sobre la complejidad de la situación. De particular preocupación son los aspectos económicos del contagio viral y del miedo que paraliza al ser humano. Cuanto más avance el pensamiento económico para abordar las realidades cambiantes, mejor será el análisis para diseñar política que permitan salir del atolladero. Hoy el mundo está cambiando de una manera radical y no es posible seguir con los mismos instrumentos analíticos utilizados antes de la pandemia.
Seguramente la respuesta será tanto novedosa como inevitablemente costosa. Los gobiernos y los bancos centrales están llevando a cabo medidas sin precedentes para tratar de mitigar una recesión mundial y con ello evitar una depresión global. Mientras lo hacen, veremos cosas que no se han visto antes, como por ejemplo una solicitud de ciudadanos mexicano para cerrar la frontera con los Estados unidos, por otra parte, se acortaran las distancias entre las economías de los países avanzados y en las economías en desarrollo. La pandemia podría hacer converger a las economías desarrolladas y en vías de desarrollo en términos de producción y consumo.
Este tipo de fenómenos, una drástica disminución en el consumo y la producción, no lo han padecido los países desarrollados de una manera “continua”, en cambio, para los países en vías de desarrollo las crisis les han pegado de frente sea esta un fenómeno natural o económico. Este abrupto corte en el consumo y la producción tendrá que ser asimilado por los diseñadores de políticas de estos países, sumada la devastación que seguirá después de la pandemia superior, sin duda, a la de la recesión financiera de 2009.
Que está sucediendo con la economía bajo la pandemia. Independientemente de su deseo de gastar, los consumidores no pueden hacerlo porque se les ha instado u ordenado que se queden en casa. Por otra parte, las empresas que están dispuestas a vender no pueden llegar a sus clientes, y muchas están aisladas de sus proveedores.
La prioridad inmediata, por supuesto, es la respuesta de salud pública, que exige distanciamiento social, autoaislamiento y otras medidas que son fundamentalmente inconsistentes con la forma en que las economías modernas están conectadas. Como resultado, ha habido una rápida contracción no solo de la actividad económica sino también del bienestar económico. Se ha roto, por el momento, el circuito consumidor-productor-abastecedor de insumos de las cadenas globales de producción.
En cuanto a la gravedad y la duración de la recesión venidera, dependerá, en parte, del éxito de la respuesta de la política de salud, particularmente de los esfuerzos para identificar y contener la propagación del virus, tratar a los enfermos y mejorar la inmunidad. Mientras se espera el progreso en estos tres frentes, el miedo y la incertidumbre se profundizarán, con implicaciones adversas para la estabilidad financiera y las perspectivas de recuperación económica.
Cuando salimos, o mejor cuando nos sacan, de nuestras zonas de confort de una manera tan repentina y abrupta, la mayoría de las personas sienten algún grado de parálisis, reacción exagerada o ambas. La tendencia al pánico se presta a perturbaciones económicas aún más profundas. A medida que entran en juego las restricciones de liquidez, los participantes del mercado se apresuran a retirar dinero, vendiendo no solo lo que es deseable vender, sino lo que sea posible vender.
A nivel global el resultado predecible es un alto riesgo de liquidez que, en ausencia de intervenciones inteligentes de política de emergencia, amenazará el funcionamiento de los mercados. En el caso de la crisis actual, el riesgo de que el sistema financiero infecte a la economía real y cause una depresión es demasiado grande como para ignorarlo. En lo local podría suceder algo similar, eso lo veremos en algunos meses.
La posibilidad de que millones de personas mueran a medida que la economía está paralizada justifica aumentar sustancialmente el alcance y la acción del gobierno.
En ese tenor han surgido diversas corrientes de pensamiento en el que algunas plantean que los gobiernos no deben extremar las medidas de distanciamiento social porque hacen mucho daño a la economía y no logran parar la enfermedad y por otro lado, los que plantean que se deben extremar al máximo las medidas de aislamiento y preservar la salud, independiente del costo económico.
No extremar medidas
Si en las decisiones de política pública ganaran las posiciones de quienes pretenden que no se afecte de manera severa a la economía, sin duda el problema se trasladaría por varios meses más afectando la salud de la población.
Extremar medidas
Por otra parte, el someter a la sociedad a fuertes restricciones para asegurar el distanciamiento social requiere de una fuerte intervención del estado para mitigar el impacto económico, con políticas fiscales y monetarias claras en sus objetivos. Estos diseños de políticas deben ser acompañados en el contexto estatal y municipal con programas cuyos objetivos sean similares.
El Programa que se necesita exige un esfuerzo liderado por el gobierno federal en las siguientes áreas principales- en complemento de las políticas sociales ya implementadas-:
En la medida en que se pueda redirigir la capacidad productiva existente de la economía para superar la creciente escasez de equipos y servicios necesarios para responder eficazmente a la pandemia.
Apoyar a las empresas que no participan directamente en los esfuerzos para combatir la crisis, de modo que puedan continuar suministrando bienes y servicios esenciales.
Asegurar que la población tenga medios suficientes para comprar estos bienes y servicios, especialmente los trabajadores y familias de la economía informal.
Instar a la banca a que no detenga el financiamiento.
Complementar con préstamos a los pequeños negocios vía de la banca de desarrollo, vía Nacional Financiera.
Suspender temporalmente aportaciones al Infonavit y a las pensiones en general.
Programa municipal; Acuerdo Social
Bajo este contexto la alcaldesa de Hermosillo Celida López Cárdenas propuso un Acuerdo Social, junto con diversos sectores de la sociedad, que busca mitigar los efectos de la pandemia a los sectores más vulnerables de la ciudad de Hermosillo.
Ante esta situación señala la alcaldesa “se reconoce la difícil situación económica a la que nos enfrentamos”; además para sectores importante la situación se complica “especialmente para la mayoría de las familias viven de su trabajo diario, no salir a trabajar implica no tener dinero para comprar el mandado y pagar sus servicios básicos”.
El primer punto del acuerdo social consiste en que no se cobrará el servicio de agua potable a 136 mil usuarios en el mes de abril, siendo este sector uno de los más vulnerables de la ciudad. Esta cifra representa el 45% de los usuarios, 123 mil de ellos son familias y 13 mil usuarios restantes son micro, pequeños y medianos comerciantes. Además el punto considera que suspenderán los cortes del servicio por parte de Agua de Hermosillo, sin excepción, y no se cobrarán recargos durante el periodo de la contingencia.
El segundo punto es abordar la falta de alimento especialmente en los niños de las áreas suburbanas y rurales de la ciudad. En este punto coordinaran esfuerzos con el Gobierno Federal y Estatal a través de DIF Municipal y la Dirección de Bienestar Social.
Un tercer punto es el de crear un fondo de apoyo dirigido para trabajadores por su cuenta, formales e informales, así como para pequeños y micro negocios vía el aval del Ayuntamiento. El programa municipal – Acuerdo Social- está integrado en algunas propuestas del gobierno federal y estatal y seguramente consolidara una rápida salida al problemática actual.
Hoy el estado, en sus tres niveles de gobierno, al igual que el contexto internacional, debe dirigir y reconstruir una nueva forma de organizar el proceso para enfrentar a esta crisis, y las que seguramente vendrán en el corto plazo como es el cambio climático, para poder salir avante como sociedad en este mundo globalizado.