Por las mañanas, camino por un disparejo terreno para fortalecer mi equilibrio, y hoy cuando lo hacía, me topé con tres jóvenes treintañeros, quienes subían corriendo por aquel espacio que tiene una ligera subida, y de regreso, lo bajaban caminando acompañados, dos de ellos, con sus perros. En eso estaban, cuando nos entre cruzamos. Entonces, en broma les solicite que me admitieran en su equipo. Ahí, recordé la frase que dice: “Los humanos somos animales de costumbres”, porqué ellos, por mi rutina mañanera, a la misma hora y por el mismo lugar, ya me habían visto pasar por ahí. Obvio, como también somos animales de realidades, hoy se quebró la costumbre, cuando yo, a ellos, no los había visto antes.
Me preguntaron y les comenté, sobre mi patulequear, causado por la pérdida sensitiva motora de los nervios de mis extremidades y, de bote pronto, uno de ellos me preguntó si era diabético (DM). “No”, le respondí, “a mis ochenta y tres años, todavía no lo soy.” “¿Eres médico?” le pregunté. “Sí lo soy. Es que la diabetes, es la primera causa de su enfermedad,” me dijo.
Seguí mi camino y le di rienda suelta a mi pensar: Decía arriba que, “a mis ochenta y tres años, no soy diabético, todavía”, pero, no sé, si lo seré con el tiempo. Mi madre fue diabética y murió a los setenta años, teniendo todas las complicaciones que puede ocasionar este veleidoso y criminal padecimiento.
Ciertamente, la D.M. tiene un origen biológico, que puede manifestarse, en los que portamos (y los que no los portan también), algún o algunos genes defectuosos que tienen que ver con el funcionamiento del páncreas, que cuando falla en su producción de insulina, esta carencia se manifiesta con los altos niveles de glucosa en la sangre, y como la sangre circula por todo el cuerpo, y con la poca insulina que lleva, entonces, es menor la entrada de este vital energético, al interior de todas las células del organismo. Con esta carencia energética, los órganos funcionan mal. Igual, con esta maldad, las arterias, grandes, medianas, pequeñas y hasta las pequeñísimas (vasa vasorum), se van ocluyendo. En este yendo, unas personas antes u otras después, se les va dañando el cerebro, con micro y/o macro infartos, a otros se le ciegan los ojos, o el corazón se infarta, o los riñones fracasan, o el páncreas mismo se deteriora más, o la piel se marchita, o las arterias de las piernas y brazos, con sus pequeñas arteriolas que nutren a los nervios con los que sentimos y nos movemos, se van atrofiando, con la consiguiente pérdida de la sensibilidad y de la fuerza muscular. Es aquí, cuando se diagnostica la “Neuropatía Periférica” por D.M. Y como en México, padecemos de una ya perene epidemia de D.M, luego entonces, la causa primera de la Neuropatía Periférica, en nuestra nación, es por la D.M.
Pero, en nuestra misma biología, hay algo más.
Ampliemos nuestra mirada: La evolución, como especie, nos dejó teniendo, una <genética inteligente>. Hay una frase que dice: “Uno es el arquitecto de su propio futuro”, y esta construcción arquitectónica de nosotros mismos, no es otra cosa, que la <epigénesis>. La <epigénesis , es la misma vida que a diario llevamos. Y esta manera de vivir, no solo, nos da la figura física que mostramos a simple vista, sino además, reconforma la totalidad del funcionamiento de nuestro cuerpo, cuerpo que está en una constante construcción y/o deconstrucción (dependiendo de la vida que hagamos). La <epigénesis>, comanda a toda la biología (átomos, moléculas de todas las células) de nuestro cuerpo, para que éste, solidariamente, nos acompañe a alcanzar todos los propósitos que pretendemos realizar, ya sean, buenos o malos. Por ello, cuando uno está de fiesta, o en estrés, o de duelo, los átomos “bailan al son que les toquen”, para luego, volver a su “normalidad”. Pero, en las cronicidades, y en entre tantas adicciones, acompañadas por las soledades con sus desesperanzas…, Esta <epigénesis>, psico-físico-social o social-psico-física (da igual), se manifiesta en las personas en sus tres dimensiones (cognitivo, social, y endógena), en unidad.
Somos una sustantividad
Por la calle de mi casa se estaciona el camión repartidor de un refresco de cola, que con mucha cola publicita: “La Magia de Creer” y con este creer mágico, van dejando el encargo, de su azucarada bebida, o con “zero” carbohidratos, pero lleno de… que las personas consumimos adictamente como si fuera agua de uso. Luego, las noticias hablan de la epidemia de obesidad que sufren nuestros niños, obesidad contagiada por sus propios padres, trastocando el harmonioso flujo sanguíneo de su sustantividad, física, mental y social de aquel infantil cuerpecito. El exceso de azúcar le agota pronto la buena calidad <de> su pancreática insulina, las membranas alteradas <de> sus células permean dificultosamente el paso<de> su glucosa al interior <de>sus órganos, órganos<de> su organismo y organismo <de> su organización, física, mental y social <de>su persona y su persona es <de> una sociedad con su cultura y sus tradiciones.
Creo que un abordaje médico biológico (genético), que se queda cazando con sus programas esporádicos la detección, <de>quienes tienen altos sus niveles <de> azúcar en la sangre, para, <de> ahí, iniciar algún procedimiento médico, se queda corto. Porque, en contra esquina, está la potente “magia de creer”, acrecentando el número de personas enfermas, quienes, en multitudes, exigen la apertura, <de>más hospitales, <de> más personal sanitario, <de> más escuelas <de> medicina y <de> enfermería, <de> más medicamentos, <de> más compras de equipo médico, <de>... más pobreza…Y, el ciclo se recrea.
Por favor, usted quien piensa, dígame ¿Cómo podríamos invertir la sustantividad de este <de> enfermante, por un <de> que nos ayude a construiruna <epigénesis> (un modo de vivir) que nos lleve a poseer un psiquismo más saludable?
José Rentería T.
Junio del 2024