La juventud se caracteriza por la vitalidad, pero en gran parte es definida por la incertidumbre. En tiempos electorales, el voto joven se convierte en un enigma a descifrar para los diversos candidatos. Impulsar la participación juvenil en el sistema democrático actual es un reto de todos. En gran parte porque el mayor descontento democrático se encuentra en ese sector de la población.
La gran crítica a las democracias liberales y progresistas se está gestando por la pérdida del autogobierno. Los nuevos valores que rigen a los jóvenes son: inmediatez, individualismo, utilidad, competitividad, excesivo sentido pragmático, entre otros. Abrumados por la volatilidad de un ambiente geopolítico y social voluble, las nuevas generaciones están a la deriva de problemáticas, en su mayoría heredadas, que los sobrepasan. Contaminación, pensiones quebradas, difícil acceso a la vivienda, un sistema de alto rendimiento laboral que agudiza la posibilidad de un burn out, desigualdad, una era digital y global, entre otros factores, fomentan la sensación de desesperanza en el porvenir. Se piensa que el rumbo de las naciones está fuera del alcance de sus ciudadanos. No hay una propuesta de nación que calme la ansiedad social sobre el futuro, la catástrofe se visualiza como una posibilidad. Sin una percepción de autogobierno se pierde la identidad nacional, no se considera que realmente se pueda contribuir en la construcción de un mejor país porque se percibe que las acciones individuales no serán suficientes para mejorar el entorno político.
La falta de identificación con el sistema que nos rige engendra un desarraigo de la persona con su nación y entorno. Fenómenos como mexicanos que se perciben afines a la cultura japonesa es fruto de la propagación del anime y al acceso a subculturas globales, en redes sociales, con las que se identifican más. Pueden ignorar la figura de los héroes patrios y enaltecer héroes de otras naciones a causa de difusiones culturales con las que sí se identifican. Mi propósito, querido lector, no es hacer una apología al nacionalismo y justificar su necesidad, mi objetivo es entender que en la exaltación del individualismo y la falta de autogobierno han causado un sentido de abandono en mi generación. Dicen que somos el futuro de México, pero ni siquiera podemos sobrevivir al presente.
La frustración de no poder solucionar problemáticas tan profundas como violencia, desigualdad, oportunidades laborales, patrimonio y otras tantas, intensifica la decepción con un sistema que nos ha descartado y fallado. Los candidatos buscan por arte de magia movilizarnos en el día electoral, pero trabajaron poco, inclusive discursivamente, en entendernos y proponernos una alternativa. Creo que el primer paso para derrotar la apatía y combatir el descontento es involucrarnos, declarar una visión de nación ideada por esta generación. Reformar la narrativa de nación con un movimiento intelectual y cultural que exprese nuestro sentir, al estilo del emblemático Ateneo de la juventud . Lo que les hace falta a los partidos son ideólogos orgánicos y jóvenes que puedan definir una identidad nacional comunitaria y que participen en las decisiones de la refundación de nuestro sistema político para intentar retomar la capacidad de autogobierno como parte fundamental del país que queremos a futuro. La solución está en percibir que el rumbo de nuestra nación sí está en nuestras manos. La clave está en dejar de vernos como un futuro lejano y empezar a ser ese futuro.