Fue un órgano técnico militar encargado de asistir al Presidente de la República en diversas funciones administrativas pero, sobre todo, en materia de seguridad. Fue disuelto el 1 de diciembre de 2018 por Andrés Manuel López Obrador.
Garantizó la vida de los titulares del Ejecutivo Federal (hasta Enrique Peña), de su familias y dignatarios que visitaban el país. También cuidaban a los expresidentes, secretarios de Estado y personas designadas expresamente por el entonces habitante de Los Pinos.
El Estado Mayor planificaba y ejecutaba las actividades relacionadas con la agenda presidencial, organizaba eventos, giras, protocolo, gestión de equipos técnicos (templetes, presidium, sonido, energía eléctrica), atención médica y transporte (terrestre, aéreo y marítimo).
Su actividad fundamental era de inteligencia y contrainteligencia para garantizar la salvaguarda de los funcionarios más importantes. El Estado Mayor llegó a tener casi 10 mil elementos.
Siempre operó en ventanas muy opacas, con el pretexto fabuloso de que se trataba de temas de seguridad nacional. Y a lo largo de los años se abusó de su operación. Políticos consentidos y sus familias, sin necesitar de ayuda militar, hacían uso de autos blindados y se convirtió en toda una parafernalia del poder.
Pero todos querían su Estado Mayor y cualquier político ya traía camionetas y el séquito de “guaruras” como una muestra de su poder. Nos acostumbramos: cualquier mequetrefe traía escoltas.
Opositores acérrimos a la 4T festejaron la decisión histórica de AMLO de acabar con los abusos de la clase política rodeada de una faramalla monumental, que se extendió por casi siete sexenios.
Se acabaron las dobles filas, los hombres de casquete corto, con anteojos oscuros, trajeados, y con sistemas de comunicación.
Pero pasamos de la aniquilación de los escoltas, ayudantes armados y toda esa payasada, a dejar completamente desprotegidos a funcionarios que sí necesitan de protección del Estado.
Pero después de lo que pasó ayer, la ejecución de funcionarios muy cercanos a la Jefa de Gobierno, valdría la pena repensar cómo podemos encontrar la seguridad obvia y necesaria, sin regresar a los abusos que detestamos.
Urge encontrar un equilibrio entre la necesaria y urgente seguridad de algunos personajes, y el dique (barrera) fundamental para que no regrese esa época terrible de juniors y malandrines de la política, protegidos por guaruras.
Urge un justo medio en materia de seguridad para los principales actores políticos, por el bien de todos.
COLOFÓN:
*Irónicamente la protección del asesino es fundamental: encontrarlo con vida nos llevaría a conocer quién le pagó como lograr los homicidios.
*La cercanía de AMLO con la gente fue fundamental para su movimiento.
*Pero vale la pena repensar las giras y la manera de transportarse de la Presidenta.
POR GUSTAVO RENTERÍA
COLABORADOR
GUSTAVO@GUSARTELECOM.COM.MX