Circula una fotografía de 1942, cuando el presidente Manuel Ávila Camacho convocó a los expresidentes a unirse en una proclama de apoyo a la participación de México en la Segunda Guerra Mundial, después de que los nazis hundieran dos buques petroleros mexicanos (Potrero del llano y Faja de oro).
A la convocatoria del llamado “presidente caballero” acudieron los expresidentes: Adolfo De la Huerta, Plutarco Elías Calles, Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y Lázaro Cárdenas. Apoyaron al presidente en su decisión de entrar al conflicto bélico, en una muestra de unidad nacional, por lo que entonces representaba cada uno de ellos: ex jefes de Estado que en su momento tuvieron la responsabilidad de conducir al país en circunstancias particularmente difíciles. De haber estado vivos, Venustiano Carranza y Álvaro Obregón hubieran acudido, con 85 y 64 años, respectivamente.
Los observadores de la política de aquellos años estaban a la expectativa sobre el comportamiento de los expresidentes —ver la forma en que se saludarían y más—, sobre todo los dos más controvertidos de entonces: Calles y Cárdenas; que, a decir de uno de los familiares de Calles, el saludo se concretó de lejecitos con un breve “señor presidente” de ambos, pero sin darse la mano. Calles había regresado pocos años antes del exilio en San Diego, California, a partir del conflicto con Lázaro Cárdenas en 1935.
Tiempos de definiciones, de consolidación del Estado post revolucionario y de decisiones importantes que fueron configurando al sistema político mexicano dominante de 1929 en adelante.
A los problemas actuales de México se suma el conflicto con Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de América. Es uno de los más graves de los últimos años, que implica temas delicados como el comercio, la migración, el narcotráfico y la imposición de aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas hacia ese país.
Este desencuentro ha afectado las relaciones entre ambos países, como no se había registrado desde la notable injerencia del embajador Henry Lane Wilson del gobierno de William H. Taft contra el gobierno de Madero en 1912, cuando el Presidente Woodrow Wilson le niega el reconocimiento como presidente a Álvaro Obregón, en 1920, por interpretaciones de la Constitución de 1917, o desde las negociaciones con motivo de la expropiación petrolera en 1938.
La intervención del embajador americano desembocó en el asesinato de Madero y el golpe de Estado en complicidad con Victoriano Huerta. El reconocimiento de los Estados Unidos al presidente Obregón le llegaría hasta 1923, después de que hábilmente manejaran parte de las negociaciones con el sector empresarial norteamericano, y en 1938, la sensibilidad del presidente Franklin D. Roosevelt —más el acecho de la Segunda Guerra Mundial— propició que el conflicto con las petroleras americanas no llegara a mayores y se concretara la expropiación en beneficio de México.
En 1993, el presidente Carlos Salinas de Gortari logró negociar exitosamente el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá, lo que sentó las bases de un intercambio comercial y de servicios planeado, consensado y en beneficio de los tres países, y que ha funcionado con éxito durante 31 años sobrepasando el billón de dólares anuales.
Con Donald Trump ya se sabía lo que nos esperaba. Es su segundo mandato, después de sortear demandas y enfrentar conflictos por cuestiones personales y financieras y, como no tiene posibilidades de un tercero, tiene prisa por cumplir los compromisos con sus clientelas políticas internas, básicamente del área rural y de las regiones conservadoras donde se ha resentido mayormente la caída del empleo.
Las acusaciones contra México son muy graves. Nunca en la historia se había acusado al gobierno mexicano de estar asociado con las organizaciones criminales; no hay antecedente. Además, en un tema controvertido, Estados Unidos de América lo culpa de la muerte de sus ciudadanos por el consumo de fentanilo.
Para complicar las cosas, las presiones comerciales se dan en medio de una crisis migratoria con cientos de deportaciones, después de que Trump culpara a México —again— de no hacer lo suficiente para frenar a miles de personas que buscan “el sueño americano” y de diseñar el programa “Quédate en México”; lo que también aparece como un exceso y un enorme pretexto para tensar las relaciones con nuestro país, que por años ha buscado la negociación y la vía diplomática para atender las características especiales de los problemas binacionales producidos por tan compleja y cercana relación.
Ante eso, ¿qué tan preparado está el gobierno de Claudia Sheinbaum para enfrentar la crisis y hacer un llamado a la unidad nacional, como en su tiempo lo hicieron otros presidentes?
Hoy viven los expresidentes Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador.
De Miguel de la Madrid en adelante, el autollamado gobierno de la 4T los ha acusado de encabezar las políticas neoliberales que a su juicio “empobrecieron a los mexicanos”. De ellos —a su juicio— es la culpa del atraso de México, porque a su decir “impusieron el neoliberalismo como política de Estado” durante más de 30 años. Particularmente, la han agarrado contra Felipe Calderón, al que no le perdonan haberle ganado la presidencia a López Obrador en 2006, y contra Ernesto Zedillo, quien ha lanzado las críticas más agudas y trascendentes —nacional e internacional— en los últimos meses.
¿Quiénes de los expresidentes de México tendrían el ánimo y la voluntad de apoyar al gobierno actual ante la crisis, después de los ataques y el escarnio de que han sido objeto?
Ante la crisis con Donald Trump, sí, se impone un llamado a la unidad nacional para apoyar las medidas del gobierno mexicano, pero ¿a quién convocarán? ¿A los partidos de oposición, que a cada rato atacan desde el gobierno y con los que no han dialogado en los últimos siete años?, ¿A los legisladores de oposición, que solo son presencia testimonial en las Cámaras, ante la abrumadora mayoría tramposa construida para excluirlos?
¿A los empresarios, que ahora sí —a una parte— los están consultando ante las prisas oficiales por ponerse de acuerdo ante las estrategias y las imposiciones de Donald Trump?, ¿A los intelectuales y medios de comunicación, que son constantemente agredidos por pensar diferente al oficialismo?
En los años de gobierno de la auto llamada 4T —en lo federal, estatal y municipal— nunca han propiciado la unidad ni entre los afines ni con los adversarios, ni con quienes piensan distinto a ellos. Solo han fomentado la discordia, la compraventa de lealtades políticas y el ataque sistemático al pasado como culpable y autor de los problemas de México. Y eso que con la 4T no ha crecido la economía en 6 años, ha empeorado la seguridad pública y los servicios de salud y educación han ido a la baja.
Tendrán que hacer una revisión puntual y a fondo de sus estrategias y políticas actuales para tratar de construir la confianza en la pluralidad. De otra manera no.
bulmarop@gmail.com