Entre montañas, bosques y paisajes del noroeste estadounidense, resiste un ícono cultural que parecía destinado a desaparecer: el último Blockbuster en funcionamiento del planeta.
Esta tienda, ubicada en la ciudad de Bend, se ha convertido en un destino turístico para miles de cinéfilos que buscan revivir la experiencia de recorrer pasillos repletos de películas y regresar a una era anterior al streaming.

El establecimiento, bajo la dirección de Sandi Harding desde 2004, mantiene gran parte de la estética que caracterizó a la franquicia en sus años de auge: paredes tapizadas con DVDs y VHS, el mostrador triangular y empleados con uniformes en azul y amarillo.
Sin embargo, su permanencia se debe a una reinvención: cerca del 80% de los ingresos provienen de la venta de souvenirs, que incluyen camisetas, velas con olor a palomitas y productos creados por artesanos locales.

La relación con los visitantes va más allá de lo comercial. Algunos turistas piden abrir cuentas de alquiler, insisten en pagar multas simbólicas por entregas tardías o incluso envían películas por correo para completar la experiencia.
En 2020, el lugar ofreció un Airbnb temático que recreaba una sala de estar noventera, y hoy conserva esa atmósfera a través de un espacio con sillones, memorabilia y libros de firmas con mensajes llegados de todo el mundo.

Más que una tienda, este Blockbuster es un homenaje a una forma de entretenimiento que marcó a generaciones.
“Esto es algo tan importante de nuestro pasado que no nos dimos cuenta de cuánto lo extrañaríamos hasta que desapareció”, dijo Harding al Washington Post.
Para críticos locales como Jared Rasic, entrevistado en el documental The Last Blockbuster, los videoclubs eran como templos: lugares de encuentro y comunidad.

En una época dominada por algoritmos que sugieren qué ver, el Blockbuster de Bend ofrece una experiencia distinta: recomendaciones hechas por personas, la posibilidad de perderse entre estantes y la sensación de descubrir películas por accidente.
Cada visitante que se lleva un recuerdo o firma el libro de la tienda contribuye a mantener vivo este vestigio cultural.