El alcohol es esa bebida que nos pone felices, habladores, desinhibidos. Incluso valientes. Tanto, que a veces nos ha dado fuerzas para declararnos descarnadamente frente al que nos gusta (o no) en medio de imágenes borrosas. El alcohol es el must de cada fiesta o reunión desde que cumplimos los 18 años (edad bastante optimista en el mundo de la rumba prematura, si me lo preguntan).
De los 15 a los 18, tomarse una copa era una actividad de curiosidad, rebeldía, valentía, presión de grupo. Grandes y pequeñas rascas continuaron su ciclo de adolescencia hasta que llegamos a los 20. De ahí en adelante, durante esa década, las borracheras buenas son muy pocas y las malas son las más memorables, con vomitada en el baño incluida.
¿EL NIVEL DE BORRACHERA SE PUEDE CONTROLAR?
¿Se puede controlar? ¿Es cierto lo de comer antes? ¿Los consejos de la mamá, tipo “no debes tomar con el estómago vacío”?
De hecho, según Jairo Téllez, Director del grupo de Toxicología de la Universidad Nacional, “el alcohol, una vez se absorbe en el estómago y en el intestino, tiene ciertas características que dependen de la comida que uno haya consumido antes de tomar”. Por eso, comer antes de tomar es un consejo sabio. Bien por esa, mamás.
Pero más allá de eso, existen unos mitos urbanos que han pasado de generación en generación con el fin de mejorar la rasca o de no rascarse tanto cuando sales de rumba. Seguro has oído algunos, como comer almendras, echarte una cucharada de aceite o una cantidad de invenciones cuasi empíricas que, según varios, han funcionado.
Por eso, y ya que estamos en épocas navideñas, decidí mejorar nuestras novenas y evitar cualquier acto bochornoso consecuente al tomar por medio de unas preguntas a Jairo el toxicólogo experto.
Primero, enfoquémonos en el trago. Según él, una vez se ha consumido, el cuerpo absorbe el 10% de la cantidad de alcohol puro (o porcentaje que indique la etiqueta) en el estómago y en el intestino. Con el paso del tiempo, el licor consumido y absorbido va a parar en la sangre, que lo lleva al hígado y al cerebro.
En el hígado, existen enzimas que transforman cualquier compuesto o comida que ingrese al cuerpo en moléculas o productos más sencillos eliminados después por la orina, la materia fecal, el sudor o la leche materna. Si hablamos de alcohol, esas enzimas representan la primera característica para saber por qué personas se emborrachan más o menos y tienen un guayabo más o menos duradero.
De hecho, existen dos tipos de enzimas que contribuyen a emborracharse más rápido o más despacio: la Alcohol deshidrogenasa y la Aldehido deshidrogenasa . Según Jairo, un grupo poblacional que tiene menor cantidad de el primer tipo de enzimas es el de las mujeres. “Las mujeres tienen 30 por ciento menos cantidad de estas enzimas lo que contribuye a que se emborrachen menos rápido que los hombres; pero el alcohol permanece en la sangre más tiempo, por lo que sus borracheras son más largas y sus guayabos pueden ser peores y más duraderos”, afirma.
Cuando consumimos bebidas alcohólicas, el alcohol funciona como depresor, pues disminuye las funciones psíquicas y las adormece. A los 20 minutos de empezar a tomar, el cuerpo empieza a sentir los efectos en los músculos y en su forma de actuar. Para entender los efectos del alcohol en las personas, Jairo, junto con su grupo de investigadores, escribieron un libro llamado Aspectos toxicológicos, psicológicos y sociales relacionados con el consumo de bebidas alcohólicasdonde se hace un silogismo entre las personas que están alcoholizadas y los animales.
- – El primer efecto que tiene el alcohol en una persona es el del loro: se desinhibe y empieza hablar (relación: 40 miligramos por 100 centímetros cúbicos de sangre o unas cuantas polas).
- – El segundo efecto es el del mico: la persona pierde los controles de riesgo y se hace una depresión en los centros inhibitorios sociales, es decir, la persona está eufórica y excitada (relación: 60 a 90 miligramos por 100 centímetros cúbicos de sangre o media de aguardiente Néctar).
- – El tercer efecto es el del cerdo: “Acá hay una depresión franca”, dice Jairo. La persona ya no está eufórica y tiende a ser violenta, agresiva y torpe. Se desprende totalmente de su contexto. (relación: 100- 110 miligramos de alcohol por 100 centímetros cúbicos de sangre, o un poco más de media)
- – Y el cuarto y último es el del perezoso: sería una dosis mucho más alta, más de una botella de Néctar por ejemplo y la persona ya no tiene buena movilidad en sus extremidades.
(Nota de Jairo: “todo esto depende de la edad y género de la persona”).
Ahora, teniendo en cuenta todo el proceso del alcohol en nuestro cuerpo, y después de preguntarle a todo el que se me pasara por enfrente acerca de los mitos más comunes que existen en Colombia para aguantar una farra, los contrasté con el experto.
- SILIMARINA: La Silimarina es un componente del cardo mariano, una planta cuyas propiedades la convierten en un buen protector del hígado. Viene en forma de píldora y, según Jairo, no evita que te emborraches, más bien lentifica el proceso. Sin embargo, sí se recomienda para el guayabo.
- COCAÍNA: No. Rotundo. Bajar la rasca con perico, según él, es peligroso. “La cocaína es un estimulante y hace cosas diferentes en el cerebro a las que hace el alcohol. Cuando se toman juntos se crea una sustancia en el hígado llamada “cocaetileno”. Ésta sensibiliza el miocardio que es el músculo del corazón y le manda corrientazos que podrían causar un infarto mortal”.
- GATORADE: Sí. Sirve. El alcohol inhibe una hormona que impide que orinemos mucho, entonces al tomar vamos mucho al baño a orinar. Orinar en exceso nos hace perder agua y electrolitos pero no alcohol. Así es la vida. El gatorade, al ser un primo del Pedialyte, mejora la cantidad de electrolitos, por lo que sirve para no deshidratarse tanto. A falta de cualquiera de los dos, disolver en un litro de agua un poco de sal y de azúcar.
- LEVADURA: Nada que ver. “Ahora todo se puede comer”, afirma Jairo riendo. “La levadura podría impedir una absorción del alcohol en el estómago pero, primero, no sabe bien, y segundo, no es algo que recomendaría”.
- VITAMINA B: No sirve. Esta es una relación que se hace porque a las personas alcohólicas se les debe dar vitamina B para la recuperación de los nervios. Pero ese es precisamente el daño que hace el alcohol; tomarla antes no hace nada en el cuerpo.
- ACEITE, LECHE, FRITOS, ALMENDRAS: Todo esto cumple la misma función. La grasa puede ser nuestra mejor amiga de fiesta, porque se esparce por el estómago y evita una absorción importante del alcohol. Para Jairo, este es el único de los mitos que puede funcionar pero, claro, todo con moderación. Pilas acá: es aceite de oliva, no de cocina. Eso te haría ir al baño antes de ir a la fiesta y no precisamente a vomitar. O leche. Leche con guaro. Eso sirve.
Información tomada de www.excelsior.com.mx