Hoy quiero expresar algo sobre la expresión corporal y la unidad que esta tiene en el lenguaje hablado y escrito y, obvio, con el aprendizaje y con la conducta humana. Pero antes, deseo expresar -con palabras escritas- un pensamiento que podría ser una hipótesis, pero mejor le llamaré: La expresión de una desconocida herencia que nos legaron quienes nos precedieron. Quizá.
Ni quien lo dude, por ser cada uno de nosotros, miembros de la especie humana, de nuestros padres, no solo recibimos una inteligencia con la capacidad de sentir realidades, sino, además, nos dejaron un legado muy peculiar: “Una microbiota familiar”. ¡SÍ!, Unos microbios que nuestras madres nos empezaron a traspasar en el momento mismo de nuestros nacimientos (en canal del parto, en sus caricias, por su aliento, en sus pezones, en su leche, etc.). Ellos podrían ser los descendientes de los mismos microbios que portaron nuestros bisabuelos (y quizá desde antes), por lo que su llegada a nosotros no fue una invasión infectante, sino la entrega de unos acompañantes que tranquilamente se acomodaron en sus puestos ya conocidos y llegaron listos para formar parte de nuestros sistemas defensivos. Es más, sin su cooperadora compañía no podríamos vivir. Por favor: No los molestemos. ¿Qué necesidad hay de prescribir antibióticos cuando no se requiere su uso? Repito, por favor, no agredamos a este rico patrimonio nuestro.
Le decía arriba sobre la profundidad y trascendencia que tiene la expresión en nuestras vidas, porque la expresión es la manifestación más temprana del entendimiento humano. Pero antes de seguir sobre lo que en el fondo deseo expresar sobre la expresión, me saldré un poco de estas líneas porque se me atravesó una noticia que oí por la radio: “Van ampliar la sala de Paidopsiquiatría (Psiquiatría para niños) porque la diferición de consultas y la espera para los internamientos van en aumento…” Para ser franco, no alcancé a escuchar el lugar en dónde se ubicaba el epicentro de este fenómeno, pero la noticia la oí a las 8 de la mañana del día 8 o 9 de este mes de septiembre de 2025, en Radio UDG. Enseguida, busqué por ahí, y encontré que las causas más comunes de consulta son: TDAH (déficit de atención), abusos sexuales, intentos de suicidio, trastornos conductuales (conducta antisocial), trastornos adaptativos, trastorno límite de la personalidad (te odio-te quero). Y con este “Te odio-te quiero” me vinieron a la mente los trastornos bipolares y la esquizofrenia, y me pregunté sí estos dos últimos trastornos pudieran ser matices, persistentes y/o permanentes de esta ambivalencia de odiar y querer.
¡Trastornos psiquiátricos en la infancia! “Las consultas y los internamientos hospitalarios van en aumento”. Obvio, esto no es novedad, pero si, hoy es una triste actualidad. Y tal vez, si escarbáramos un poco sobre el origen del sufrimiento de una de estas personitas, quizá, nos llevaríamos la sorpresa al encontrar a más de una causa de entre este manojo de afecciones. Tal vez.
Ahora retomo el rumbo que traía: Permítame esbozar algo sobre la madurez del sentir inteligente que tenemos ya los humanos desde los últimos meses de nuestra gestación y que claramente se manifiesta al encontrarnos con un mundo desconocido de nuestros padres o de quienes nos reciban. ¿Cómo será este mundo? Esto tiene importancia, porque el mundo de quienes nos reciban será el cimiento de nuestro propio mundo que recién empieza. Ahora estamos en el primer día de nacido de un niño muy deseado quien en su rostro muestra una expresión, que parecería ser de incertidumbre, de duda, de asombro (¿Qué es esto que está ante mí?), quizá, esto esté sintiendo, y al paso de los días, por el trato que ha venido recibiendo (pongamos una semana de haber nacido)), en su postura, dormido, en el regazo de su madre, su rostro expresa, conexión, unidad, bienestar, confianza, sosiego, seguridad, y al despertar, su rostro y sus brazos se mueven para expresar el esbozo de una sonrisa, y antes de las tres semanas, ya responderá con una franca sonrisa de satisfacción como respuesta a la sonrisa de quien lo acuna. Él está aprendiendo a expresar lo que le enseñan a expresar. Ahora, cambiemos el lugar, en donde ellos y ellas -recién nacidos y nacidas- son recibidos por un mundo triste, o seco, o descuidado, o desatento, u hostil. O es un escenario en donde priva la violencia, o un ambiente dictatorial-sumiso, o en donde solo me atienden a través de mis berridos caprichosos, o el golpeador-goleado se” normaliza”, o déjalo que haga lo que quiera, o un perenne no, o es una relación ambivalente en donde, en este momento “te quiero”, para enseguida recibir un “me estorbas”, etc. Y ellos y ellas, al pasar por los días, por los meses y por los primeros años, serán los habidos aprendices de un intensivo curso de socialización, en el cual les enseñarán cómo deberán expresarse. Enseguida, expresaran lo aprendido: Será: ¿una soledad en donde ambos progenitores se emplean por carencia económica, o para acrecentarla? ¿O habrá un silencio presencial o ausente que los podría ir encerrando en un hermético cajón depresivo, o vivieron la violencia… Después, ellos y ellas, tal vez, se lanzarán a la calle en busca de otros y otras abandonadas quienes, quizá, encontrarán “consuelo” en las narco adicciones, o expresarán sus rencores con violencia callejera, reforzada esta, con la maestría televisiva en los ¿deporte? del ring y del octágono, o en las matanzas cotidianas de aquí, o en las de lejos que ya se han “naturalizado”, o tal vez, su conducta se reforzará con el rechazo que reciben en las escuelas y con la justificación de “mi hijo es normal, mi hijo no es así”, que la madre dará, con la ausencia de su padre…? quizá: Y con esta escuela social de vida, luego les llamaremos: “desadaptados sociales” a estos niños y niñas, o jóvenes y jovencitas, bien ¡adaptadas! al mundo que les ha tocado vivir, y asombrados, damos la noticia, esquizofrénica, sobre el aumento de unos tristes desadaptados sociales que brotaron sin saber por qué de una sana sociedad.
AHORA VA UNA GRAN NOTICIA: La vida, nuestra vida, no es lineal, (aquí entran, los y las niñas quienes fueron bien recibidos y recibidas), todos tenemos, conforme pasa el tiempo, altas y bajas, desviaciones hacia los lados, pero una cosa ¡SÍ! es segura: También tenemos la gran capacidad biológica de portar una inteligencia ya completa que siente lo que razona y razona lo que siente. Pero, una cosa es tenerla y otra cosa muy distinta, es poseerla. Ciertamente, biológicamente traemos esta capacidad inteligente, pero no hacemos uso de ella, caminamos adaptados a un emborregamiento colectivo, guiados por pastores que resuenan: ¡”Ya todo está pensado”!, y sin pensar vamos tras ellos y este es el reto: El reto de este pensar, es cómo puedo romper esta adaptación al medio (como cualquier animal), por una reconstrucción de este mundo que nos ha tocado vivir -a ti y a mí-¡Ay! Me duele la noticia sobre aumento de nuestros niños con trastornos psiquiátricos.
Otra, y la escribo antes de que se me olvide: La postura corporal expresa más que mil palabras. Fíjese usted en estos robots de la IA, en los que uno pronto los identifica por falta la expresión de nuestro sentir inteligente. Es más, el “lenguaje” corporal, ciertamente es la expresión más temprana de nuestras vidas y quizá fue el primer “lenguaje” en los orígenes humanidad, luego aparecerán las palabras y después vendrá la escritura, pero detrás de esto, sigue la expresión corporal, presentándonos realmente lo que vamos siendo en el mundo de hoy.
A esto me refería sobre la unidad que tiene la expresión con el aprendizaje y la trascendencia que tiene lo aprendido en los primeros tiempos de nuestras vidas, y que, aunque esté guardado en lo más profundo de nuestra memoria, lo traemos a flor de piel a lo largo de nuestras vidas.